El domingo 2 de junio de 2019, en Baja California el Partido Revolucionario Institucional enfrentará su sexta derrota consecutiva en la elección a gobernador del Estado. No es exagerado decirlo, basta voltear a ver un partido que de la gloria y el esplendor sustentados en la corrupción, está en un tercer lugar nacional como fuerza política, lo mismo que en esta tierra.
Y para acabarla de amolar, dividido. La dirigencia de David Ruvalcaba no logró unir las fuerzas que intentaron que no llegara a la silla principal del Estado. Sin recursos públicos suficientes ni representaciones de cuantía en el Congreso local, y con la sombra del siempre amarrete y sospechoso ex reo de El Hongo, Jorge Hank -aliado al gobernador Francisco Vega de Lamadrid-, ese partido ha pavimentado por sí solo su camino a la sexta derrota.
Fue en 1989 cuando el PRI perdió por primera ocasión la gubernatura de Baja California. Sucedió cuando el Ejecutivo del Estado era Xicoténcatl Leyva Mortera, hoy resucitado político gracias a Jaime Bonilla en Movimiento Regeneración Nacional, y a que la gestión de Vega le ha arrebatado sin mucho esfuerzo el estigma del “gobierno más corrupto en el Estado”.
En aquel entonces, Ernesto Ruffo Appel ganó para el PAN y por primera vez en México, un gobierno estatal. Algunos ex funcionarios de Leyva terminarían en la cárcel, periodistas regresaron dinero, contratos se desecharon y se inició una época “de cambio”. Hasta que llegó Francisco Vega de Lamadrid, y todo volvió a ser como hace 30 años.
Pero en el ínterin, el PRI volvió a perder en 1995 el Gobierno del Estado frente a don Héctor Terán Terán. Lo mismo sucedió en 2001, 2007 y 2013. En tres décadas, el partido tricolor no se ha levantado de la lona política en Baja California.
Los actos de corrupción propios en el Estado por parte de quienes encabezaron gobiernos y emanaron del PRI, sumando los actos deshonestos de gobernadores priistas de otras entidades y de presidentes de la República de ese partido (como el caso de Enrique Peña Nieto), así como factores de división interna y abandono nacional, han impedido que ese partido tenga un triunfo en la elección a gobernador del Estado.
Entre los derrotados ha habido de todo: desde Margarita Ortega Villa, sacrificada política en 1989, pasando por el viejo priista Francisco Pérez Tejada, avasallado en 1995 por don Héctor Terán. Al respectado Daniel Quintero Peña que nada pudo hacer frente a Eugenio Elorduy, hasta el varias veces detenido Jorge Hank Rhon, quien fue derrotado por José Guadalupe Osuna Millán y por supuesto, el ahora embajador Fernando Castro Trenti, traicionado por el ala hankista del PRI que se alió con Vega de Lamadrid.
Y justo en este momento, cuando la oposición en el Estado tiene muchos elementos para poder alzarse con el triunfo ante un gobierno como el de Vega, alejado de la sociedad, que ha provocado manifestaciones de decenas de miles de personas en su contra, que ha sido evidente el negocio con los contratos, convenios y Asociaciones Público Privadas, que se ha enemistado con empresarios y con la academia, que como nunca fue rebasado por el narcotráfico y la inseguridad y de forma insólita debido a la mala administración, dejó a miles de trabajadores sin aguinaldo ni sueldos durante los últimos dos meses. Justo en este momento en que las condiciones para derrotar al Partido Acción Nacional están más que puestas, al PRI le apareció Morena.
Luego del arrasador triunfo del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio de 2018, y que mandó al tercer lugar de la política electoral nacional al PRI, la expectativa es que ese oleaje de simpatías electorales hacia el máximo y todos los representantes de Morena, le alcance a ese movimiento para ganar este año algunas elecciones, entre éstas las de Baja California.
Aparte, acomodaticios como son los priistas, muchos de los “cuadros” locales ya están con un pie en Morena intentando obtener una representación federal, un huesito nacional, local o una candidatura por ese partido que regentea Jaime Bonilla Valdez, quien como nunca –otra vez- logró llenar de priistas el primer acto que AMLO tuvo en Tijuana como Presidente de la República.
El abandono nacional es evidente. Mientras Marko Cortés, el joven dirigente nacional del PAN, prometió (antes de enterarse que tendría otra elección estatal en Puebla) que mudaría el CEN panista a Baja California para personalmente supervisar la campaña en un intento por retener el triunfo con todo y que “Kiko” Vega se lo haga difícil, su homóloga en el PRI, Claudia Ruiz Massieu, ni siquiera habla directamente de las elecciones en Baja California.
En la única visita que ha realizado a esta entidad, el tema se tocó de rozón, y en su ánimo no está, al menos públicamente, recuperar un Estado que perdieron hace 30 años. Lo de ellos es intentar rehacer un partido a partir delos escombros que dejó la candidatura de José Antonio Meade el 1 de julio, y la poca credibilidad que les queda luego de contar con tantos ex gobernadores en prisión, investigados o prófugos por delitos de corrupción.
Bueno, tan mal están, que a los dirigentes se les hace imposible hacer una lista de dos, ya no digamos una terna, de quien quiera anotarse para ser candidato del PRI al Gobierno del Estado. El único que sigue diciendo que quiere, ya más evidente el capricho que el compromiso, es Jorge Hank, pero con sus moños que sea de seis y no de dos años, como corresponde al siguiente periodo. Fuera del derrotado del Hipódromo, hasta Carlos Bustamante ya dijo que no y anda de la mano de Bonilla, entusiasmado con la promesa que algún día le reabrirán su casino.
Así, sin cuadros, sin dinero, dividido, sin propuestas, en el tercer lugar de las preferencias electorales y sin recursos humanos suficientes, el PRI arriba a la elección de 2019, donde lo más seguro es que sea testigo de su sexta derrota al hilo en la elección a gobernador del Estado de Baja California.
¿Alguien podrá defenderlos?