El narrador entregó este año “Que nadie duerma” a Alfaguara, “una novela en la que lo fantástico y lo cotidiano están entremezclados como en una aleación”, expresó a ZETA
Leer a Juan José Millás es siempre una oportunidad para abordar la realidad del acontecer cotidiano desde la perspectiva de lo fantástico, tal como ocurre en “Que nadie duerma” (Alfaguara, 2018), novela que presentó este año en una gira por Latinoamérica.
Candidato natural en los últimos años al Premio Cervantes, el narrador español no participará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) de 2018; no obstante, compartió diversas presentaciones editoriales de “Que nadie duerma” en algunas ciudades latinoamericanas como Cali, Bogotá, Querétaro y Ciudad de México.
“Me gusta siempre venir a México, a Latinoamérica en general, me gusta mucho porque vuelvo a España con un chute de energía. Europa en general, viniendo de Latinoamérica, parece un cadáver, porque aquí en México hay mucha más energía; es decir, ustedes están casi en crisis perpetua, pero esas crisis no les impide que haya una excitación cultural permanente, esa excitación cultural yo creo que no existe en Europa”, expresó en entrevista con ZETA Juan José Millás durante su gira por México, al tiempo que confesó algunos detalles no sólo de su nueva entrega, sino de su apuesta fantástica en la literatura.
DEL MUNDO RACIONAL AL DE LAS EMOCIONES
En “Que nadie duerma”, Juan José Millás cuenta la historia de Lucía, quien un día, en el edificio donde vive, es atraída por la voz de Pavarotti interpretando interpretando “ Nessun dorma” de la ópera “ Turandot ” de Puccini, cuya misteriosa melodía proviene del piso de abajo; al decidirse a investigar de qué se trata, conoce a un hombre que se presenta, por supuesto, como Calaf, el enamorado de la célebre princesa Turandot; pero para ella “Calaf” es sólo el nombre de un pájaro que tuvo de niña, así que su curiosidad la lleva a investigar sobre los protagonistas de la obra de Puccini.
Por esas fechas, Lucía ha renunciado a su trabajo en una empresa de informática, pero un día decide probar suerte conduciendo un taxi; para entonces ya está interesada en Calaf, pero de repente el inquilino desaparece del edificio, por lo que, ejerciendo de taxista por los barrios de Madrid y protagonizando a la princesa Turandot, una enamorada Lucía intentará encontrar a su Calaf.
— ¿Cuál fue el origen de “Que nadie duerma”? Es decir, una idea fantástica, una imagen de un ave, la música de Puccini, alguna plática con algún taxista…, se le cuestionó a Juan José Millás.
“Siempre empieza todo con una imagen o con una idea, digamos que es como una idea fundacional. Yo estaba tomando nota sobre una mujer que venía del mundo de la informática, que tenía su trabajo y de repente se enfrentaba a un mundo en el que los algoritmos no le funcionaban; es decir, este choque entre vivir en un espacio donde todo se explicaba de una manera racional a un mundo donde las emociones cobraban una dimensión tremenda.
“Cuando yo estaba tomando nota de los rasgos psicológicos que a mí me apetecía que tuviera esta mujer, a mí me apetecía que fuera una mujer buena, que fuera bondadosa en un mundo muy hostil, es decir, en un mundo en el que estas dos virtudes de la bondad y de la fidelidad no caben; pues cuando yo estaba tomando notas sobre este personaje, escuché de casualidad el aria ‘Nessun dorma’, ‘Que nadie duerma’, de la ópera ‘Turandot’ de Puccini, que ya había escuchado hasta entonces, o no había puesto atención porque a mí la ópera no me gusta especialmente.
“Primero leí el poema ‘Nessun dorma’, que me impresionó, luego leí el libreto de la ópera, y me di cuenta que el personaje Turandot, esta princesa china bellísima, inteligentísima, que pretenden tantos hombres que ella desprecia, tenía rasgos muy parecidos a los de mi personaje.
“Entonces, pensé que la vida de este personaje de ficción llamado Turandot y la vida de este personaje llamado Lucía de mi novela, se podían anudar, y ahí empecé a tirar del hilo, empecé a anudar realidad y ficción. Digamos que ese fue el momento fundacional de esta novela”, compartió el autor.
LA DOCUMENTACIÓN O LA TEORÍA DE HEMINGWAY
Errante, manejando un taxi, Lucía conducirá por Madrid o en todo caso por Pekín, ya que al encarnar a Turandot buscando a su Calaf, la historia empieza a tornarse también en un ambiente chino.
“Me identifico mucho con el personaje de Lucía, es decir, me identifico mucho con un personaje que no acaba de encontrar su lugar en el mundo”, refirió Juan José Millas a ZETA.
Por supuesto, manejando el taxi, Turandot (es decir, Lucía), conocerá a diversos clientes que podrían incluso llevarla a dar con el paradero de Calaf.
— ¿Fue “Que nadie duerma” también producto de su observación en los servicios de taxi?
“Digamos que el ser usuario de taxi me enseñó mucho sobre el taxi. Siempre conviene documentarse, al menos un poco, sobre aquello de lo que uno va a escribir. Indudablemente, yo he sido un usuario casi febril del taxi y eso me ha ayudado mucho a escribir esta novela; pero eso no quiere decir que sea una novela realista, no me interesa, lo que pasa es que inevitablemente si uno va a escribir sobre la cámara de gas, conviene que sepa cómo funciona la cámara de gas, aunque luego no lo utilice. Hay muchas cosas de las que uno se documenta y luego no utiliza, esto dice la teoría del cuento de Hemingway.
“Hemingway decía que lo que vemos de un iceberg no es más que el 10 por ciento, es decir, un cuento es el 10 por ciento del cuento, lo demás está sumergido, no está; bueno, pues si yo tuviera que escribir sobre el mundo de las ratas, me documentaría sobre esos animales, aunque luego no utilizara esa documentación, pero esa documentación estaría en mi cabeza y de algún modo actuaría”.
MILLÁS Y EL MUNDO DE LOS PÁJAROS
Mientras va en busca de Calaf, disfrazada incluso de la princesa Turandot, Lucía se adentra cada vez más en el mundo de los pájaros (ornitología y ornitomancia); de hecho cuando conoce -en el edificio donde vive- al hombre que escuchaba ópera “tenía la nariz en forma de pico de águila”, además, “Calaf” se llama el ave que de niña había tenido; incluso, su madre había muerto -recordaba- por el golpe de un pájaro en la cabeza.
En cierta ocasión, Turandot -Lucía, la taxista- tuvo que suspender provisionalmente la búsqueda de su Calaf, debido a una fiebre que la dejó delirando en cama.
“Mientras dormía y la fiebre oscilaba caprichosamente entre alturas que la hacían arder o profundidades que la obligaban a tiritar, se completaba la metamorfosis. Así, un día, en la segunda semana de marzo, despertó en medio de un charco de sudor frío y salió de entre las sábanas convertida en un águila poderosísima. Su cuerpo visible seguía siendo de mujer, pero su cuerpo fantasma era de ave” (página 170).
— ¿Podría hablarnos de sus referencias literarias o de la historia de la literatura a propósito de la metamorfosis de la protagonista de “Que nadie duerma”?
“La verdad es que referencias literarias no tengo. Quiero decir que tuve esta idea fantástica de una mujer cuya madre ha sido una mujer pájaro y ella hereda ese poder o esa posibilidad, y tiene ese delirio de convertirse en una mujer pájaro, pero no sé de ninguna referencia; quizá referencias que tienen que ver con el hecho de volar, ahí está el mito de Ícaro, ahí está Sísifo.
“En fin, el hecho de volar siempre ha sido identificado por el ser humano con el hecho de ser libre; esta mujer (Lucía, la protagonista) aspira a ser libre, pero no hay una referencia concreta, esto es una intención personal integrada dentro de la lógica interna de mi propia novela”.
— “Estoy contenta con mi trabajo. Gracias a él te he conocido a ti y he recuperado al pájaro de mi infancia” (pág. 131), dice Lucía a Roberta, una usuaria del taxi crucial en la novela. ¿De dónde viene entonces esta idea de la metamorfosis en algo que de hecho de niños jugamos, pero acaso se va perdiendo en la adultez?
“Quizá de ahí mismo, quizá de la infancia, quizá de la fantasía; la fantasía dual es una fantasía muy frecuente en los niños, quizá venga de ahí, pero yo tampoco estoy seguro, porque no se construye una novela del mismo modo que se construye un puente, ¿no? Siempre me ha interesado mucho el mundo de los pájaros, he leído mucho sobre ornitología y me interesa toda la mitología que hay alrededor de esto. He leído sobre la ornitomancia, que era un modo de vivir en el mundo clásico, de la adivinación del futuro a través del canto de los pájaros.
“Creo que la ópera tiene mucho que ver con pájaros, puesto que las sopranos a veces trinan en lugar de cantar, pero no podría señalar una cosa concreta porque ya digo: no se construye una novela de un modo que se construye un puente”.
LO EXTRAORDINARIO EN LO ORDINARIO
Juan José Millas (Valencia, 31 de enero de 1946), es autor de novelas como “Cerbero son las sombras” (Alfaguara, 1975), “Visión del ahogado” (Alfaguara, 1977), “El jardín vacío” (Alfaguara, 1981), “Papel mojado” (Alfaguara, 1983), “Letra muerta” (Alfaguara, 1983), “El desorden de tu nombre” (Alfaguara, 1986) y “La soledad era esto” (Destino, 1990).
También ha entregado, entre otras novelas, “Volver a casa” (Alfaguara, 1990), “Tonto, muerto, bastardo e invisible (Alfaguara, 1995), “El orden alfabético” (Alfaguara, 1998); “No mires debajo de la cama” (Alfaguara, 1999), “Dos mujeres en Praga” (Espasa, 2002), “Laura y Julio” (Seix Barral, 2006), “El mundo” (Planeta, 2007), “Lo que sé de los hombrecillos” (Seix Barral, 2010), “Vidas al límite” (Seix Barral, 2012) y “Desde la sombra” (Seix Barral, 2016).
— En su novelística pululan personajes de la cotidianidad, como la taxista Lucía, protagonista de “Que nadie duerma”. ¿Por qué le interesa lo extraordinario en lo ordinario de la vida cotidiana?
“Lo que me fascina es que lo cotidiano está lleno de misterios y sin embargo no lo vemos, y me sorprende mucho esa ceguera; es decir, hay mucha gente que para contar cosas extraordinarias tiene que viajar a otra parte del mundo. Yo creo que lo más extraordinario, lo más fantástico, lo más misterioso está en el dormitorio de la casa de enfrente.
“Me parece que la gente normal es muy rara, entonces, siempre parto de situaciones muy cotidianas, incluso muy domésticas, pero no para acentuar lo que tiene de doméstico lo cotidiano, sino para descubrir lo que tiene de misterioso”.
— ¿Cómo sabe que un acontecimiento ordinario puede ser incluso extraordinario?
“Colocándome en el punto de vista adecuado, porque lo normal es que veamos la realidad desde el sitio que nos dicen que debemos de mirarla; el escritor debe colocarse en un lugar distinto para que la realidad le produzca extrañeza, y de ese modo le produzca también significados”.
“LO QUE LLAMAMOS REALIDAD ES UN MODO DE FICCIÓN”
El lector de “Que nadie duerma” descubrirá si la princesa Turandot -entre sus peripecias de taxista- encuentra o no a su Calaf, en tanto que Lucía y Juan José Millas lo seducen hasta los delirios de la fantasía en la realidad cotidiana.
— “Resultaba evidente que le habían cortado las alas”, recordaba Lucía el internamiento de su madre pájaro previo a su muerte (pág. 80). ¿Cómo explica Juan José Millás la literatura fantástica en el mundo real?
“Es una novela en la que lo fantástico y lo cotidiano están entremezclados como en una aleación. En las aleaciones de los metales lo que ocurre es que no se pueden separar los componentes originales que la originaron.
“En esta novela, digamos que lo real y lo fantástico están anudados de tal manera que tampoco se puedan separar, forman un mismo cuerpo; entonces, no hay manera de decir ‘hasta este hilo pertenece a lo fantástico, este hilo pertenece a lo real’, porque precisamente la intención de la novela es que lo fantástico y lo real estuvieran amasados de tal manera en que formaran un solo cuerpo.
“Lo que llamamos la vida real está absolutamente hibridada de lo fantástico, puesto que la vida real es el resultado de nuestras fantasías. Lo que pasa por la cabeza, pasa tarde o temprano por lo que llamamos realidad. Si nos pasa por la cabeza una bomba atómica, la bomba atómica tarde o temprano pasa por la realidad; es decir, la vida cotidiana, lo que llamamos realidad es un modo de ficción; lo que pasa es que es una ficción consensuada, es una ficción en la que nos hemos puesto de acuerdo en llamar realidad.
“En cambio, las ficciones que uno inventa en su novela son fuera de esas reglas, pero metaforizan esas reglas; es decir, la literatura sirve sobre todo para contar una cosa, fingiendo que hago otra.
“Cuando estoy contando estas fantasías delirantes de mi protagonista, de lo que estoy hablando en realidad es de las fantasías delirantes de lo que llamamos realidad; la realidad es un delirio consensuado”.
— ¿Por qué recurrir a la fantasía en su literatura, a diferencia de las obras realistas?
“Porque yo creo que lo fantástico explica mejor lo real que la literatura realista”, lapidó Juan José Millás.