Economistas observan que las políticas públicas impulsaron la inflación en el país más que las condiciones de mercado. Encarecimiento de productos alimenticios impactó más a la población ante estancamiento de salarios; familias mexicanas compran menos productos y trabajan más horas
Durante la administración del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, la canasta básica (alimentaria y no alimentaria) pasó de 6 mil 200 a 8 mil 400 pesos de diciembre de 2012 a la fecha. Es decir, hubo un encarecimiento del 32 por ciento, cifra mayor a la registrada en el sexenio de su antecesor, Felipe Calderón Hinojosa (28%).
Miguel Reyes, investigador de la Universidad Iberoamericana, precisó que aun cuando la carestía de los alimentos se sufrió en todo el territorio nacional, las regiones norte y centro fueron las más golpeadas, ya que el poder adquisitivo de los trabajadores perdió en promedio 24 y 22%, respectivamente, mientras que en la zona sur disminuyó 15%.
En un recorrido por supermercados, ZETA constató que adquirir 21 productos básicos cuesta por lo menos 254.97 pesos más, en promedio, que en diciembre de 2012.
Los productos cuyo precio se elevó al menos 25 pesos fueron: carne de res, pollo y pescado. En el primer caso, el costo de la milanesa de res aumentó 51.40 pesos, al pasar de 93.80 a 145.20 pesos por kilogramo en promedio.
En cuanto al kilo de filete de tilapia, en octubre se comercializó en 81.95 pesos por kilo -32.95 pesos más caro que en 2012-, y el kilo de pechuga de pollo sin hueso se vendió por lo menos 26.90 pesos más cara en tres de los cuatro establecimientos visitados por este Semanario, en comparación al costo registrado hace seis años.
Para Ana Luisa Rodríguez, el huevo muchas veces suplía el consumo de las carnes, ya que contiene proteína; sin embargo, desde hace meses no lo adquiere con regularidad. “Si lo veo muy caro, como el otro día que estaba en 60 pesos, no lo llevo”, expuso.
Algo similar ocurre con la carne. La esposa de un trabajador de una fábrica refirió que hace seis años comía ese alimento todos los días, pero en la actualidad “de tres semanas, lo hago una”. Manifestó que en otros alimentos recurre a comprar la mitad de lo que antes consumía, porque “la verdad no alcanza”.
De acuerdo con el estudio Panorama Agroalimentario, de Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), en la última década, el consumo nacional de carne de bovino disminuyó a 1.3% de tasa promedio anual.
En tanto, el consumo per cápita se redujo entre 2007 y 2016 en México, a una tasa media anual de 2.1%, al pasar de 18.0 a 14.8 kilogramos de carne de bovino.
Otra ama de casa comentó que la leche es un producto con el cual podía suplir la carestía de la carne, pero en los últimos años se ha incrementado sustancialmente, sobre todo cuando se compra por litro. Recordó que al principio del sexenio, el litro costaba 14 pesos, y ahora vale entre 18 y 20 pesos. Aunque el galón puede llegar a costar 10 pesos más que en 2012, al tener un precio de 61.50 pesos.
Entre los productos que más han elevado su precio se encuentran las verduras y frutas, tal como lo señala Guadalupe Méndez, quien consideró el encarecimiento como “un abuso”.
Aun cuando sigue comprando esos productos, debido a que tiene dos niños pequeños, adquirirlos es “un lujo, porque han subido al doble. Antes la manzana rondaba los 20 pesos, pero ahora está en 34 pesos, es mucha la diferencia”.
Añadió que hace seis años el kilo de las verduras que más se usan para guisar no costaba más de 20 pesos, pero ahora el tomate Saladette está por encima de los 25 pesos, y en algunas tiendas llega a costar más de 35 pesos.
Respecto al aguacate, la misma ama de casa afirmó que en 2012 costaba alrededor de 25 pesos, pero ahora en algunas tiendas puede superar los 50 pesos, sin contar que en algunas temporadas de la administración de Peña Nieto llegó a 90 pesos por kilo.
“El aguacate es algo que no puede faltar en mi casa, porque a mi marido le gusta mucho. Si por mi fuera, no lo llevaba porque me parece excesivamente caro”, manifestó la joven madre.
Lo mismo le ha ocurrido con el precio del limón y la cebolla blanca, cuyo costo era inferior a los 15 pesos, y en diferentes épocas de este sexenio se elevó a 60 y cerca de 30 pesos, respectivamente. En la actualidad, el kilogramo se vende entre 23 y 29 pesos.
Para poder sufragar el alza en el alimento, la familia de Guadalupe ha dejado de ir al cine y comer en establecimientos con la frecuencia que lo hacía. “Vemos las prioridades y vamos apretándonos el cinturón en otras cosas, para sufragar la comida, que no puede faltar”.
Otras dos amas de casa y trabajadoras consultadas por ZETA, mencionaron que sus esposos han tenido que trabajar más para poder enfrentar el alza. En el primer caso su pareja laboraba cinco días a la semana, pero desde hace unos meses también trabaja los sábados.
Por su parte, la señora Lucía ha tenido que recurrir a buscar “trabajo extra” que la ayude a solventar el aumento no sólo de los alimentos, sino del gas. “Antes de comprar voy al sobre ruedas y me fijo en los precios, y me llevo lo que esté más barato. Escojo la fruta que sea de temporada, o la que no esté tan cara. No siempre compro productos de marca, porque todo está muy caro”, expuso.
Aquí un comparativo de los precios en la canasta básica durante el sexenio de EPN:
POLÍTICAS PÚBLICAS ELEVAN PRECIOS
Para los economistas Miguel Reyes y Roberto Fuentes, el incremento de la inflación se debió más a las políticas públicas instauradas por el Gobierno Federal, que a las condiciones de mercado.
Tan sólo el año pasado, los precios de los productos y servicios aumentaron en promedio 6.5%, mientras que los de la canasta básica 13% en el país, “lo que significa que esos productos son mucho más variables o sensibles a choques externos”, destacó Miguel Reyes.
En ese sentido, Fuentes indicó que el promedio de la inflación general en el país fue de 4% durante la administración del mandatario priista.
No obstante, cuando se observa el crecimiento de la inflación no subyacente -aquella que integran los productos agropecuarios y los energéticos-, se observa que creció 9.15% en septiembre de este año, a tasa anual. Dicha cifra estaría más acorde con la percepción de la mayoría de la gente respecto a cómo se han encarecido los productos.
Mientras que la inflación subyacente, que contempla productos, con precios sujetos a “mercados más o menos eficientes” incrementó 3.67% a tasa anual, la diferencia entre ambos indicadores evidencia que “los precios en los que podía influir el gobierno están por encima de los de mercado”.
Es posible que el Presidente Peña Nieto utilizara los precios de los energéticos para financiar “el gasto público, subiendo el Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS) en las gasolinas, el diésel y el gas”.
En tanto que Reyes comentó que al trasladar a los consumidores el aumento en los energéticos, “se generó un shock en sus precios”, que repercutieron en la mayor parte de los costos de las mercancías, las cuales tienen un componente de transporte terrestre y, por lo tanto, de gasolina, pues el transporte terrestre es preponderante en el país.
En opinión de los especialistas, aunque el encarecimiento de los combustibles sucedió a nivel nacional, no hay duda de que Baja California fue de los lugares donde más aumentaron, impactando negativamente en el costo de los bienes y servicios. Su efecto incluso fue mayor que el incremento en el Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 11 al 16% en 2014.
Esta segunda política pública generada con la Reforma Fiscal, también decidida desde el centro del país, el alza en los precios en 2014 no tuvo precedente, ya que en Tijuana la inflación en enero, febrero, marzo y abril se ubicó a tasa anual en 5, 4.9, 4.8 y 5.1%. Mientras que en Mexicali, este indicador alcanzó 3.3, 3.4 y 3.6% durante los primeros tres meses de 2014.
Aunado a la depreciación del peso frente al dólar, cercana al 50% durante este sexenio, también ha incrementado el costo de bienes y servicios como la vivienda, anotó José Luis Contreras Valenzuela, integrante del Colegio Nacional de Economistas.
En los últimos 12 años, la carne ha aumentado alrededor de 300%; el frijol, por arriba de 250%; la tortilla, cerca de 120%; y el huevo tuvo un incremento superior al 100%. Por ello, Tijuana y Mexicali se ubicaron entre las ciudades con mayor inflación en el sexenio a concluir.
“Pese a que los índices de inflación son relativamente bajos, el poder adquisitivo de la gente no se vio beneficiado por esos precios estables”, expresó Contreras Fuentes, a razón de que los salarios nominales debieron crecer a un ritmo mayor que los precios, pero eso no sucedió.
En ese sentido, Fuentes Contreras y Reyes coincidieron en que no existe una justificación para que el salario no aumente en proporción a la productividad más la inflación que se ha tenido.
En los últimos diez años, la productividad laboral creció 20% en la industria manufacturera, lo que significa que, si este indicador incrementa 2% cada año, a esa cantidad se le tendría que agregar el 4% del aumento de precios, en promedio, de modo que el salario real debería aumentar 6%.
“Con eso dejaríamos las participaciones del capital y trabajo iguales, pero lo que sucede ahora es que aumentaron las exportaciones y los salarios permanecen estancados, la participación del salario va cayéndose”, manifestaron.
Cuando empezó el sexenio, la industria manufacturera tenía 32% de participación, es decir, 3 de cada 10 pesos se iban al salario de los trabajadores. Hoy sólo van 2.5, el resto a las ganancias y al capital de los empresarios, producto de la estrategia deliberada de contener los salarios, afirmando que si se incrementan crecerá la inflación.
MÁS POBRES, INVISIBLES PARA LAS MEDICIONES
Los especialistas consultados por ZETA resaltaron que pese al discurso oficial, el aumento en el costo de la canasta básica incrementa el número de pobres en el país.
Según Miguel Reyes, la última medición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en 2016 no refleja ello, debido a que la hizo a partir de un modelo estadístico y no con información real sobre el ingreso de los mexicanos, aunado a que emplea el índice de precios, que no necesariamente refleja cómo se ha encarecido la vida.
Para el también director del Observatorio de Salarios de Ibero Ciudad de México y Puebla, no sólo el incremento de los precios repercute en el número de pobres, también el insuficiente crecimiento económico del 2%, y la desigualdad social, por lo que tal crecimiento benefició a los más ricos y no a los más vulnerables.