Si las acciones de un gobierno de cambio satisfacen a todos los miembros de una sociedad, algo está mal. Sí, cuando un gobierno es de quiebre con los intereses que representaba su antecesor, necesariamente las acciones de este gobierno deben molestar a quienes eran beneficiarios de las acciones del gobierno anterior.
He leído a algunos que critican porque se están sustituyendo instituciones por otras. Sí, ese es el propósito general del cambio: destruir lo que le daba sustento al interior régimen, por nuevas instituciones, normas y procedimientos y que reflejen el espíritu del cambio.
En tiempos de la Revolución de 1910, Don Luis Cabrera expresó una frase que condensa el objeto de la revolución. Dijo entonces el ideólogo agrario: “La Revolución, es la Revolución”, ubicándose en la corriente de los revolucionarios que sostienen que toda revolución tiene una etapa destructiva de las instituciones de viejo régimen y otra constructiva para edificar las nuevas instituciones que permitan alcanzar los objetivos planteados.
No nos engañemos, la Cuarta Transformación que está poniendo en marcha el Presidente López Obrador necesariamente tendrá una etapa destructiva de todo lo que daba sustento y permitía que tan sólo unos pocos se beneficiaran de las acciones del gobierno. Que esas acciones molesten a pequeña minoría que gobernaba el país y se beneficiaba de la corrupción, es señal de que se está haciendo lo adecuado. ¿O cómo le llamaría usted al hecho de que los miembros del Poder Judicial Federal, sobre todos los Ministros de la Corte, no quieran ajustarse a los principios de austeridad en los que se ha comprometido todo el gobierno federal?
Hay una solución: la reforma constitucional. Se puede cambiar la norma que impide que los miembros del Poder Judicial se escuden en su autonomía para evitar el sacrificio que se está exigiendo a todos los servidores públicos. La reforma constitucional la realiza un órgano de mayor autoridad que los tres poderes de la unión: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Si se le denomina, Poder Revisor de la Constitución, otros le llaman poder constituyente permanente. Este órgano, conformado por el Congreso federal y las legislaturas de los estados, puede cambiar las normas constitucionales y establecer que nadie, incluyendo los miembros del Poder Judicial Federal, pueda ganar más que el Presidente. Si se hace, se obligarán y no podrán alegar anticonstitucionalidad, porque ninguna reforma constitucional es anticonstitucional.
La autonomía significa resolver un asunto jurídico de acuerdo a su criterio y a las pruebas presentadas sin ningún tipo de coacción. Ganado 500 mil o 100 mil, el resultado de la sentencia la determinarán las pruebas aportadas y no el sueldo del juzgador. Pero volvamos al tema principal, va a ser difícil, pero no imposible, dentro de un sistema liberal democrático, como es el mexicano, impulsar reformas transformadoras de fondo, porque el sistema ha dotado a todos los individuos con instrumentos legales para oponerse a las acciones del ejecutivo; por ello, cada acción presidencial, independientemente de lo positivo de sus objetivos, debe ser bien pensada y mejor instrumentada.
Veo que han aumentado los críticos en las redes sociales y en los medios de comunicación, con argumentos verdaderamente amorales y ruines, como los del accidente de Puebla. Los que antes lanzaban loas hoy se regocijan de la libertad de expresión y a través de comentarios mordaces expresan su frustración y su enojo por haber perdido apoyos y protagonismo. Esto me ha hecho reflexionar, amigos, esto es una guerra silenciosa. Sin fusiles, sin armas de destrucción, pero igualmente peligrosa y mortal. Los conservadores que se han apoderado del país desde hace décadas, los que son dueños de los medios de producción, de los medios de comunicación, los que tienen de su lado a comunicadores e intelectuales importantes, están contestando de una u otra manera.
No es momento de desunión, debemos apoyar al Presidente, demostrarle en los hechos que apoyamos el cambio. Debemos ver sus propuestas siempre con ojos de futuro y no analizarlas con visión del pasado. Hay luego algunas cosas que no son como quisiéramos, de manera inmediata, pero también hay asuntos que hay que ir en etapas, no se olvide que el Presidente apenas tiene un mes al frente del país.
Sé que nos van a acusar de barberos o de que algo queremos por expresar nuestro apoyo, como si no fuera natural pelear por lo que creemos. No importa, sigamos mostrándole el apoyo a las acciones presidenciales. Y recuerden que para crear también hay que destruir. El Presidente necesita nuestro apoyo. Es tiempo de dárselo sin regateo.
Amador Rodríguez Lozano, es tijuanense. Ha sido dos veces diputado federal y senador de la República por Baja California; fue también ministro de Justicia en Chiapas. Actualmente es consultor político electoral independiente y vive en Tijuana. Correo: amador_rodriguezlozano@yahoo.com