Hoy debería llegar a la Ciudad de México. Vuelo comercial desde Tijuana. Tres horas en el aire. Más dos antes del despegue y otra entre desembarcar, recoger equipaje y pescar taxi. Listo para presentarme mañana al Juzgado Segundo en Materia de Procesos Federales. Exactamente a las 10 de la mañana. A esa hora me citaron. Lo hicieron a través del Juzgado Cuarto de Distrito en Tijuana. Si no me presento seré multado. 15 días de salario mínimo vigente en el Distrito Federal.
Éste es para mí un raro caso de la justicia mexicana. Pretenden legalmente ponerme frente a “El Bat”. Alberto Márquez Esqueda. Me disparó “en bolita” con otros nueve. Quiso matarme y no pudo. Recibió orden de Benjamín y Ramón Arellano Félix. Hace meses a “El Bat” lo capturaron de pura chiripa. Le encontraron muchas, valiosas y modernas armas. Droga. Una buena casa. Dos pisos. Varias recámaras. Lugar para guardar los autos y también para mantener el ácido listo. El mismo de la detención lo acarrearon en avión especial al Distrito Federal. Quién sabe por qué no le enviaron a “La Palma”. A menos importantes los refundieron allí. A “El Bat” lo entabicaron en un reclusorio. A las pocas semanas quiso escaparse. Alcahuetes provocaron una explosión en la entrada. Dejaron por allí abandonado un plato de tacos. Verdura. Salsa y toda la cosa. Pero retacados de dinamita. Aprovechando el estallido se fugaría “El Bat”. Pero le falló. Ni por eso lo remitieron a “La Palma”.
Márquez Esqueda es nacido en Estados Unidos. Ésa es otra de las cosas inexplicables. Metió mucha droga para los norteamericanos y el gobierno de Bush ni siquiera lo reclama. Eso sí, lo califican de maldito. Cuentan cómo deshacía en ácido a sus enemigos o secuestrados. Entre los perversos a esto le llaman “hacer pozole” o “pozolear”.
Pues bien. El juez ordenó un careo. Quiere que yo vaya al Distrito Federal. Fíjese. Cuando me disparó “El Bat” tenía residencia en Estados Unidos y también en Tijuana, donde yo vivo. Ahora preso no quieren trasladarlo a Tijuana por ser muy peligroso. Tienen miedo a una escapatoria. Consideran su transportación riesgosa. Entonces los hechos dejan ver: La policía no tiene seguridad para sacarlo del reclusorio. Traerlo a Tijuana y regresarlo al Distrito Federal.
El juez prefiere arriesgarme a mí como víctima y proteger al asesino. Por anteriores oficios conoce mi situación. Sabe cómo vivo día y noche bajo protección militar. No viajo. Rara vez asisto a lugares públicos. Hace mes y medio asesinaron a mi compañero editor Francisco Javier Ortiz Franco. Aparte hay informes oficiales de un reo norteamericano. Está por ser liberado y lo primero que quiere hacer es matarme. Cuando se encontraba libre “El Bat” me informaron oficialmente: Le ofrecieron 250 mil dólares por darme un balazo en la cabeza. Ahora Proceso reseñó la semana pasada: Los Arellano subieron la oferta. Cinco millones de dólares a quien me mande a la funeraria.
No me niego al careo pero exijo protección. No confío en la Agencia Federal de Investigación. De allí han salido muchos secuestradores y asesinos. Mis abogados solicitaron el auxilio a su debido tiempo. Reclamaron constancia de cual corporación se encargaría de protegerme. Sólo hubo una respuesta vaga del juez confirmando la exigencia de presentarme. Insisto. No se mueve al delincuente por temor, pero sí quieren que yo me transporte arriesgándome. Los mafiosos estarán pendientes a cuál avión me trepo para viajar. Sabrán exactamente la hora de mi llegada. Conocen el lugar y saben la hora de mi presentación al juzgado. Como dicen hoy los chavalos: Me “están poniendo de pechito” y no es paranoia. Es muy simple. Mientras el Ejército me proteja hay peligro.
Aborrezco escribir sobre esto. Es que sobran especialmente compañeros reporteros de Tijuana etiquetándome de exagerado. Peliculesco. Protagónico. Pero es una realidad: Tienen miedo. “El Bat” puede fugarse. Pero no les importa si en el camino me matan. Aparte: No soy abogado pero se me hace ilógico: Trasladan al Distrito Federal el juicio sobre un hecho en Tijuana. Asesinos, asesinado mi compañero Luis Valero y herido yo residentes en esta frontera. Los abogados de “El Bat” están en su papel como defensores. Aprovechan la incapacidad de la Procuraduría General de la República. En esta oficina no investigan bien para reunir pruebas. Si así fuera no habría problemas. Pero dejaron unos hoyos tan grandes en el expediente que los abogados del mafioso aprovechan. He visto los torpes argumentos de las PGR. Débiles. Fáciles para derrumbarlos. Los jueces reciben casos sin asombrarse. Ni siquiera una llamadita de atención a la Procuraduría. Desde hace años viven en las mismas. A veces les gana el soborno o el miedo. Por eso sé de algunos cuando han pedido desesperadamente cambio de tribunal. Otros terminaron ejecutados. Como los magistrados en Mazatlán cuando le negaron amparo a Francisco Rafael Arellano. Y en medio de todo eso el Gobierno, diputados y senadores ni de chiste se les ocurre buscar el remedio.
Bajo el supuesto de viajar al Distrito Federal gastaré miles de pesos. En viaje de escoltas y abogados. Hospedaje. Alimentación para todos. Imagínese. A mí me disparan y yo pago. De cada centavo y por ley debo rendir cuentas a la Secretaría de Hacienda. Tarde o temprano me auditarán. Personalmente o a mi empresa. Por eso estoy obligado a reportar los desembolsos y comprobarlos. Aparte cuándo, cómo y dónde gané ese dinero. Pero a “El Bat” no lo molestan. Tiene mucho dinero. Es intocable para la Secretaría de Hacienda. Contrabandeó mucha droga y secuestró. Fiscalmente no lo investigan. Es obligación, pero no lo hacen. Le tienen miedo. Pero eso sí, seré multado por Hacienda si no me presento. Por eso me queda muy claro en mi caso. A la justicia mexicana le importa más el asesino y no la víctima. Por si se duda: Hay declaración de los matones que Benjamín ordenó balacearme. No le han iniciado un juicio. Ni esperanzas de tocarlo. Así funciona la Procuraduría General de la República. Esa es la justicia mexicana. Ahora nada más falta que me encarcelen por no querer arriesgar mi vida.
Escrito tomado de la colección “Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en agosto de 2004.