Señoras y señores:
Ya pasamos el circo, maroma y teatro electoral y las vergüenzas de los fanáticos por la copa mundial. La vida prosigue y ahora lo que debemos medir es el pasado para ver y visualizar el futuro.
Hace medio siglo el intelectual, el politólogo e historiador Daniel Cosío Villegas, como una advertencia sutil y prudente publicó el libro “El estilo personal de gobernar” justo antes del inicio de la gestión del (des)gobierno del demagogo (“populista” hoy les dicen) de triste memoria Luis Echeverría, quien, salido del estilo izquierdista de corte tipo Lázaro Cárdenas volvió a niveles desbocados el gasto público y con la consecuente cadena de devaluaciones que a la fecha han continuado duramente con López Portillo, Salinas, Zedillo y más lentas, Fox, Calderón y Peña.
Cosío distinguía dos lados de todo político. Uno, es cuando hacen las campañas y promesas en giras políticas. Pero otro es tomar las riendas para tener que manejar los asuntos o actividades y administración de recursos. Y por eso resumía que todo político es de carne y hueso, al igual que cualquiera de nosotros, y conduce sus manejos y asuntos políticos en base a sus costumbres y hábitos, habilidades o mañas, preferencia o desagrados, en fin.
Hoy estamos a pocos días de que se dé el cambio al próximo presidente electo, o sea de poder ejecutivo federal, e inicie el Sr. López quien hizo muchas promesas electorales (al igual que antes y como siempre tantos otros) y, a quien, no por ser tontos de creerle que será brujo o curandero, ni mago que nos va subir al primer mundo por arte de magia triscando los dedos, o diciendo abracadabra, ni vara mágica, si no por hartazgo contra el PRI y PAN de entre la gente que votamos, sólo el 62% de los electores le dieron mayoría aritmética, pero de ningún modo absoluta.
Su “estilo personal” señalan varios periodistas y politólogos: primero, que es más un político de hígado (“grillero”) en vez de disciplinado en planificar razonadamente (y eso sin comparar para mal con los de E.U. pero es más al estilo de Trump que de Obama). Segundo, es un centralista (ya vemos que ha designado “visires” en cada estado). Tercero, va a ser presidencialista protagónico. Cuarto, dará lugar a grupos divididos en su gabinete.
Quinto, el cambio que ya podemos prever de esta transición no nos debe cegar, y como mucho menos dar esperanzas exageradas. Se ve cómo empezó a volver a hurgar del fondo del barril priista y perredista (y de prófugos del PAN y otros) con un montón de fósiles conocidos y curtidos como Porfirio Muñoz Ledo, Elba Esther Gordillo, etc.
Sexto, claro igual como lo hacen todos los partidos o caciques sacará a varios de los políticos y borregos de los otros partidos y a cambio meterá a los suyos que le hagan sus gustos. Eso tampoco es novedad para nadie.
Séptimo, dado que su estilo es de politizar más que de controlarse, consideran que será un ejecutivo “viajero” y que las élites de los grupos (o grupos de poder) en que se divida su gabinete van a estar intentado controlar a los tecnócratas que sean designados o queden, quienes acabarán realizando las actividades rutinarias.
Luego, ya reconoció abiertamente que los ingresos no cubrirán los gastos que prometió porque el país está en “bancarrota” y, al buen entendedor pocas palabras, le será muy difícil (sin dar marcha atrás total) evitar tener tropiezos y hasta descalabros si pretende gastar a mano llenas estilo populistas anteriores como Cárdenas, Echeverría y López Portillo. Este 2019 ya venidero no le será tan de color rosita. No nos durmamos ni engañemos.
Así, si los ciudadanos que no lo analizamos volveremos a hundirnos en desaliento y desengaño, pero con peor desilusión, si se le ve que se dedique a tirar dinero y endeudarnos por hacer proyectos exorbitantes o más “grilla” o “ayudas” a sus partidistas o “becas” a lo loco para “ninis” y otros grupos con fines de populismo y triunfalismo.
Vigilemos que tenga el sentido correcto de dedicarse menos al aspecto de la politiquería sino más bien al lado del manejo ordenado de las actividades públicas. Y sin malgastar a lo absurdo. Que en seis años no acabe en 2024 como burla de todos o en repudio ni rencor contra otro desilusionante fracasado. Serenos. Prudencia y ánimo.
Atentamente,
José Luis Haupt Gómez
Tijuana, B.C.