En un autobús repleto de viejecitos, en una gira especial para gente de la tercera edad, una ancianita le toca el hombro al chofer y le brinda un buen puñado de cacahuates sin cáscara.
Sorprendido, le da las gracias y los come con agrado. Cinco minutos después, la abuelita repite, el chofer vuelve a agradecerle el gesto y engulle los cacahuates.
Cinco minutos más tarde, la anciana viene con otro puñado. El chofer ya no puede comer más y le pregunta:
— Dígame abuelita, es muy gentil de su parte atiborrarme de cacahuates, pero ¿usted no cree que a lo mejor sus cuarenta amigos y amigas querrían también unos pocos?
“¡No se preocupe, joven! No tenemos dientes para masticarlos y sólo chupamos el chocolate que los recubre.
Autor: Anónimo de un asilo.
Amor verdadero
Una señora estaba tomando un vaso de vino sentada en el patio al lado de su esposo y dice con voz suave:
“¡Te quiero tanto, que no podría haber resistido vivir todos estos años si no te hubiera tenido!”.
Halagado y sonriente, el hombre plantea:
— Eres tú, o es el vino el que habla…
“Soy yo, ¡y le estoy hablando al vino!”.
Autor: Ex esposa.
Aceptación
El rey de la selva, o sea, el león, convoca a todos los animales a una junta urgente. Todos los animales se reúnen en el sitio de las juntas para escucharlo y ven llegar a su melenudo líder en su carro último modelo. Baja del auto y sube al estrado para hablar con voz autoritaria:
“Los he convocado para darles la orden de que el más feo de ustedes me lave mi carro, ahí se los dejo”.
Los animales empiezan a discutir quién lo hará. El pavo real dice:
“Pues yo no, mis plumas son hermosas”… y se va.
La cebra comenta:
“Pues yo tampoco, mis rayas no las tiene nadie”… y se va.
La jirafa se excusa:
“Pues yo tampoco, mi cuello largo me destaca de ustedes”… y se va.
Así van diciendo uno por uno, al final sólo se quedan el sapo y el cocodrilo. Se miran fijamente a ver quién se decide a hablar primero. Viéndose los dos a los ojos, el cocodrilo suelta al sapo:
“Mira, no nos hagamos tontos, yo lo lavo y tú lo secas”.
Autor: Un lagarto.
Jaimito
Jaimito dice a su mamá:
— ¡Mamá, mamá! Dame dinero para dárselo a un pobre señor que pasó gritando por la calle.
“¿Y qué gritaba ese señor?”.
— ¡Nieveees… lleven sus nieveees!
Autor: Pepito a dieta.
Payaso
Un payaso pide un aumento de sueldo a su jefe, éste le contesta:
“¡Qué barbaridad, veinte años trabajando juntos y es la primera vez que me haces reír!”.
Autor: Payaso sin circo.
Historia familiar con moraleja
Un profesor pide a sus pupilos preguntar en casa alguna historia familiar que tenga una moraleja para contarla a todos al siguiente día en clase. El alumno Pedro es el primero en compartirla ante todo el salón:
“Mi padre es un agricultor y tenemos pollos. Un día cargamos una gran cantidad de huevos en el mercado en una sola cesta y la pusimos en el asiento delantero de la camioneta. Cuando llegamos a un gran bache en el camino, la canasta cayó del asiento y todos los huevos se rompieron. La moraleja de la historia es: No poner todos los huevos en una sola canasta”.
El maestro felicita a Pedro y, a continuación, es el turno de Rafael para contar su historia:
“Mi padre me contó esta historia acerca de mi tía Ely. La tía Ely era ingeniero de vuelo en la guerra y su avión fue golpeado. Tenía que atacar sobre territorio enemigo y lo único que tenía era una botella de whisky, una ametralladora y un machete”.
Intrigado, el profesor le pide que continúe el relato. Rafael sigue:
“Tía Ely se bebió todo el whisky mientras estaba volando y aterrizó justo en medio de un centenar de soldados enemigos. Mató a setenta de ellos con la ametralladora hasta que se quedó sin balas. Luego mató a más de veinte con el machete hasta que la hoja se rompió. Y luego mató a los últimos diez con sus propias manos”.
Horrorizado, el maestro exclama:
— ¡Santo cielo! ¿Qué te dijo tu padre sobre la moraleja de esta historia?
“Mantente alejado de la tía Ely cuando está borracha”.
Autor: La tía Ely sobria.