José Roque García debe andar en los cuarenta años de edad.
En el expediente que sobre él realizaron elementos de la Unidad de Inteligencia de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSPE) de Baja California cuando esa institución la encabezaba Daniel de la Rosa Anaya -hoy procurador de Justicia de Baja California Sur-, se detalló que Roque fue parte del Barrio Logan de San Diego.
Aquella zona debajo del puente de Coronado que ahora atraviesa por una prosperidad urbana, financiera y cultural, pero que todavía a mediados de la década de los 90 era el centro de origen y reunión de una de las pandillas más violentas en el sur de San Diego conocida entonces, precisamente como El Barrio Logan.
Algunos de sus integrantes lo fueron de la mafia mexicana que se conformó mayormente en prisiones de Estados Unidos y con mexicoamericanos, quienes entonces residían en el Barrio Logan y desde ahí delinquían en aquel país hasta que fueron descubiertos y utilizados por Ramón Arellano Félix en el cártel que lleva sus apellidos, en lo que el depuesto narcotraficante instituyó como su brazo armado.
Cruzaban la frontera y en coordinación con el grupo de sicarios Los Narcojuniors, protagonizaron cruentos actos de violencia. Ejecutaban a los enemigos del cártel y a quienes les resultaban incómodos a los hermanos sinaloenses asentados en esta ciudad para traficar droga hacia la Unión Americana.
En esa zona se desarrolló criminalmente José Roque García, de acuerdo al expediente que sobre él tienen en el Estado y en la plataforma nacional. Fue parte del Barrio Logan y ese fue su enlace con el cártel de los hermanos Arellano Félix. Nació en San Diego, California, pero lo mismo ha delinquido aquí que en el vecino país.
De acuerdo con las fechas en que ha sido aprehendido o hay solicitudes de corporaciones de México y Estados Unidos para conocer de sus actividades, está ligado al Cártel Arellano Félix (CAF) desde la época de Ramón y Benjamín, pero su mayor actividad la tuvo cuando esa organización criminal la encabezó Francisco Javier Arellano Félix “El Tigrillo” y posteriormente Eduardo Sánchez Arellano “El Ingeniero”.
El mismo expediente en México y compartido con corporaciones policíacas del vecino país, da cuenta de por lo menos dos aprehensiones de Roque García en territorio mexicano, aunque no se tienen anotadas las liberaciones de las que fue objeto. En 2004 fue detenido por elementos del Ejército Mexicano junto a otro criminal. Ambos declararon para efectos de interrogatorio conocido, que eran parte del CAF, dedicados entre otras cosas al cobro de piso y a la extorsión. Que habían sido parte del brazo ejecutor del cártel, traficaron droga e incluso participaron en la desintegración de cuerpos en ácido.
En ese año y los siguientes, para la SSPE, Roque García se convirtió en un objetivo a seguir. Lo consideraron un miembro del narcotráfico en la clasificación de alta peligrosidad.
En 2010 fue reaprehendido, pero sin saber con cuáles elementos ni en qué momento, para 2017 ya estaba libre. De nueva cuenta era persona de interés tanto para los agentes antidrogas de Estados Unidos asentados en San Diego, California, como para las unidades de inteligencia de México.
Información que hicieron llegar a ZETA en abril de 2017, obtenida por escuchas telefónicas del otro lado de la frontera, indicaba que José Roque estaba reorganizando una célula criminal del CAF con cobertura binacional. De hecho estaba residiendo en San Diego y rara vez cruzaba a Tijuana, donde ya había sido capturado mínimo en dos ocasiones. Agentes norteamericanos alertaron a sus homólogos mexicanos y establecieron comunicación para, en caso de trasladarse a territorio mexicano, estar alertas para su seguimiento y posterior detención.
De la información tomada de las escuchas telefónicas, se compartió que Roque ya tenía de su lado a varios agentes ministeriales desleales a la corporación y corrompidos por los dineros del narcotráfico. Que incluso planeaban varios ataques, de entrada para “marcar territorio”. Uno de éstos, era atentar contra un alto funcionario de la SSPE, secuestrar a otro importante personaje y “acabar con el Semanario ZETA”. Decían que el plan era plantar un artefacto explosivo en las oficinas del periódico o en las inmediaciones de las mismas para, físicamente, destruir al periódico fundado por J. Jesús Blancornelas, quien en 1997 fue víctima de un atentado precisamente organizado por el CAF con miembros del Barrio Logan de San Diego.
Quienes trabajamos en ZETA fuimos enterados de la amenaza por elementos de seguridad. La información estaba confirmada tanto en Estados Unidos como en México. Así lo dimos a conocer a nuestros lectores, y un operativo de vigilancia y protección se dispuso alrededor del edificio del periódico, hasta que las líneas de investigación binacionales dieron por perdido a José Roque García.
Pero desde hace unos meses, este 2018, tras haber sido investigado hace un año, el identificado con el CAF fue visto de nueva cuenta. Esta vez en Tijuana y, lo más grave, acompañando a policías, de la Municipal de Tijuana y de la Estatal Preventiva (PEP).
En varias ocasiones elementos de esas corporaciones y de la Ministerial del Estado, han sido testigos de la colaboración del señalado mafioso con oficiales municipales y estatales.
Una investigación periodística y entrevistas a miembros de las fuerzas de seguridad, ha aportado más información. José Roque García se ha convertido en un informante del Ejército Mexicano, particularmente del General Gabriel García Rincón, Comandante de la II Región Militar con sede en Mexicali, y de agentes de la DEA de nueva incorporación en el sur de San Diego.
Dentro de la coordinación que el General García intenta llevar en Baja California, a pesar que el plan de seguridad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha sido dado a conocer ni puesto en práctica en esta región del país, miembros de las fuerzas civiles de Tijuana y Baja California han informado que desde ahí, en calidad de informante colaborador, les fue enviado José Roque García.
Una de sus primeras aportaciones en su rol, fue la ubicación del narcolaboratorio descubierto en Rosarito en marzo de 2018, donde se encontraron más de 200 kilogramos de metanfetaminas y otros más en producción.
De la misma manera, aseguran que se le ha visto a bordo de vehículos oficiales de la PEP y proporcionando información a elementos de Inteligencia y de la Policía Municipal de Tijuana. Lo mismo los “ayuda” a dar con cuerpos de asesinados, que les proporciona información de presuntos culpables.
Muchos de los agentes lo han visto y lo identifican porque en años anteriores fue para ellos un objetivo a detener. Se alarman de lo que sucede en la región, pero deben acatar las instrucciones de la II Región Militar y trabajar con el informante del General, quien les justifica que se lo recomendó la DEA.
Sí, la misma Agencia Antidrogas de Estados Unidos que antes buscaba para neutralizar al ahora informante.