“¡Violentos, Violentos!” acusó la prensa vendida (televisoras, periódicos, radio etcétera) y las malditas, reaccionarias y policiacas “redes sociales”.
Preguntamos: ¿Quiénes son los verdaderamente violentos, los mastines policíacos que atacan sañudamente a masas inermes o a los migrantes que se defienden? ¿Cuántos muertos hubo del lado de la jauría política? Ninguno. ¿Cuántos del lado de los centroamericanos? Dos muertos y decenas de heridos.
Ahora, después de más de un mes de gran sacrificio y martirio, de lesionados y muertos, llegan a Tijuana y la policía los encierra (acatando los deseos de la clase rica en el poder) en infectos gallineros, como si se tratara de leprosos, para que su deplorable aspecto no contamine el medio ambiente. Para que la exhibición pública de sus andrajos y de su miseria no importune la vista, ni irrite los nervios de la clase burguesa “fina”, “culta” y “decente”.
Púdranse en esos albergues pestilentes y obscuros –instruye la burguesía-, pierdan la esperanza, riñan y alfilérense entre ustedes mismos, bátanse en la promiscuidad, pero en silencio, sin zaherir mi retina ni mis sensibles oídos; en “orden” y respetando la “ley”. Y sobre todo, a gran distancia, lo más lejos posible de mi presencia.
Ya el gran Carlos Marx apuntaba: “lo que no quiere la clase capitalista en el Poder, no lo quiere su gobierno”. Además, los susodichos “albergues” son auténticas prisiones. Todos. Con micrófonos, cámaras de espionaje y agentes del CISEN adentro y afuera de esos gallineros carcelarios.
Trata el maldito gobierno de que la población mexicana, que apoya de todo corazón a los migrantes, no intime ni se relacione estrechamente con ellos y así evitar que se unan en un frente popular común. El objetivo de la reacción está claro, mantenerlos aislados como si se tratara de animales feroces, que muerden y hacen daño.
A eso se debe la multitud de infundios que la prensa vendida ha esparcido amplia y resonantemente. Tiemblan los todopoderosos ante la posibilidad de que las masas migrantes y las masas pobres-proletarias mexicanas se unan; se organicen y luchen juntas. A eso se debe que el cerco policíaco se mantenga y cada día se torne más férreo y más feroz.
Sin embargo, ni en ese recinto sórdido y nauseabundo la turba fascista y Ku-Klux-Klanesca de Tijuana los ha dejado de perseguir y atormentar. Y todavía hay imbéciles que se atreven a aconsejar que no hay que armarse para contraatacar a esas bandas de desalmados. Han de esperar que los migrantes pongan la otra mejilla. Como recomienda el politicastro de sotana y agente del partido Morena, por añadidura, Solalinde.
Continuará.
Javier Antuna
Tijuana, B.C.