Antes de que Peña dejara el poder,
la Residencia Oficial de Los Pinos
fue prácticamente saqueada por su
gobierno: No hay camas, adornos,
muebles, utensilios, se llevaron todo
lo que pudieron, excepto libros.
“Así nos la entregaron”, explican
carteles. Desde el sábado 1 de
diciembre, Los Pinos es un centro
abierto “al pueblo”. La primera
promesa de AMLO cumplida.
Ciudad de México. Aun desamueblada, la mansión en donde vivió la familia del ex presidente Enrique Peña Nieto y alguno de sus antecesores, luce sobrada: decenas de recámaras o espacios, roperos más grandes que una casa de interés social, bibliotecas, un área de juegos, un comedor para 28 personas, un cine, una cocina de lujo, un cuarto antibombas y miles de metros de jardines.
Tal como lo anunció Andrés Manuel López Obrador el día que tomó protesta como Presidente de la República, Los Pinos, la residencia oficial de los últimos mandatarios y sus familias, quedó abierto al público.
Desde ese día, el primero de diciembre, quien guste recorrer los aposentos en donde Enrique Peña Nieto, su esposa, la ex actriz de Televisa, Angélica Rivera y los hijos de ambos vivieron durante los últimos seis años, puede hacerlo libremente.
ZETA acudió a la Residencia oficial de Los Pinos ubicada en un terreno de 56 mil metros cuadrados en la Ciudad de México, 14 veces más grande que la Casa Blanca en Estados Unidos.
Antes de que Peña dejara el poder, la Residencia Oficial de Los Pinos fue prácticamente saqueada por su gobierno: no hay camas, adornos, muebles, utensilios, se llevaron todo lo que pudieron, excepto libros. “Así nos la entregaron”, explican carteles colocados en algunos espacios.
Llama la atención que de las pocas cosas que el gobierno del Peña dejó intacto, son decenas de libros que están en la oficina principal, ubicada en la primera planta de la residencia.
En 2014, la esposa del presidente de la República y su hija Sofía Castro, posaron para la Marie Claire, revista internacional de modas y belleza para mujeres. En esa edición de junio de ese año la ex primera dama y su hija aparecieron en la portada que se tituló: “Redefiniendo el poder femenino”.
Una de las múltiples fotos publicadas en la revista, se convirtió en un icono. La primera dama en primer plano posó en las escaleras de la residencia oficial, echando la pelvis hacia frente con las piernas semi abiertas y el pecho exaltado; unos escalones arriba. Su hija en un vestido arriba de la rodilla, con la cabeza hacia atrás, la quijada levantada y las dos manos sobre el barandal. Fue un ejemplo de la frivolidad que rodeaba la vida del mandatario y su familia.
Cuatro años después, la estampa en Los Pinos ha cambiado. La escalera imperial en donde posaba la familia del Presidente ahora es sólo el acceso para miles de familias que decidieron ser testigos de los excesos que se vivían a cargo del erario.
La mansión cuenta con dos pisos y un subterráneo, en éste último se ubica un cine con amplios sillones de piel; un área de juegos y fiestas o bien, un casino con máquinas eléctricas (las cuales no se encuentran), un gran espacio para el lavado de ropa y planchado. Al lado del casino, un bunker antibombas en donde Felipe Calderón realizaba algunas reuniones.
Al momento del recorrido, existen varias puertas cerradas de habitaciones deshabitadas. Las obras de arte, los tapetes, jarrones, las sillas y sillones presidenciales del siglo XX, esculturas de reconocidos artistas, cuadros valiosos, bustos y candiles, simplemente no están. El propio personal asignado a las instalaciones lo confirman: “así nos la entregaron, vacío todo”.
En la planta superior se encuentran las habitaciones de la familia, con roperos de madera enormes, más grande que cualquier casa de interés social, a decir de reportes anteriores, la casa Miguel Alemán (como se le conoce a la casa del Presidente) tenía 52 cajas fuertes.
“Mira hija aquí es donde dormía La gaviota”, le ilustra una madre a su niña de unos ocho años.
En el primer piso se encuentra una cocina de lujo, un comedor con 28 sillas, una sala, la oficina del Presidente y una sala de juntas a la que curiosamente –al igual que la oficina– le fueron dejados los libros en los estantes.
En los dos primeros días de estar abierta al público, Los Pinos fueron visitados por más de 90 mil personas. De hecho, en los primeros días para poder entrar a la casa del presidente sólo hay que tener paciencia para esperar una fila de cientos de personas. En la entrada principal de Los Pinos, un arreglo floral debajo del asta bandera se encargan del recibimiento: “Bienvenido, Pueblo de México, a Los Pinos”.
Los cientos de jardines, lagos artificiales habitados por grandes peces y caminos adornados con fuentes y esculturas –entre ellas la del presidente Enrique Peña Nieto– dejaron de ser exclusivos para los invitados del presidentes y su familia que incluían cantantes, jefes de estado, artistas, empresarios y deportistas.
Ahora, son espacios en donde cualquiera puede caminar, fotografiarse y pasar la tarde.