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martes, octubre 1, 2024
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La muerte inevitable

A la memoria del Sr. Obispo José Fortunato

 

La vida presente es un continuo correr a la muerte, sin que haya en esta carrera un momento de parada o disminución de marcha; todos son urgidos por igual fuerza, sin haber nadie que camine con distinta velocidad.

De hecho, para el que tuvo vida corta no transcurrió el tiempo más aprisa que para el que la tiene larga, sino que, mientras los minutos pasaban igualmente rápidos para entrambos, el término, a que con igual velocidad se encaminaba, estuvo más próximo para uno que para otro.

Cosa muy distinta es vivir largo tiempo y haber caminado más despacio: el que llega a la muerte más tarde no es porque marche más lentamente, sino porque el camino es más largo.

Puesto que has nacido, es inevitable que tienes que morir; tal es el mal que te lleva inexorablemente a la tumba.

Cuando los médicos ven a un enfermo, dicen, poco más o menos: “Este padece hidropesía; necesariamente morirá, porque se trata de una enfermedad incurable; éste tiene la lepra y es incurable; aquél está atacado por la tisis y no hay quien lo cure, necesariamente perecerá, irremisiblemente ha de morir”.

Asunto, pues, concluido: el enfermo padece de tisis, y no tiene más remedio que morir. Así lo ha dicho el médico y sin embargo, no siempre muere el tísico de su enfermedad, ni muere de la suya el hidrópico, ni acaba de lepra el que la padece. Pero es la ley necesaria que todo el que ha nacido muera, de eso muere y sin remedio.

¿Has nacido? Debes morir. Huye, toma precauciones, rechaza, compra; podrás diferir la muerte, nunca evitarla. Quieras o no, vendrá; y llegará cuando menos lo pienses.

¿Por qué temes lo que no puedes evitar? Con más razón deberías temer lo que no acontecerá si tú no quieres.

Compara estas dos cosas: muerte en un momento y penas eternas. Tienes miedo a la primera que llegará sin remedio, ¿y no temes las penas eternas, de las que te puedes librar si así lo deseas?

Mucho más importante es aquello que debes temer y que de ti depende el que no suceda; mucho más importante sin comparación lo que debes temer porque depende de ti el que no acontezca.

Vivas bien o vivas mal, has de morir: no escaparás a la muerte ni viviendo bien ni mal.

En cambio, si eliges vivir bien ahora, te librarás de las penas eternas. Ya que el no morir no lo puedes elegir, elige durante esta vida no morir eternamente.

El Creador te dice que el mundo se va a convertir en ruinas, ¿y no le presta fe? Escucha las advertencias que te hace y los avisos que te da: “El cielo y la tierra pasarán”. Esto es lo que te anuncia: “No os amontonéis tesoros en la tierra”.

Si crees en las promesas de Dios, si no desprecias sus avisos, haz lo que te aconseja, porque no te engaña el que tal consejo te dio. No perderás lo que hayas dado sino que seguirás el camino de lo que enviaste delante de ti.

He aquí mi consejo: “Da limosna a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos”. No perderás tu tesoro, lo que poseas inseguro en la tierra, lo gozarás tranquilamente en el cielo.  (Nos hiciste, Señor, para Ti, Kempis agustiniano, sobre la muerte inevitable: San Agustín. C. XI., Biblioteca de Autores Cristianos).

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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