Dedica su vida entera
a cuidar sus hijos y esposo,
y nunca va al teatro ni al cine
por cocinar y limpiar la casa.
Por la tarde con sus amigas
conversa de penas y alegrías,
de curiosas situaciones,
o las hazañas de sus hijos.
Se ha marchado tranquila
con el rocío de la mañana,
entre rosas y violetas
rodeada de su familia.
Regresa de madrugada
para besar a sus hijos,
porque su alma necesita
decirles cuánto los ama.
Quiere que sean felices
y vuelen con alas propias,
hasta lo alto de la montaña
como águilas soberanas.
A Dios del Cielo le ruega
por su esposo, hijos y nietos,
y es que su abnegado corazón
desea el bien para todos ellos.
Allá entre lindas estrellas
los recuerda mientras canta,
alabanzas celestiales
que brotan del corazón.
Bendice a su familia
con el amor de siempre,
su cuerpo no está con ellos
pero su alma no los olvida.
Lourdes P. Cabral
San Diego. California