Mi apreciable lector:
El título de mi carta es un tema apasionante, maravilloso, además de polémico y controversial. Lo compartiré brevemente contigo.
Respetando las creencias de cada persona, los que creemos en estos inexplicables y asombrosos sucesos llamados milagros, los cuales rompen todas las leyes físicas y naturales, nos ponen de manifiesto la existencia de Dios. Él es quien los realiza cuando es su voluntad o no hacerlo, y el por qué y para qué, nosotros nada sabemos pero sí los reconocemos.
Son milagros inesperados los que a diario vivimos, al despertar a un nuevo día de vida y poder realizar nuestras actividades cotidianas, los beneficios que tenemos y tantas cosas buenas más que muchas veces por nuestro ajetreo no valoramos como deberíamos hacerlo.
Muchísimos otros eventos son más portentosos y extraordinarios como los tres que a continuación compartiré:
Quizá estés enterado del increíble caso de cuatro sacerdotes jesuitas alemanes que a finales de la Segunda Guerra Mundial sobrevivieron milagrosamente a la explosión de la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima en Japón. Ellos se encontraban en su residencia que incluía una capilla y ubicados dentro del radio de un kilómetro conocido como la zona cero del bombazo. Todos alrededor murieron al instante y las construcciones fueron totalmente destruidas excepto la de ellos que solo sufrió daños parciales y además de sobrevivir, nunca sufrieron daños en su salud por las radiaciones que cobraron miles de vidas más. Ellos sobrevivieron por un milagro inesperado.
Un suceso más, de los miles registrados, es lo acontecido en México el 23 de octubre del año 2015, con la amenaza del monstruoso huracán Patricia. Catalogado en la categoría 5 (La máxima) con vientos de 325 km/h y algunas rachas de 400 con una inimaginable cantidad de torrenciales lluvias. Las costas de los estados de Nayarit, Colima y Jalisco serían los gravemente afectados. Se esperaba lo peor. Los meteorólogos cien por ciento estaban seguros de su arribo y se tomaron todas las medidas preventivas. Todo mundo a la angustiosa expectativa de la hora señalada y…. NADA SUCEDIÓ. El huracán Patricia perdió muchísima fuerza sobre el mar a no muchos kilómetros de la costa y se convirtió en tormenta tropical con torrenciales lluvias en una zona despoblada del estado de Jalisco, y posteriormente se desvaneció al chocar con la Sierra Madre Occidental. Un milagro inesperado más, mi estimado lector, pues todo el mundo ya lo dábamos por un próximo hecho, sin embargo, Dios tiene la última palabra. Cabe mencionar algo muy importante: hubo muchos millones de persona de diferentes creencias religiosas que hicieron perseverante oración de intercesión a Dios para pedirle que el huracán se desvaneciera y cuando ya parecía que no sería concedida nuestra petición, el milagro sucedió.
Tu también querido lector, quizá te ha tocado presenciar o saber de la milagrosa curación de un familiar, amistad o persona conocida gravemente enferma, y los médicos que lo atendían habían informado que ya médica y humanamente no había más por hacer, y te avisaban de un pronto desenlace para irte preparando. Es entonces que, por voluntad Divina, la oración de muchos por su salud, y para asombro de médicos y todos sus allegados sucede la milagrosa curación. Y de esto, tú lo sabes, existen miles de comprobados testimonios.
Bueno, por mi parte, permíteme platicarte de un incidente que tuve el pasado jueves 7 de marzo: como a las 8:30 pm iba conduciendo hacia Playas de Tijuana a 50 mph, por el carril izquierdo había muy poco tráfico y súbitamente se me levanta el cofre del carro en un tramo derecho, gracias a Dios mantuve la calma y el control del carro y también gracias a Dios que atrás de mi por el carril derecho venia una patrulla de la policía municipal que prendió los códigos para protegerme del tráfico que tenía atrás por llegar y para poder orillarme a mi derecha para estacionarme, les di las gracias por su atención. Amarré el cofre y continúe mi camino muy despacio con las preventivas encendidas.
Horas después me puse a pensar un poco de que milagrosamente nada grave me sucedió, por la razón de que si hubiera ido a 60 o 65 millas por hora lo más probable es que el cofre hubiera quebrado el parabrisas, o si hubiera perdido el control me hubiera brincado el camellón central o chocado de frente con otro carro, o hubiera perdido el control y haberme volteado, o me hubieran chocado por atrás si no hubieran estado detrás de mi los policías, o pude haber resultado herido o muerto. Fíjate nomas, todo eso podría haber pasado, para mí esto no es buena suerte, esto es un milagro inesperado estoy seguro.
Lector mío: espero aportar en ti mi granito de arena, para que en tu mente y tu corazón estemos convencidos, de que aún hoy en día suceden miles de inesperados milagros en nuestra efímera vida y muchos de ellos suceden cuando ya CASI hemos perdido la esperanza. Recuerda: Dios tiene la última palabra en todo, en absolutamente todo.
Gracias por tu tiempo en leer esta carta dirigida especialmente a ti.
Atentamente,
Eduardo A. Velarde Vázquez
Correo: eduardovpresencia@gmail.com