Aunque les duela y les arda
el Semanario ZETA
a todos les pone en la jeta
diciéndoles la verdad
Y si la envidia fuera tiña
todos estuvieran tiznados.
Pero qué va, con la pelona no se juega,
y hasta su domicilio llegó
encontrándose en la puerta
con un bonche de pitufos con metralleta
que sin mucho esfuerzo, aniquiló.
Llegando a las oficinas, donde
a su director de las barbas rojas jaló
a un tal licenciado Francisco
y a una chavala con mucha canela
llamada Adela.
Hoy descansa el semanario con su gato
y con todo su equipo
fotógrafos, reporteros y metiches
en un panteón olvidado de la República de Choix.
Calavera de José Palma.