Con la mirada de otoño frío
va aquella anciana por la vereda,
el paso firme hasta el caserío
y va cantando cerca del río
pa’ que un milagro se le conceda.
Todos sus hijos se han ido lejos
para buscar un mejor futuro,
dejando en soledad a los viejos
aunque en el alma van sus consejos
y el amor de su madre tan puro.
La anciana le sonríe a la Luna
y le cuenta sus muchos pesares,
porque ella sabe como ninguna
lo que ha sido su mala fortuna
mientras sus ojos “lloran a mares”.
Quisiera ella que esta Navidad
llegaran sus hijos por sorpresa
terminando así su soledad,
si es que tuvieran la voluntad
de cumplirle por fin la promesa.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California