Es tan radiante el brillo de mi madre,
que su fulgor alumbra mi camino,
olvidándome así que mi destino,
al engendrarme, lo trazó mi padre.
Aquel que con su mano firme y fuerte
me cargaba en sus hombros jubiloso,
haciéndome sentir placer y gozo,
por tenerlo conmigo hasta la muerte.
Cuando se haya marchado de mi lado
atendiendo al llamado del Creador
que lo cobijará allá con su manto,
me sentiré feliz, no desdichado,
pues dicen que en los cielos, el Señor,
al papá que fue bueno, lo hace santo.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva.
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