“La sociedad actual vive inmersa en la mentira absoluta”
Jacques Derrida
La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, decidió incluir a Roma en 10 categorías diferentes. Independientemente de que Roma nos haya cautivado a muchos, es de suponer que su nominación se debió a ciertos factores un tanto ajenos a la calidad del film: el principal de ellos, indiscutiblemente es la gran actuación de una jovencita autóctona mexicana de nombre Yalitza Aparicio, quien actualmente es conocida prácticamente en el mundo entero. Dicha joven, se ganó a pulso su nominación a la mejor actriz, debido a su extraordinario y enorme talento personal que la llevó a desempeñar magistralmente el papel asignado; tomando en consideración que ella era una persona sin antecedentes previos en la industria fílmica, impresionando al frívolo mundo de Hollywood. Merecidamente, a la joven le están lloviendo entrevistas que la convertirán en una estrella. Esto es algo comparativamente similar al fenómeno observado en el pitcher Fernando Valenzuela, quien impuso la inolvidable “Fernandomanía” en el altamente competitivo mundo del mejor béisbol; ambos personajes tienen la misma característica de provenir de un medio socioeconómico poco favorecido, y además de origen autóctono, principalmente la señorita en cuestión. ¡Ojalá gane!
Por otra parte, el film toca hechos históricos sangrientos que afectaron a los estudiantes que nos manifestábamos protestando por las condiciones de un país demagógico y opresor: el llamado “halconazo” del 10 de junio, lo cual, ya de manera personal, me conmovió profundamente al recordar mi participación y resistencia aquella tarde recordada como “el jueves de Corpus Cristi sangriento” debido al crimen de parte de un grupo paramilitar emanado del sistema priista y particularmente del asesino Luis Echeverría Álvarez, entonces presidente de la República Mexicana.
El film Roma me recordó dichos hechos debido a lo traumático de lo vivido durante aquella tarde, y la encarnizada lucha que sostuvimos en las calles, en donde finalmente rescatamos el cadáver de un estudiante de medicina del Politécnico, de las mano de los asesinos, quienes intentaban desaparecerlo de la posible evidencia periodística extranjera, y a quien velamos por la fuerza en el auditorio perteneciente a la facultad de medicina de la UNAM, exponiendo su masacrado cuerpo ante la opinión pública, exigiendo justicia en contra del nefasto régimen.
No obstante lo anterior, el film no retrata (ni fue su intención hacerlo) un hecho histórico, político-social de profunda y gran importancia, emanado del movimiento estudiantil del 68; y sí retrata un episodio personal del famoso director, junto a las empleadas domésticas de origen indígena (interpretada por esta joven). Por lo tanto, fuera de unos cuantos sobrevivientes como yo, y de las personas que vivimos en 1971 en el entonces DF, esta película no aporta gran cosa para el ignorante pueblo norteamericano, que es el que finalmente paga. El hecho sangriento no es recordado ni siquiera en el México actual, tampoco fue tomado en cuenta durante esa misma época, cuando ni por enterados se dieron muchos, y hasta nuestros padres nos recriminaron que: “tal castigo nos merecíamos por comunistas”; de ahí la escasa importancia que aporta el film en el espectador estadounidense embebido en las películas de Stan Lee y sus fantasiosos personajes, interesándoles muy poco los aspectos sociales, y observando de manera indiferente a la ola de migrantes huyendo de las horribles injusticias de sus pueblos, quienes intentan derribar la puerta de la casa estadounidense que da al “alley” o callejón trasero, y que les sirve únicamente a estos para desechar la basura en México, particularmente en Tijuana: “My ugly backyard”, bajo la influencia del mandato del racista y xenófobo presidente Donald Trump.
En cuanto a calidad y originalidad se refiere, existe otro gran film mexicano, que a mi ver merecía el Óscar a la mejor película extranjera, y que incluso estuvo nominada, me refiero a Amores Perros, cuyo grado de dificultad para filmar las escenas de la pelea entre los canes, y la magistral interpretación artística del desenlace que lleva a una joven modelo a sufrir la pérdida de una de sus piernas, entre otras tantas. Transcurrió desapercibida.
Una mención muy especial en cuanto a los turbios factores que influyen positiva o negativamente en el criterio artístico hollywoodense, es la injusticia que llevó a la marginación de la magistral cinta La Pasión de Cristo, misma que ni siquiera fue mencionada por el manipulado mundo de los premios Óscar, debido principalmente a los ácidos señalamientos del director Mel Gibson; pero cuyo grado de dificultad para realizarla, y no se diga las soberbias actuaciones de los principales como Jim Caviezel en su papel de Cristo, así como los actores de reparto, fueron ignorados por venganzas racistas, muy a pesar de que el entonces Sumo Pontífice de la iglesia católica Juan Pablo II dijera, llevado por la emoción, sin intenciones de ningún tipo: “es como fue”, refiriéndose a lo que la película retrataba bíblicamente hablando.
Desde este punto de vista, en mi opinión, creo que el film Roma no reúne los requisitos suficientes para ganar un Óscar a la mejor película (y es de hacer notar que ésta se encuentra nominada dentro de la categoría al mejor film extranjero, y dentro de la categoría nacional dijéramos), muy a pesar de que en lo personal haya traído gratos y tristes recuerdos de mi propia vida, admirándola en blanco y negro, con fotografías excelentes como esa en donde se observa a un avión volando entre las nubes y reflejado en un charco de agua, y otras más que no nos da el espacio para señalar.
De cualquier forma, el pulpo fílmico sabe que la joven Yalitza se encuentra calando, y esto le conviene para explotar su imagen dentro del frívolo mundo de Hollywood, si no fuera de este modo, tanto el destino de ella como el del mismo film Roma, sería el olvido.
Atentamente,
Daniel Trujillo
Tijuana, B.C.