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viernes, febrero 16, 2024
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Islas Marías, fin de la leyenda

En cuestión de semanas la Isla María Madre será entregada a la Semarnat para iniciar la transformación de la cárcel del Pacífico en centro de educación ambiental y cultural. El lugar fue abierto a los medios de comunicación y ZETA estuvo allí. Los penales permanecerán intactos a manera de vestigio histórico de la represión. Los daños causados por el huracán “Willa” dejaron maltrecho al archipiélago

La historia del antiparaíso de las Islas Marías como presidio llegó a su final. El sábado 9 de marzo de 2019 salió el último de los presos y también los pocos familiares que acompañaban. Sin embargo, en el lugar persisten las energías de quienes se fueron y desde luego la presencia de servidores públicos que permanecen en sus puestos de trabajo, en espera de nuevas indicaciones.


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El complejo penitenciario enclavado en el océano, en dirección de San Blas, Nayarit, fue abierto a los medios de comunicación tras casi 114 años de oscurantismo desde que la Isla María Madre se convirtió en cárcel. Desde entonces sólo se conocía de leyendas, novelas y versiones oficiales de las diferentes etapas que tuvo la llamada “Tumba del Pacífico”.

ZETA estuvo en el territorio cuyas primeras descripciones de la era porfirista establecieron como un sitio marginal, punto de relegación para los indeseables del régimen político y después para los etiquetados como antisociales incorregibles que debían estar lo más alejados de la comunidad. Aunque en el presente -y desde hace unas cuatro décadas- ya no se trataba de un penal para los reos más peligrosos de México.

Para llegar a la isla prisión hubo que dedicar muchas horas. Desde la salida de Tijuana hasta Mazatlán y esperar el momento de embarcar en el buque BAL 11 de la Secretaría de Marina y Armada de México en la Cuarta Zona Naval Militar. Luego, más de siete horas de travesía sobre el mar y el desembarque en el muelle de guerra de nuestro destino.


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Pese a haber quedado vacía, los protocolos de seguridad tanto de marinos, como de custodios del Sistema Penitenciario Federal se cumplen a rajatabla. En Mazatlán, revisión corporal y olfateo de binomio canino sobre el equipaje. Pase de lista para abordar y nuevo paso del perro detector sobre las pertenencias. En la isla, pase de lista y nuevo olfateo a las mochilas. Anotación en el libro de visitantes en la Aduana de Personas, y otra vez el saludo del can, revisión manual de equipaje y corporal con arco detector de metales.

Ahí en el puerto de Balleto, Capital y sede del gobierno del complejo carcelario, se advierten los estragos del huracán “Willa” que impactó brutalmente el 23 de octubre del año próximo pasado. El muelle luce “molacho” y en las primeras calles se observan escombros en pisos de espacios abiertos o en techos de fincas. Sin embargo, a varios meses del suceso, la isla está de pie gracias a los propios reclusos y los trabajadores.

La noche se alargó al día siguiente, pues luego de instalar a reporteros y camarógrafos en estancias donde dormían las personas privadas de la libertad (PPL) en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) Morelos, el más cercano a Balleto, y de cenar en los comedores de los hoy ausentes, se ofreció una obra de teatro sobre el drama de las adicciones en la finca de la que fuera la lúgubre salinera en la playa.

Tras pocas horas de dormitar, los invitados fueron despertados a las cinco de la mañana por el tañir de una campaña de regular tamaño y a las 5:30 por el agudo sonido de un clarín militar. Tal y como se disciplinaba a los presos para que iniciaran sus actividades de aseo personal, desayuno y actividades productivas o educativas, en un régimen de semilibertad. Morelos era como una pequeña colonia en cuyas manzanas había pequeños bungalós con capacidad para catorce personas cada uno, todas del sexo masculino.

Más tarde conoceríamos el resto de la isla. Primero traslado a Puerto Balleto para rendir honores e izamiento a la Bandera Nacional. Después a desayunar. En la pequeña plaza cívica se formó una representación de los poco más de 400 servidores públicos que aún quedan en el complejo penal -casi 240 de ellos custodios- y se procedió a honrar al lábaro patrio en el punto más despegado del territorio mexicano.

Ahí conocimos la historia del niño Alvarito, de cuatro años, cuyo sufrimiento terminó por convencer al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de cerrar la cárcel marítima, durante su visita del 17 de febrero último, cuando saludó a unos nueve infantes. El relato lo reprodujo el comisionado del Órgano Administrativo Desconcentrado Prevención y Readaptación Social (OADPRS), Francisco Garduño Yáñez.

Al ser saludado por el mandatario, el pequeño preguntó: “¿Cómo te llamas?”. Andrés Manuel López Obrador, respondió el tabasqueño. “¿Y tú qué haces?”, volvió a la carga el niño. Soy el Presidente, dijo López. “Sí, ¿pero qué haces? ¿Eres carpintero, herrero, o sea qué haces?”. No, no… El Presidente no pudo contestar.

Enseguida otro niño de 12 años le dice al más chaparrito “Es ‘El Peje’, es el mero mero”. López Obrador río y Alvarito le habló al Presidente: “Ah, entonces tú puedes entregarme a mi papá. Dámelo para llevármelo a mi casa. Y si se porta mal, yo mismo te lo vuelvo a traer”. Ahí el Presidente se dobló, asegura Garduño. Les entregó unos obsequios. AMLO y los presentes ese día se quedaron con la anécdota grabada en el corazón.

El abandono de la isla llegó los días 8 y 9 de marzo. Afirman que no hubo resistencia de los más de 600 PPL, 14 de los cuales recuperaron en ese momento su libertad por compurgación o beneficios de Ley. Se llevaron sus enseres y sus artesanías a los Cefereso de Ramos Arizpe, Coahuila (los más, y de Guasave, Sinaloa (los menos, sólo 68). Los parientes, entre ellos Alvarito y su mamá, también salieron junto con otras 15 familias que fueron atendidas por trabajo social para transportarles a sus hogares en diferentes estados. El papá del niño sigue encarcelado, pero ya buscan su indulto.

En la isla quedaron algunas huellas de los prisioneros en grafitis u hojas que contienen escritos o poemas. Algunos clavos o ganchos bajo las planchas de cemento de las literas, que servían para tender sábanas o trapos que les dieran privacidad, pues las estancias carecían de puertas entre cuartos y en el baño. Gatos de todas tamaños deambulan con hambre entre las casitas, buscando a quienes antes de marcharse les daban alimento.

Sin duda es en el auditorio de usos múltiples de Balleto donde queda el mayor legado de los internos que se han ido. Una serie de murales que describen en distintas técnicas y colorido las etapas históricas y actividades desarrolladas en el presidio denominado en una de sus obras por el escritor José Revueltas como “Muros de Agua”. Y es precisamente a él y a su literatura a quien se dedica toda una pintura. Ocho maravillosos murales en total, y ya se perfila el noveno, el que lleva como protagonista al autor del cierre de esta cárcel.

Regresamos al Cefereso Morelos para conocerle. El Comandante Gregorio López Benítez, jefe de seguridad de este centro, nos cuenta. De allí salieron 199 presos de los más de 600 trasladados. Al lado izquierdo de lo que parece un fraccionamiento con calles de cemento están las viviendas y al lado derecho las oficinas administrativas de seguridad y del director de ese centro. En medio, las áreas médicas, una explanada y un enorme comedor para cientos de personas. Al frente, terrenos para hacer deporte.

Los alimentos se servían en horarios de 6:30 am, 2:00 y 7:00 pm. Por su parte, el pase de lista con presencia obligatoria en la explanada se tenía que hacer en seis ocasiones, igual que en los otros tres Cefereso: 5:00, 09:00 y 11:00 am; 4:00, 9:00 y 11:00 pm. A las 5:00 am campana, y a las 5:30, nuevamente corneta. Todos los días.

Ahí se internaba a los hombres que requerían de una atención puntual, ya sea por ser de la tercera edad, tener algún padecimiento de salud o alguna discapacidad. Era el punto más cercano para un posible traslado al hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que aún está activo. No había muros, pero si restricciones de abandonar las zonas pavimentadas. Así cumplían con sus actividades laborales o educativas, y con la atención médica, psicológica, lúdica o técnica que indicara su plan individualizado.

De ahí se trasladó el convoy a la que fuera la granja camaronera desmantelada por el huracán “Willa”. Se perdió la siembra de organismos que se comercializaba en Sinaloa. Las buenas cosechas cuatrimestrales de camarón lograban entre 14 y 16 toneladas de producto de excelente tamaño. Por un costado de la camaronera estaba el mar, y por el otro, una laguna de agua salada donde estaba la casita empleada por Pedro Infante en la película “Islas Marías” el siglo pasado. El meteoro de octubre sólo dejó unas pocas piedras de la construcción bajo el agua.

Ricardo Ramírez, encargado y único miembro del sistema de Protección Civil del complejo, asegura que después de la devastación con cuantiosos daños en infraestructura y recursos naturales, hubo una recuperación de la isla por sí misma. “No hubo ayuda del exterior por la secrecía y seguridad institucional que debía guardarse aquí”.

Recuerda cómo la tecnología besó la tierra. Cayeron las torres de telecomunicaciones, los circuitos cerrados de videovigilancia y se descompusieron los radios. Las vías de comunicación como caminos y carreteras, pavimento, mallas perimetrales de puntos neurálgicos y del penal de seguridad máxima, instalaciones eléctricas, pozos de agua y drenaje, colapsaron. Codo con codo, personal penitenciario y PPL volvieron a la normalidad la isla, con muchas limitaciones.

Visitamos el Cefereso Laguna del Toro, de seguridad máxima. Una prisión en toda la extensión de la palabra. Se utilizaba como centro de observación y clasificación. Todas las personas privadas de libertad que llegaban al complejo ingresaban y llegaban al módulo C3. Ahí estaban un promedio de 30 días como lo marca el reglamento de centros federales para su clasificación. Salían para alguno de los otros tres centros o se quedaban en este penal, de acuerdo a lo que correspondiera a su clasificación.

Pese al régimen de seguridad máxima, el 2 de febrero de 2013 ocurrió un sangriento motín con saldo de seis heridos y un muerto, todos custodios. El fallecido era uno de los comandantes. Israel V., de 40 años, le decían “Superman” y ese día entregó su vida para salvar a sus compañeras custodias. Unos presos enfurecidos por la falta de agua potable y segregaciones le arrojaron gasolina y le prendieron fuego. Aunque fue rescatado murió días después en su natal Guadalajara.

El férreo penal es similar a los penales del continente cuenta con cuatro módulos, cada uno con dos niveles, con 16 estancias por nivel y celda para dos internos, con una capacidad total para más de 500 PPL en el edificio. Las estancias miden 3×2 metros

Los Cefereso Aserradero y Bugambilias, que completan el esquema de centros de internamiento, pero de semilibertad como Morelos, los vimos de paso, al caer la noche muy pronto. En Aserradero estuvieron quienes rozaban la fecha de compurgar por completo su condena, mientras que Bugambilias albergaba a las familias autorizadas para que les llevaran a su interno de cualquiera de los penales.

En Laguna del Toro se quedaban quienes tenían problemas de disciplina o eran clasificados como conflictivos. Personas con trastorno antisocial, generalmente más jóvenes. También si en otro centro mostraban faltas graves de disciplina, sabían que la institución les estaría esperando.

Gabriela Cerón, la última directora del complejo penitenciario, cierra dos años y medio al frente de la isla con la satisfacción del deber cumplido. Sus penales están certificados por la Asociación de Correccionales de América (ACA) y tienen las mejores calificaciones en el respeto y cumplimiento de los derechos humanos. Queda a disposición de lo que determine el OADPRS para su futuro, pues sabe que fue contratada para trabajar en centros federales y otro reto estará por venir.

Aún recuerda que antes de ser la directora llegó a la isla seis años atrás, cuando había poco menos de ocho mil PPL. Al asumir la dirección en 2016, ya había sólo 2 mil 600. No comparte la idea de que la prisión del Pacífico ya se estaba desalojando paulatinamente, sino que la disminución fue producto del trabajo penitenciario y de los jueces de ejecución. Los internos salieron antes por cumplir con su plan de actividades, no tener correctivos disciplinarios, la obtención de beneficios de Ley y una política de tener a las menos personas posibles en la cárcel, en todo el país.

Cerón se queda con el recuerdo de ver el crecimiento de sus compañeros como servidores públicos, alguno de los cuales terminaron su preparatoria y otros la licenciatura en Derecho en la isla. “Ver que mucha gente que participó durante muchos años pudo recuperar su libertad. Eso es muy satisfactorio. Ver sentenciados afuera integrados a la sociedad es también es satisfactorio”, destacó la funcionaria.

Para el comisionado del ÓADPRS, Francisco Garduño, sí existieron logros, sin embargo, sostener los gastos que se generan en el complejo penitenciario y toda la isla son incosteables. Más aún tener a los internos tan alejados de sus familias, o permitir que parejas y niños paguen una condena que no cometieron, es una injusticia.

Pese a las voces que aseguran que el modelo carcelario sí funcionaba, el comisionado explica que la decisión ya fue tomada por el Presidente López Obrador. Se cierra para convertirse en un centro cultural y de desarrollo ambiental, donde niños y adolescentes convivirán con la naturaleza a través de campamentos y senderismo. “Para los penitenciarios es una decisión polémica porque decimos ‘mis presos, mis islas, mi sistema…’. No, nada es nuestro. Nosotros somos nada más emisarios del pueblo para trabajar transitoriamente y en un tiempo por un proyecto, pero no podemos decir y apropiarnos de las cosas”.

Ya sólo se espera hacer entrega de la isla y su inventario por parte de la Secretaría de Seguridad y Paz Ciudadana a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). El personal penitenciario será readscrito a los diferentes Cefereso del país, aunque Garduño asegura que si algunos servidores públicos se quieren quedar en la Isla María Madre podrían ser transferidos a la Semarnat, previo análisis de cada caso. Del total de la plantilla, 60 por ciento son mujeres y 40% varones.

El funcionario adelanta sobre el proyecto del nuevo Centro de Educación Ambiental y Cultural “Muros de Agua-José Revueltas”: que el beneficio que tendrán más de 100 mil niños y adolescentes que puedan visitar la isla, no tiene comparación. “En verano se tiene proyectado traer a todos los ‘niños de 10’ como premio a estas islas en barcos y que tengan una estancia de entre ocho y quince días”.

Menores de otro nivel económico pagarían cuota de recuperación para conocer la flora, fauna y los vestigios carcelarios que no serán removidos. Garduño Yáñez estima que la Isla María Madre “tiene suficientes recursos para dejar el testimonio de cómo era, para que los niños vean dónde dormían los presos y son instalaciones excelentes”. Al tiempo que podrán apreciar iguanas, serpientes, boas constrictoras, pericos cabeza amarilla, tejones, mapaches, mariposas y con suerte, las especies marinas.

Debido al tema de los huracanes, que el propio comisionado refirió “es cíclico, que cada dos o tres años llegan huracanes de nivel 5 y destruyen la isla”, además de lo cansado del viaje, comunicadores que visitaron la isla se quedaron con dudas sobre la viabilidad del proyecto de llevar niños y jóvenes a dicha zona. En tanto, en ámbitos económicos se escucha la versión de que grupos de inversionistas planean establecer una ruta turística que conecte al archipiélago con destinos como Mazatlán y Puerto Vallarta, entre otros.

Autor(a)

Luis Carlos Sáinz
Luis Carlos Sáinz
Reportero desde 1989 en W Radio, Promomedios Radio, TV Azteca, Canal Ocho, Grupo ACIR, Ocho Columnas, Associated Press y ZETA; Consejero Editorial en Mural 2010-2011. Autor del libro Rejas Rotas.
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