Una de las conferencias más importantes –impartida durante el Congreso Internacional de Literatura organizado por UC Mexicanistas en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY)-, es la que dictó la escritora Carmen Villoro, el miércoles 20 de marzo de 2019, en Mérida.
“La poesía en la obra de Fernando del Paso” fue la disertación de Carmen Villoro, a manera de homenaje que le rindió el Congreso Internacional de Literatura en la FILEY, mesa en la que también incursionaron Sara Poot Herrera, Carmen Beatriz López Portillo y Raúl Diego Rivera.
Narrador, poeta, dramaturgo y pintor, Fernando del Paso (Ciudad de México, 1 de abril de 1935- Guadalajara, 14 de noviembre de 2018) es autor de “José Trigo” (Premio Xavier Villaurrutia, 1966; reedición FCE, 2015), “Palinuro de México” (Premio Rómulo Gallegos, 1982; reedición FCE, 2013), “Noticias del Imperio” (Premio Mazatlán de Literatura, 1988; reedición FCE, 2012), “Linda 67. Historia de un crimen” (Plaza & Janés, 1995; reedición FCE, 2017); “Amo y señor de mis palabras” (Tusquets, 2015); y “Bajo la sombra de la Historia. Ensayos sobre el islam y el judaísmo” (FCE, 2011).
También es autor de los poemarios “Sonetos del amor y de lo diario” (El Colegio Nacional, 1997, 2016), “PoeMar” (FCE, 2004) y “La muerte se va a Granada. Poema dramático en dos actos y un gran final”; además de los libros para niños “Paleta de diez colores” (CIDCLI, 1992), “Ripios y adivinanzas del mar” (FCE, 2004) y “Encuentra en cada cara lo que tiene de rara” (CIDCLI, 2002).
A continuación, el ensayo íntegro de la poeta Carmen Villoro en torno a la poesía en la obra del Premio Cervantes 2015, lectura fundamental que compartió con los lectores de ZETA:
“Por Carmen Villoro
En este trabajo me propongo comentar la parte menos difundida del trabajo de Fernando del Paso: la poesía; mostrar su virtuosismo y descubrir algunos hilos de su poética. Fernando del Paso es un notable narrador por muchas razones y yo quiero mostrar que una de ellas es la presencia de la poesía en el entramado complejo de su prosa.
La poesía como género en la obra de Fernando del Paso:
Son dos los libros de poesía de nuestro autor: PoeMar y Sonetos del amor y de lo diario. Dentro del género de la poesía me gustaría incluir su libro de prosa poética Castillos en el aire y sus tres libros para niños: Paleta de diez colores, Ripios y adivinanzas del mar y Encuentra en cada cara lo que tiene de rara.
De PoeMar
El libro PoeMar está estructurado como una sinfonía marina en la que el lector se sumerge, sale a flote, navega y se ahoga en diferentes tempos que van y vienen como las olas, y establecen una pauta que se repite con similitudes y varianzas. Una estructura líquida, un cuerpo en movimiento que no cesa, mar de palabras quietas, agitadas, revueltas y hasta revolcadas, que tienen sin embargo un orden, un orgánico plan.
El primer verso anuncia el propósito del poeta: cantar, y para cantar al mar presenta las armas que tiene para hacerlo:
que mis palabras, que mis palabras solas
Desde el comienzo, son presentados al lector los dos protagonistas de este encuentro amoroso: el mar, que pertenece al mundo, y las palabras, que pertenecen al poeta. El placer de este encuentro es su motivo.
Este primer poema de tono celebratorio simula un oleaje suave y calmo en el que el lector entra como quien se deja mojar los pies por esa transparencia amable. Pero al pasar la hoja se da cuenta de que este mar al que se adentra no es uniforme; enseguida toma conciencia de la profundidad e inmensidad de ese universo que guarda tanta fuerza. “Mar revuelto” es un poema formado por alejandrinos que anuncia al bañista que no se está enfrentando a cualquier cosa sino a un ser colosal. Sí, un ser, así lo representa el poeta cuando lo increpa:
Óyeme, mar inmenso, mar infinito
La descripción del monstruo es intimidante; sólo el viento, ese otro gigante, lo puede acorralar:
Oh, mar, mar delirante, mar de la geometría
gemela a tus colores y de tus labios vértigo:
designio es de la danza que te acorrale el viento
y con él, encendidos, giratorios abismos
que en tus entrañas bullen, espiral de huracanes,
revoloteo de añicos, caos de resplandores:
El yo poético es, en este poema, una especie de dios que crea a su inquietante creatura, la admira y la venera y la vuelve a crear con sus palabras:
Óyeme, mar inmenso, mar de las letanías
que borda el viento blanco de salazones pálidas,
astros descuartizados y luminarias vulvas:
arca de mis abrazos, de mi garganta alcántara,
yo, juglar de tu llanto, tus entreclaras lágrimas
enjugo con un verbo de cuajadas serpientes,
de granizos nupciales y celofanes líquidos,
y escribo, canto, invento, celebro el embeleso
de inquietudes aéreas, de reliquias caídas,
de crespas sombras húmedas y de altazores vivos,
de aluviones heridos por el filo de un ala:
te escribo, sí, te invento, te digo mientras pienso
En los versos anteriores el poeta demuestra el dominio de un lenguaje poderoso, formado por imágenes violentas (astros descuartizados), novedosas (luminarias vulvas), atributos singulares (garganta alcántara), metáforas creativas (granizos nupciales, celofanes líquidos), construcciones estéticas (aluviones heridos por el filo de un ala). Todo eso condensado en unos cuantos versos elegidos por mí como una muestra, pero todos poseen, sin excepción, una riqueza semántica y semiótica, y un atrevimiento sintáctico, además un ritmo de olas altas y de grave acento. Este “Mar revuelto” va a regresar a la mitad del libro y después al final, invocando con sus alejandrinos ebrios la clemencia de las aguas.
Cruzado el alto oleaje, accedemos a la calma de la prosa en donde el mar aparece como un condensado de aventuras heróicas y dramáticas donde el escritor deja ver su pasión por la historia, la geogarfía y la literatura, esos otros mares inabarcables.
Señalo algunos hallazgos poéticos excepcionales y el poeta se regodea en el vocabulario del oficio marino:
coronel de marismas y de esteros
y archimandrita de sus hervideros
En el poema “Amar a mamá-mar” que aparece cada tantas páginas, Fernando del Paso se permite jugar con las palabras. Es el hijo irreverente de esa “Mamá-Mar, Mare-Nostrum, Mar-Calostrum” que le otorga el permiso de ser, todo su ser, palabra:
atado a la mayordomía de tu ombligo,
ripio del mar y de tus pechos ripio.
La analogía entre la creación de un ser, su crianza, y la creación del poema es lúdica y graciosa y, al mismo tiempo, tiene una profundidad psicológica que se revela en sus originales ocurrencias:
Perdóname tantos juegos de palabras
(…)
tantos huevos de palabras: en sólo uno
pequeño como creer en Dios,
yo fui la huevecilla entera,
el huevo pasado por tus aguas
La madre es el mar y es también la embarcación de donde surge el poeta:
madre de vientre carabela
y cara y bella: entre tus muslos
mi más cara cara, mi mascarón de proa
lanzóse de pique al mundo
El doble sentido está presente en estos versos:
Y envuélvelas de nuevo y de viejo en esos tus suntuosos,
untuosos líquidos propiciatorios
y consérvalos en papel crepé
qué digo toda la vida
consérvalos toda la muerte,
(…)
para tu niño consentido y sinsentido
Y más adelante:
agrimensora de mis bosques bronquiales:
(…)
Minúscula Madre con Mayúscula,
Cursi Madre Cursiva
Es éste un largo poema formado por poemas en donde el mar, el lenguaje y el cuerpo son un mismo amado, profanado y celebrado ser de libertad:
dorremífáes sin-ton-ni-son ni sol
(…)
Madre Diosa, Madre Hija,
Madre Espírita Santa:
(..)
Soy tu poema sobre la nada y el nadir.
Soy tu rapsodia sobre el cenote y el cenit.
Soy astrolabio y luna de tus labios.
(…)
Contigo aprendí a vestir de tinta las palabras
En el rico surtido de este mar hay poemas solteros estructurados como prosa poética o verso libre en donde el poeta suelta las amarras del lenguaje logrando construcciones barrocas como la siguiente:
¡Oh mármoles de afeminados centauros cuya apretada melancolía está ceñida por encrespados lazos de burbujas!
en contraste con los poemas breves donde decanta el lenguaje hasta dejar su esencia:
Al mar no le da pena
revolcarse en la arena
Con las palabras “Para cantarle al mar…” comienzan varios poemas insertados en el cuerpo del libro como recreos alados, degustaciones placenteras de la lengua en donde los adjetivos juegan a ser verbos, los pájaros se convierten en adverbios, los sustantivos bailan y los complementos se desbordan contagiosos.
Para cantarle al mar, me descerebro,
me despeño en mí mismo y me celebro,
me araño los deseos y me ofendo. (Poema VIII)
Para cantarle al mar me displicento,
me engargolo y me quiebro, me aspirino,
(…)
me pistono y me entuerco, me atornillo,
me engranajo y me pinzo, desternillo, (Poema XXV)
me jacarando, emperejilo, estallo,
me desteto en las chispas y me encuervo,
me esponjo de pupilas y me quiebro,
me ventilo de pájaros y vuelo. (Poema XXXVIII)
Para cantarle al mar, al mar me arrimo,
y de erráticas erres me marimbo
me hiervo y me desluzco, me desverbo,
cabalgo en los adverbios, me verbeno
de alejandrinos luengos, de octosílabos, (Poema LXX)
Para cantarle al mar me astigmatizo,
me entuerto, me miopeo, me presbicio,
me persigno y bendigo, me encomiendo
a San Palabro de la Jitanjáfora,
a San Lírico Abad, a Santa Sílaba
y al Papa Pope de las Epopeyas. (Poema LXXXI)
La lectura de PoeMar confirma la presencia de dos cualidades que explican el brillo de la escritura delpasiana: el dominio de la forma y sus distintas posibilidades de geometría y arquitectura, por un lado, y, por el otro, el atrevimiento delirante como un juego vertiginoso que trasciende la forma y se levanta sobre la verdad, la razón y lo correcto. Sin alguno de estos dos pilares, sería imposible la estatura literaria de su obra.
Heredero de la tradición y la vanguardia del grupo de Contemporáneos, admirador de García Lorca, luminoso y festivo como su maestro tabasqueño Carlos Pellicer, sus “Sonetos de amor y de lo diario” muestran la delicada fragancia de una técnica macerada en un erotismo nunca desbordado, contenido en su propia lucidez. Para muestra un botón:
La rosa es una rosa es una rosa.
Tu boca es una rosa es una boca.
La rosa, roja y rosa, me provoca:
Se me antoja una boca temblorosa.
La roja, roja sangre rencorosa
de la rosa, que quema lo que toca,
de tu boca de rosa se desboca
y me moja la boca, ponzoñosa.
La pena, pena roja de mi vida,
de no vivir bebiendo ese lascivo
licor de boca roja y llamarada,
rubor de rosa roja y encendida,
me ha dejado la boca al rojo vivo,
del rojo de una boca descarnada.
Con la poesía, Fernando del Paso juega: con las letras, los sonidos, las palabras, con las frases completas. Juega como si el verso fuera un columpio en el que se mece el sol, como si el niño que nunca lo ha abandonado construyera con las sílabas bloques de colores para levantar ciudades. Las palabras se pegan y se despegan, engarzan, hacen “clic”, riman y se deslizan de un significado a otro como una tabla de surfear de una a otra ola. Sus libros para niños son, no el origen de su obra poética y pictórica, sino el final de ese recorrido, el colofón dichoso de una vida que nunca ha abandonado el sentido del humor. Encuentra en cada cara lo que tiene de rara es un libro magistral en el que se encuentran la imagen y la palabra para generar la ocurrencia y un despliegue de creatividad que es, página tras página, un acto de magia. Lo mismo sucede en su libro Paleta de diez colores, en el que se acompañan, a manera de contrapunto, los poemas de Fernando con las ilustraciones de Vicente Rojo. En estos breves textos su amor al color se decanta y en su simpleza muestra su grandeza, como en este poema:
El rosa
Solo, el rosa, es un color.
En la bella compañía
de una rosa,
es una flor.
La poesía en la prosa de Fernando del Paso:
En las tres novelas de Fernando del Paso: José Trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio tienen el lenguaje poético es un elemento estructurante y un recurso estilístico de mucho peso.
En la novela Palinuro de México, nos encontramos pronto con un capítulo que es, en su totalidad, poesía. Se trata de “Unas palabras sobre Estefanía”, descripción de un personaje femenino que nos recuerda aquel pasaje de la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo en el que el cacique recuerda a su amada Susana San Juan “una mujer que no era de este mundo”. Se trata, en las dos novelas, de la evocación febril de una mujer a la que se ama desde la niñez. En el caso de Palinuro de México, es la descripción de la prima de Palinuro en la que se depositan los dones y las excelsas gracias de la figura idealizada, pero también las más mundanas y animales imperfecciones; el personaje de Estefanía se convierte en territorio amplio para los senderos de la imaginación. Quisiera reproducir todo el capítulo, que no tiene desperdicio, pero me limitaré a señalar un par de párrafos que nos permitan poner atención en el uso de algunos recursos poéticos. Es una lástima, porque algo de la vivencia poética se logra precisamente por el exceso, el desborde, la larga y prodigiosa enumeración de imágenes y escenas que sorprenden, una tras otra, el alma del lector. Así que, renunciando al efecto embriagante por cantidad, me detengo en unos pocos agudos venablos que clava cada ciertas líneas.
Cita 1:
“Por lo mismo yo no podría hablarles de las diez tetas de marrana de mi prima, o de la media pestaña de Estefanía.
De sus doscientos dientes de tiburón o de sus dos mil ombligos de árbol.
Y en todo caso, tampoco podría hablarles de su nalga única, su nalga luminosa, su nalga-luna delicia de los poetas mancos, su redonda y blanca nalga como una media esfera para adivinar la mitad más fría de la noche.”
Este pequeño párrafo, además de describirnos un ser “que no es de este mundo”, remite a la libertad formal que coloca al poeta en el lugar de un dios cuyo poder radica en crear las cosas a su gusto y modo. Me recuerda al poema “Jugaré con las casas de Curazao”, de otro de los maestros de Fernando del Paso, Carlos Pellicer, en el que advierte:
Jugaré con las casas de Curazao,
pondré el mar a la izquierda
y haré más puentes movedizos.
¡Lo que diga el poeta!
Ahora enfoco en este otro párrafo para resaltar varias cualidades: la originalidad de las metáforas, la confusión de niveles lógicos, la mezcla de palabras de universos semánticos disímiles, la referencia a algo inexistente como si hubiera familiaridad con ello, que propone Del Paso:
Cita 2:
“Pensarán ustedes, entonces, que Estefanía pudo ser una anciana amarilla, un mapa frutal o una obligación sorprendente: y tienen que saber que a pesar de que ciertas distracciones del vino y de la sangre se confabularon para atardecer en sus labios; a pesar de que sus largos viajes por debajo y por encima de los meses, por Venecia y por mis brazos, la encarcelaron es espejos de seda y la rodearon de amnesias verdes, a pesar de todo, digo, ella no fue nunca la muerte casta de una bandera, la máscara indefensa de un árbol o uno de esos paisajes de corcho y oro batido dentro de los cuales el capitán se arrojó al mar, y donde no faltaban las islas nevadas, las erupciones de piratas, la cabeza con alas del capitán y la alusión a las noches pálidas de los trópicos.”
Como sucede con el poema “La suave patria”, de Ramón López Velarde, y con muchos otros poemas, algunas metáforas no pueden traducirse al lenguaje de la razón ni entenderse, y quedan como nudos enigmáticos que, precisamente por ello, ejercen una poderosa atracción, por ejemplo: “ella no fue nunca la muerte casta de una bandera.” La metáfora “amnesias verdes”, constituye también el efectivo recurso poético de otorgar atributos sensibles a conceptos abstractos, otra vez, la afortunada mezcla de niveles lógicos del lenguaje.
Es la relación con la mujer la puerta de entrada al desborde poético. La pasión erótica se transmuta en pasión por el lenguaje, se erotiza la palabra y alcanza altos niveles de excitación. Los grados de calentura a los que llega el lector van del placer a la perturbación.
Cita 3:
“Así que por eso también, y a lo largo de toda la descripción de Estefanía, se cansarán ustedes –yo jamás me cansaré—de oír hablar del mismo número de brazos, pechos, clítoris y vientres que tuvo Estefanía, con los mismos nombres que tuvieron siempre: el pelo pelo, las costillas costillas y los labios, alados incontaminados y dulces flotando entre los cirros blancos de las nubes, labios. Porque si bien yo me encerré alguna vez dentro de un año entre dos febreros locos y besé el pezón húmedo de su olvido derecho y me reflejé en sus triunfos azules, eso fue posible gracias a que esa única vez sus pechos se llamaron olvidos, sus muslos febreros y sus ojos triunfos. Por lo demás, los nombres que yo le di a las distintas partes de su cuerpo cambiaron muchas veces; tantas, que casi nunca me acuerdo, por ejemplo, del verdadero nombre de su sexo. Y como además ellos mismos intercambiaban sus nombres viejos y nuevos, quién sabe, quién va a saber, señores, si en realidad no acordarme de él sea un triunfo, o recordarlo sea un olvido: el caso es, en fin, que el nombre de su sexo, entre paréntesis, siempre lo tuve en la punta de la lengua.”
Nótese el poder que tiene la palabra para hacer existir realidades. Repito: “Porque si bien yo me encerré alguna vez dentro de un año entre dos febreros locos y besé el pezón húmedo de su olvido derecho y me reflejé en sus triunfos azules, eso fue posible gracias a que esa única vez sus pechos se llamaron olvidos, sus muslos febreros y sus ojos triunfos”.
El ritmo juega un papel adicional para lograr esta fuerza emotiva. Es poesía en prosa, o prosa poética, el orden de los factores no altera el producto, pero se puede sentir el encabalgamiento de las imágenes, su hilazón como si se tratara de un pespunte, esta vez no producido por la versificación sino por la repetición de frases utilizadas en la oralidad como medidas de continuidad en el discurso: “a pesar de que…, a pesar de todo, digo…”, o “quién sabe, quién va a saber, señores, si…”
En Palinuro de México, la mujer es el pretexto para dar rienda suelta a la imaginación delirante. En Noticias del Imperio, en cambio, el delirio se apodera de la primera persona en los monólogos de la reina Carlota. Carlota delira en poesía. O, ¿podríamos decir que los delirios son siempre poesía? Son, los de este personaje, una catarata de imágenes y metáforas de riqueza inusitada. Carlota, la loca, asegura poseer los más extravagantes bienes. Cuenta su pedazo de historia que es la suya y la de México. La fuerza emotiva de la imprecación dirigida a un otro, la queja y la súplica, provocan un efecto extasiante en el lector. ¿Lo que dice es un delirio? ¿Es que Carlota ha construido una realidad alterna para aliviar su sufrimiento? A Fernando del Paso no le interesa la verdad psicopatológica de su reina loca sino el desborde imaginativo que resalta las cualidades y defectos de su patria, y las complejas, delicadas, vergonzosas y absurdas veleidades humanas que Carlota desnuda sin pudor. Es delirio de la forma, un síntoma inequívoco del inconsciente del texto.
El recurso psicológico y literario de dejarse poseer por la locura del personaje, logra páginas de soltura y arrebato que alcanzan una estatura literaria inusitada.
Cita 4:
”Dile a los mexicanos que me preparen mi trono. Diles que me vayan cavando un hoyo. Diles que pulan la vajilla de plata. Diles que caven una fosa en las faldas del Popocatépetl, en el Bolsón de Mapimí, en el lago del Xinantécatl. Diles que barran la Calzada de Santa Anita. Que junten las joyas de la Corona para amarrármelas al cuello y arrojarme al cenote sagrado. Diles que voy a regresar, viva o muerta. Viva, he de regresar coronada con una diadema de abejas y alondras. Muerta regresaré envuelta, como una momia de Guanajuato, con los jirones sanguinolentos de tu mortaja. Viva, volveré descalza para que me besen los pies los indios mexicanos. Muerta, en un sarcófago descubierto para que me besen la frente y tañan las campanas a duelo y vistan de crespones negros mis duques y mis marquesas.” Aquí paro a mi pesar, porque el caudaloso río de construcciones verbales invita a seguirse llenando la boca y los ojos de terribles maravillas.
En las palabras que Fernando del Paso pronunció durante la inauguración de la Cátedra que lleva su nombre en la Universidad de Guadalajara, dijo con el desparpajo que lo caracterizó: “Yo mamé de las tetas de Carlota la vieja”. El tema de la identificación del autor con el personaje toma aquí la cualidad de herramienta estilística poderosa. Si el autor no se hubiera permitido enloquecer con Carlota, si no hubiera sentido desde su propia sangre el manantial de representaciones y emociones que ella albergaba en su seno, no hubiera escrito esos pasajes prodigiosos.
Hoy te recordamos nuevamente, Fernando, como el homo ludens, mago irreverente, alto señor de la palabra del que seguiremos aprendiendo”.