Aprovechándose de la sociedad civil, autoridades estatales, federales y municipales mantienen hacinados a miles de centroamericanos que escapan de la violencia, pobreza y olvido en sus comunidades
Para Emanuel Mejía Serrano, la vida no vale nada en Honduras. Como miembro de la comunidad LGBT (Lésbico, Gay, Bisexual y Transexual), la discriminación, el odio y la violencia fueron su motor para viajar más de 3 mil 500 kilómetros hasta Mexicali.
Durmió sus últimos dos días en un camión de pasajeros proveniente de Ciudad de México, llegó la madrugada del sábado 17 de noviembre al “albergue” de la colonia Castro, que en realidad es un centro de rehabilitación en desuso.
Pese a la poca capacidad del inmueble, las autoridades estatales hacinaron a poco más de mil 500 centroamericanos sin privacidad, muchos de ellos sin techo ni agua potable para bañarse, viviendo entre gallinas que se cruzan del rancho anterior.
A un lado había un canal, el cual les prohibieron utilizar por el peligro de infecciones por amiba libre. Poco les importó, ya que lavaron trastes y ropa. En el lugar no se encontraba ninguna autoridad de alto rango que pudiera coordinar los esfuerzos tanto de la sociedad civil como de empleados de gobierno, casi ausentes.
A las doce horas de haber llegado, les entregaron dos pequeños tacos y media cucharada de arroz acompañados de una botella de agua; también les dieron algunas cobijas, pero muy pocas. Por la falta de espacio, algunos migrantes decidieron dormir en el techo, otros lograron privacidad con un plástico o una sábana colgada en forma de casa de campaña.
No era de extrañarse que Emanuel buscara llegar al centro de la ciudad donde se encontraban otros albergues, por eso, a la mañana siguiente, alrededor de 500 migrantes tomaron sus cosas y salieron del centro de rehabilitación (ahora albergue) hacia la Zona Centro.
La Policía Municipal de Mexicali les tendió un cerco. En la calle Novena los desvió para la garita, con ello impidieron su arribo a la llamada Zona Dorada y perturbar el sueño de los más acaudalados de la ciudad.
Tampoco los dejaban descansar, los agentes los obligaban a seguir su camino para evitar que se alojaran en los jardines o parques de las colonias cercanas a la línea; su transitar los llevó finalmente hasta el primer cuadro de la ciudad, donde los albergues ya se encontraban a su máxima capacidad.
“Gracias a Dios el agua y la alimentación no faltaron, excepto antier, pero finalmente llegaron. Al pueblo mexicano se le rinden las gracias, bendición para toda la nación mexicana”, expuso Emanuel.
El migrante reconoció que en la caravana hay de todo, desde los que se van portando bien y otros no tanto, por lo que están pagando todos. Aun así, pedirá asilo en Estados Unidos y, a través de los medios de comunicación, pidió se ablande el corazón del Presidente Donald Trump.
A Emanuel lo secuestró una de las pandillas más violentas en Honduras, ahí lo torturaron y le quebraron un hombro, lo iban a matar golpeándolo con bloques de cemento cuando fue rescatado por autoridades de su país.
“Mi familia sabe que yo soy homosexual, soy cocinero y le ayudaba a mucha gente, por eso me querían, pero no para todo el mundo es caramelo, pero si la (Mara) ‘18’ me atacó y gracias a Dios me libró la Virgen de Guadalupe, siempre con la capucha en la cabeza, me liberaron los verdes, los militares del Ejército de Honduras”, indicó el migrante.
Por esa razón, no puede regresar a su país, su intención es llegar a Estados Unidos, conseguir un trabajo y comprar una casa para sobrevivir.
Según datos ofrecidos por Gustavo Magallanes, director de Atención al Migrante en la Secretaría General de Gobierno, hasta el lunes 19 de noviembre habían llegado a Mexicali 3 mil 224 migrantes, los cuales fueron distribuidos en los diferentes albergues.
Con poco personal apoyando, algunas personas se salieron de control, en el techo de uno de los albergues, muchos centroamericanos, principalmente hondureños, aprovecharon para fumar marihuana y beber licor; pese a ello, no se presentó algún disturbio.
Datos ofrecidos por la Dirección de Seguridad Pública Municipal señalan un único incidente en el Albergue Alfa y Omega de la Zona Centro, donde Rigoberto “N”, de 31 años de edad, fue detenido y presentado a las autoridades del Instituto Nacional de Migración por acosar sexualmente a una compatriota que se encontraba en las mismas instalaciones.
La mujer pidió ayuda, por lo que seis hondureños lo alcanzaron tirándolo al suelo y golpeándolo en repetidas ocasiones, finalmente los elementos municipales lo certificaron con estado de ebriedad. por lo que fue turnado a la dependencia de Migración.
VIOLENCIA Y POBREZA
La noche del jueves 15 de noviembre arribaron los primeros camiones procedentes de Hermosillo y Navojoa, Sonora, a Mexicali, por lo que la capacidad de los albergues se vio inmediatamente rebasada, sin embargo, en la mayoría admitieron a más personas de las que eran capaces de acomodar.
Se volvió una estampa ver a los centroamericanos durmiendo afuera de los albergues, debido a que no había espacio para tenerlos dentro, sólo los primeros en llegar lograron acomodarse, muchos de ellos con enfermedades respiratorias, cansados y mal comidos.
Frank Catacama Olancho tardó un mes en llegar a Mexicali, se dice agradecido con Dios y los mexicanos por apoyarlos en el viaje; él decidió salir de Honduras debido a la falta de trabajo en su ciudad natal.
“El Presidente que tenemos tiene la canasta básica muy alta y la mera ‘neta’ no lo queremos como Presidente”, afirmó.
Frank se integró a la caravana con cinco amigos y, para su fortuna, Migración no los había molestado por venir dentro del grupo de miles de hondureños. “Nuestro objetivo es llegar a un acuerdo con el Presidente de Estados Unidos para que nos dé un permiso para trabajar, nosotros no queremos perjudicarlos, nomás queremos trabajar”.
Reconoció que entre los integrantes de la caravana hay personas violentas que aprovecharon la oportunidad para intentar pasar a Estados Unidos, pero no es su caso.
El joven, quien no supera los 25 años de edad, es huérfano de padre y madre, en Honduras dejó a sus cuatro hijos con la esperanza de obtener algún trabajo de albañilería.
Catacama intentará cruzar por cuarta ocasión a Estados Unidos, las tres anteriores fue detenido por la patrulla fronteriza y encarcelado en San Antonio, Phoenix y dos deportaciones en México.
Otro caso es el de José Onamba, quien lleva un año “rodando” en México debido a la falta de alimentos y trabajo en Honduras, en cambio aquí encontró gente amable y trabajo. Para el joven de 20 años será la cuarta incursión que intentará a Estados Unidos, debido a que tiene una hija en ese país.
“Tiene 5 años, cinco años que no la veo, mi deseo es estar con ella y darle una buena educación, trabajar, ayudar a mi familia y poder sobrevivir”, explicó José, quien reconoce, gracias a los mexicanos llegaron hasta la frontera, ya que han caminado muchos kilómetros y, sin ayuda, muchos hubieran muerto en el camino.
En 2013 intentó cruzar la frontera acompañado de su esposa embarazada, la cual logró pasar y actualmente vive en Estados Unidos, por lo que ha estado luchando para estar con ella y con su hija.
“Soy pobre y necesito ayudarle a mi familia allá, estuve trabajando en México y le mandaba a mi mamá, pero no es mucho, allá todas las cosas son caras, todo mundo busca migrar porque no hay empleo, nuestro país se está quedando solo”, comentó el migrante.
A José le tocó enfrentar a ladrones, “Maras” y narcotraficantes que incluso le dispararon en el camino luego de corretearlo. Dijo que Palenque, Chiapas, es una de las zonas más peligrosas para los migrantes, ya que hay muchos integrantes de la Mara Salvatrucha, además de mucha delincuencia en Ciudad de México y Hermosillo.
“En Hermosillo sacaron como a 50 de una iglesia, los amarraron a toditos, tenían como a 30 más amarrados afuera para asaltarlos, nuestro destino final es Tijuana, para decirle a Trump que nos apoye, y si no quiere, que apoye a Honduras”, finalizó José.
VIAJE A TIJUANA
Los migrantes que se encontraban en el albergue de la colonia Castro decidieron salir de ahí y dirigirse a la Zona Centro, donde estaba el resto de sus compatriotas; finalmente, la tarde del lunes 19 de noviembre, optaron por partir a las cinco de la mañana del martes con destino final a Tijuana.
No todos accedieron, algunos migrantes se quedaron en la Capital del Estado para conseguir trabajo, otros intentarían cruzar de manera ilegal por la frontera. Por ello el movimiento se dividió, además, un grupo de monjas misioneras de Cristo Resucitado les prometió autobuses si lograban esperar por la tarde.
A las cinco de la mañana del martes 20 de noviembre -día en que miles de mexicanos se levantaron en armas por las pésimas condiciones de vida en 1910- partieron a Tijuana, algunos tomaron por todo Río Nuevo hasta Lázaro Cárdenas, otro grupo definió su ruta por Pueblo Nuevo y tomaron la calle 11, de ahí se trasladaron a la carrera Mexicali-La Rumorosa-El Hongo-Tijuana.
Cada grupo tomó su paso, por lo que el contingente se fue dispersando y, a las dos de la tarde, tenía una longitud de 55 kilómetros, según información de la Policía Federal.
Por desgracia, en el tramo La Rumorosa-Tijuana (Kilómetro 122+700) un joven de 17 años falleció luego de ser atropellado; aparentemente el chofer del auto se dio a la fuga.
Según la dependencia federal, el occiso caminaba imprudentemente sobre la superficie de rodamiento cuando fue arrollado por el vehículo, provocándole diversas fracturas, quemaduras por fricción y trauma en el abdomen. Aunque se notificó que era de origen hondureño, no trascendió su nombre.
Mientras que en Mexicali, alrededor de las cinco de la tarde del martes, las monjas cumplieron con llevarles los camiones a los migrantes que decidieron esperar, siendo transportados en seis autobuses a Tijuana, sin ningún incidente.
Según cifras de la Policía Federal, ese día se trasladaron mil 750 migrantes a Tijuana, y otros 225 llegaron a Mexicali por la tarde.