Corría el año de 1952 cuando a la edad de 11 años llegué a la ciudad de Tijuana, después de un peregrinar desde mi pueblo natal, allá en Tecuala, Nayarit para trasladarnos con una tía y hermana a la ciudad de Acaponeta, para después tomar el tren Sudpacífico, que nos llevara a la ciudad Benjamín Hill en Sonora. De ahí tomaríamos otro tren que circulaba a ciudad de Mexicali. Finalmente, después de tantos ajetreos y de los chaca-chaca de los movimientos del tren, llegar a la estación de Mexicali y tomar un autobús que nos condujo a la ciudad de Tijuana, cuya terminal en ese entonces en la calle Arguello, entre la primera y la calle segunda, con propósito de llegar a donde vivían mis padres que ya estaban asentados en Tijuana.
Y para mi sorpresa llegué en un 4 de julio, y por la avenida Revolución y Madero no se podía transitar y desde entonces mi mente se transformó al ver cantidad de turista, algunos ya migrantes radicados en esta ciudad que tanto ha beneficiado con los connacionales; americanos, chinos, japoneses, italianos, españoles, hebreos, armenios, franceses, cubanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, costarricenses, colombianos, venezolanos, griegos, argentinos, alemanes, rusos, sirios, libaneses etc.
Todos ellos con negocios y trabajadores de la industria del turismo y otros que se dedicaban a las labores del campo. Y desde entonces de una ciudad de aproximadamente 60 mil habitantes, hasta el día de hoy con más de 3 millones de habitantes nos sorprende la migración por oleadas: la primera de los haitianos, en las que hubo algunos que les fue muy bien y pudieron conseguir una visa norteamericana y luego los centroamericanos, que buscan su traslado al país vecino. Buscan esa esperanza de sueños fastuosos que es la de buscar el milagro americano, que a veces yo creo que para unos es el paraíso, pero para otros el infierno.
Pues bien, muchos de los que ayer fueron parcialmente migrantes en los Estados Unidos, buscaron la forma del ahorro y de algunas enseñanzas fructificaron para un trabajo ordenado y digno. Ellos han hecho, y hemos hecho, a Tijuana una ciudad grandiosa a la que yo llamo “la ciudad de la oportunidades”. Lo digo a voz en cuello, Tijuana se ha hecho de la nada y gracias al trabajo tenaz de cada uno de estos inmigrantes que llegaron, muchos de ellos de pueblos recónditos de México y cuyo asentamiento en esta ciudad es un paradigma con el esfuerzo y trabajo honesto que cada migrante ha dejado y que mi recuerdo del ayer ha quedado. Entonces, que la migración masiva no nos asuste.
Hoy se han quedado muchos haitianos que vivían en uno de los países más pobres del mundo, y no por su color debemos dejarlos desamparados, ábranles las puertas a los centros de trabajo, ya que son honestos y buenos trabajadores. Y no sé si para esta última migración qué decisiones tienen que tomar. Si para beneficio y trabajo honesto y honrado, si deciden quedarse en México, sean bienvenidos y si van estar de forma negativa y no pueden lograr su sueño americano, más vale regresen a su lugar de origen.
Por lo tanto, hay que conocer qué pensamientos portan y cuáles son sus intenciones. Si son para bien, Tijuana es una ciudad de migrantes y como migrantes todos hemos hecho el bien para beneficio de este rincón tan vilipendiado históricamente y sin mucha compresión por el gobierno centralista.
Atentamente.
Dr. J. Fernando Jaramillo C.
Tijuana, B.C.