El estado soy yo: Luis XIV, rey absolutista francés (siglo XV D.X)
El pueblo soy yo: AMLO, dictador mexicano (Siglo XXI)
Estas frases célebres han sido cuestionadas por algunos críticos, alegando que estos personajes no las dijeron, sino que otros se las adjudicaron. Probablemente sea cierto que ellos no las dijeron, pero bien que las aplicaron.
En mi comentario anterior aseveré que Andrés Manuel y su Morena no son más que el regreso del viejo PRI; por lo cual no hay nada nuevo en festejar. Si acaso podemos aseverar que el grupo Atlacomulco fue superado por el grupo del mesías tropical.
Las primeras decisiones que ha tomado nuestro héroe fue poner al frente de instituciones federales, sin consultar, a notables priistas, alegando que el pueblo (que es él) lo ha decidido así, a pesar de reclamos de sus mismos correligionarios.
Las segundas (decisiones) tienen que ver con nuevas disposiciones. Con el pretexto de ahorrar dinero al erario público decidió, nuestro ínclito y nunca bien ponderado líder, suprimir todas las delegaciones federales y sustituirlas por una sola en cada estado de la república. El rey de España Don Carlos III, en el siglo XVIII, anticipándose a la eximia sabiduría de nuestro actual líder, hizo lo mismo y nombró desde entonces Virreyes, para que ellos resolvieran los conflictos locales y cuidaran los bienes de la corona española.
Me cayó muy bien la caricatura de hace unos días del caricaturista “Pacote”, donde en la galería de Delegaciones Omnipotentes a los 32 estados de nuestra república, puso las respectivas fotografías de 32 Virreyes de nuestra época colonial.
En cuanto a la actualización de sus morenos seguidores: senadores, diputados y regidores, mejor ni hablar mucho. Un tal Bonilla, probablemente Virrey de Baja California, no ha querido entrevistarse con nuestro gobernador constitucional; que porque lo trae entre ceja y ceja, dizque por malos manejos. A lo mejor es cierto, a lo mejor no; pero su actitud no es la apropiada para un senador de nuestro estado, tomando en cuenta que también el gobernador fue electo igual que él.
Otra senadora, de cuyo nombre no quiero acordarme, malhablada, boquifloja, revanchista y borracha, denostó a sus opositores perdedores. Qué se puede esperar de alguien así. Esta gente no quiere entender que en un sistema democrático se gana y pierde con la misma facilidad, por lo cual hay que “saber ganar” y hay que “saber perder”.
Los morenos, Monarrez y Mónica, regidores de este ayuntamiento, se la han pasado todo su periodo poniéndole piedrotas en el camino a la actuación de “El Patas” (alias nuestro Presidente Municipal). No desdeño su actividad rebelde y luchadora, eso es muy loable; lo que no me parece es su falta de ética, al considerar que los apoyan y aprueban las iniciativas de “El Patas” son serviles y lacayos. Esa gente no considera que habemos muchos que no pensamos como ellos, y que tenemos todo el derecho a ello sin que se nos ofenda. Tienen el mismo lema de AMLO: “todo el mundo está equivocado menos yo”. Además ya salió el peine: estos dos se andan ahora peleando para que Morena les dé el Vo.Bo para la candidatura a la siguiente presidencia municipal. El chiste era hacer ruido para hacerse notar.
La mayoría de Morena, ahora abrumadora de las dos cámaras, se burló de los opositores perdedores en sus respectivas instalaciones el primero de septiembre. Les dije: estos morenos vienen por la revancha.
El acomodaticio Partido Verde, que antes de las dio al PRI y luego al PAN, ahora se las dio (las caricias políticas) a Morena; y éste las aceptó con todo gusto. Mi hermana la piruja se comportaba con algo más de decencia.
Una de las últimas tanteadas de nuestro eximio líder fue que, para garantizar la seguridad de los ciudadanos, habría que juntar en una sola institución al Ejército, la Marina, la Guardia Nacional, la Policía Federal, Estatal y Municipal. Para hacer esto tendrían que modificar la constitución de la república; y se andan preguntando los achichincles de “Andiós” Manuel, cómo podrían hacerlo. ¡Tan fácil! Pregúntenle a Hitler, quien, con el mismo pretexto estableció en la Alemania de los años treinta, un sistema policial en el que daba lo mismo enfrentarse al ejército o a los SS, o a los carabineros; de todos modos salías perdiendo.
Ahora andan haciendo un borlotazo con lo del aeropuerto. Dizque me van a preguntar a mí y a millones de mexicanos iguales a mí que cuál aeropuerto queremos: si el Texcoco o el de Santa Lucía. ¡Háganme el desgraciado favor! A mí qué jijos de la jinjurria me importa dónde lo hagan. Ni vivo ahí, ni uso aviones, ni me afecta su ruido. Esa consulta es una estupidez que conlleva un gasto innecesario. Amlo lo que quiere es seguir dándole “chinche” de un Riolobos, contratista que le ayudó a sacar buena feria extra en la obra de los segundos pisos en el entonces DF; tanto, que tuvo que ocultar gran parte de esas cuentas con complicidad de su mayoría en el congreso local, durante varios lustros, mientras se nos olvidaba la transa.
Ahora díganme qué hay de nuevo. El poder es un elemento que corroe las conciencias y las corrompe. Siempre ha sido así y no podemos evitarlo. “Nunca es triste la verdad (dice Joan Manuel Serrat), lo que no tiene es remedio”.
Atentamente
Antonio Galván Herrera
Correo: galhantonio@hotmail.com
Tijuana, B.C.