Un beso me robaste silencioso
con el candor de quince primaveras
ante el vaivén del viento melodioso.
Te acercabas sediento a mi ribera
fundiéndote en mis labios de coral
con el arte de dulce enredadera.
Recorriste en mi cuerpo el litoral
con mirada impregnada de pasión
olvidando tus normas de moral.
A mi vida le diste una ilusión
con el hurto a mi boca inesperado
y amándote quedó mi corazón.
Hoy brota de mi ser lago anegado
con amarga tristeza y desazón
al pensar que de mí te has olvidado.
Aquel día te fuiste sin razón
viendo mis labios donde tú abrevabas,
te marchaste sin dar explicación
a pesar que juraste que me amabas.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California