Columna Invitada
Mientras que este pasado 19 de junio, la aclamada lista británica “50 Best Restaurants”, publicó su edición 2018, en donde dos grandes restaurantes mexicanos: el “Quintonil”, del chef Jorge Vallejo, se posicionó en el lugar número 11 dentro de los 50 mejores del mundo; y el “Pujol”, del chef Enrique Olvera, obtuvo el lugar número 13. Luego de darse a conocer la lista, nuestro Presidente Enrique Peña Nieto tomó su cuenta de twitter para felicitar a los restaurantes y a sus chefs por esta destacada distinción. Pero la respuesta del chef Olvera es la que se llevó los aplausos, cuando le contestó: ¿Y los niños?… eso sí es importante, refiriéndose a la crisis humanitaria que se está viviendo en varios sitios de detención en Estados Unidos, de niños inmigrantes enjaulados en centros de detención.
Esa misma tarde, pero en la ciudad de Washington, D.C., en Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, secretaria de Seguridad Nacional, se le ocurrió ir a cenar a un restaurante mexicano, en medio de la crisis en la frontera, causada por la política de separación familiar de la administración Trump. Esa tarde, Nielsen llegó al restaurante “MXDC Cocina Mexicana”, que en su publicidad promete: “cocina clásica mexicana con un toque moderno”. Parece increíble que el día que vimos y escuchamos diferentes grabaciones de niños migrantes enjaulados, los cuales pedían a gritos a sus padres; Nielsen, la ejecutora principal de la política de inmigración del gobierno de Trump, estuviera cenando en un restaurante común y corriente, como una persona normal, y mucho menos disfrutando de la comida de la misma región a la que apunta su política xenófoba.
Cuando Nielsen y su acompañante se sentaron en el restaurant para una “cena de trabajo”, uno de los comensales la reconoció en una mesa cercana, quien discretamente le tomó una fotografía y se la envió a integrantes de un movimiento en contra de la política “tolerancia cero”, que el presidente Trump está promoviendo en contra de la inmigración ilegal. Momentos después se presentaron en el merendero, un grupo de estos militantes para encararla y reconvenirla: “¡Qué vergüenza! ¿Cómo puede disfrutar una cena mexicana cuando está deportando, encarcelando y enjaulando a niños lejos de sus padres?”
Esta abogada de 46 años, desconocida por la población estadounidense hasta enero de 2017, cuando tomó posesión, es una de las personas más leales al Presidente. Cada vez que puede demostrar hasta qué punto le es fiel, lo demuestra. Prueba de ello es cómo ha repetido, palabra por palabra, los argumentos de Trump para justificar su polémica ley migratoria. El Congreso debe actuar para evitar estas separaciones, a las que obliga la ley, y presentar una reforma migratoria. Poco o nada parece importarle que el mundo entero esté consternado con las imágenes de los indefensos niños enjaulados.
Esta secretaria de Seguridad Nacional tiene sobre sus hombros, la tarea de defender la política de “tolerancia cero” contra la inmigración ilegal, que está dando como resultado: miles de familias separadas cada día en la frontera sur del país, niños que gritan: “papi”, “mami”, mientras son enjaulados. Ahí ha estado ella, defendiendo las medidas y sin mostrar ni un ápice de humanidad. Su defensa de la política migratoria es tan firme que defiende la detención, diciendo que “no son jaulas, son rejas” y que los niños están siendo bien cuidados, “mejor que en sus lugares de origen”; que pueden “jugar y ver la televisión”, además de que les dan clases de inglés. Igual que en un “summer camp”. De ahí que su presencia no pase inadvertida y menos en un restaurante mexicano.
Contrastes que tiene la vida, mientras que la débil respuesta de nuestro gobierno se limitó a un telefonema y una nota de protesta de nuestro canciller Videgaray; gobiernos de otros países reprobaron estas acciones, incluso la Unicef y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU se manifestaron en contra. El drama, lamentablemente, no termina ahí. Una de las preocupaciones de los organismos internacionales es que, en el pasado, muchos niños separados de sus padres nunca los vuelven a ver. En abril de este año, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, en inglés), encargado de la atención a estos menores migrantes que llegan solos a Estados Unidos, reconoció que la agencia “perdió el rastro” de 1.475 de ellos.
Bajo cualquier circunstancia, la historia de cómo se construyó esta crisis y su eventual solución, es mucho menos importante que la tragedia humana que han vivido los padres, madres, niños y niñas que han sido tratados como delincuentes, separados y segregados. El impacto en los menores es imposible de medir y su resentimiento contra un país que les da ese trato es predecible.
Ni hablar, mientras Trump mantiene su política como espectáculo, nuestro Presidente se limita a enviar un tweet de felicitación al chef Olvera… Así las cosas, es más importante mantener el espectáculo que la dignidad humana.
Dr. Álvaro de Lachica y Bonilla
Comisión ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste, A.C.
Correo: andale941@gmail.com