El día de ayer mediante los comentarios en televisión, nos enteramos que el señor Joaquín Guzmán Loera fue sentenciado a cumplir una pena de cadena perpetua en una prisión de alta seguridad acusado de varios delitos, entre otros, diversos homicidios y acciones de tráfico de droga en elevadas cantidades. Este evento, ya esperado, tiene algunas cuestiones que vale la pena comentar:
1. ¿Por qué se llevó a cabo la extradición del “Chapo Guzmán” cuando no existía orden de extradición radicado en el juzgado de Brooklyn, Nueva York y, por el contrario, sí existía orden de extradición en México valiéndose de la corrupción e impunidad?
2. Algunos testigos de la fiscalía de Estados Unidos afirmaron que el señor Guzmán sobornó a múltiples funcionarios públicos mexicanos, pero nada se comenta sobre la posible participación de funcionarios norteamericanos en la comisión de diversos delitos, entre ellos el de cohecho, corrupción e impunidad.
III. Varios funcionarios norteamericanos y mexicanos en diversos foros han hecho patente lo costoso que representa la guerra contra el narcotráfico (luchando contra un pequeño grupo de personas), y el error de las autoridades de varios países, que consiste en negarse a poner en juego políticas públicas de salud, entendiendo la adicción a las drogas como parte de un mal endémico que afecta principalmente a niños y jóvenes que buscan expectativas de vida sana, útil y eficiente.
La persecución de los grandes capos, líderes de los diversos cárteles, es ejemplo de que no es el empleo de las armas el medio adecuado para combatir el consumo de las drogas (lucha que es un distractor que no llega al meollo del problema).
Muere un líder de un grupo del narcotráfico e inmediatamente surge quien lo sustituya, esto equivale a una lucha como la que llevaba a cabo Don Quijote de la Mancha en contra de los molinos de viento, que consiste en abrirse a la guerra entre cárteles y grupos del narcotráfico cuando la solución está en apoyar a los países pobres para que puedan llevar el desarrollo económico, político y social, a aquellos pueblos que carecen de los más indispensable.
Nota: No pretendemos defender lo indefendible que es el uso de las drogas como salida lateral de una sociedad enferma, mucho menos ejercer acciones de defensa a favor del narcomenudeo, con lo que no estamos de acuerdo es que se utilice al narcotráfico para crear falsos caciques a quienes los jóvenes han convertido en ídolos, cuando lo que se debe hacer, es buscar tareas que reafirmen la necesidad de una moral social e impulsar el desarrollo económico para que los jóvenes tengan expectativas de una vida sana sin necesidad de distractores que enajenen la mente, la pérdida de la fe y la muerte de la esperanza.
Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC.