Tal vez no resulte agradable oír que Dios permite el mal en este mundo.
Quizá la causa raíz de la perplejidad brote de la falta de comprensión real
de lo que Dios es. Dios no es una persona. Dios trasciende toda descripción.
Es el Legislador, la Ley y el Ejecutor. Ningún ser humano puede arrogarse
estos poderes. Si lo hiciera, sería considerado un mero y simple dictador.
Mohandas Gandhi, “Mi Dios” (1946).
Millones de mexicanos están hartos de la maldad en sus distintas modalidades: corrupción, crimen organizado, aborto, narcotráfico, drogadicción; alcoholismo, prostitución, explotación laboral, dispendio del dinero público, salarios injustos a los trabajadores, pensiones miserables, altos costos de insumos básicos, hambre, desempleo, ignorancia, etcétera.
En otros sexenios, los lemas electorales coincidieron casi en lo mismo: arriba y adelante, renovación moral, solidaridad, primero los pobres. Y así inspirados los políticos han querido transformar la República Mexicana desde la revolución de 1910; siempre los pobres como resorte de inspiraciones y discursos.
Con México, Dios ha sido benévolamente, generoso con su gente y en sus recursos naturales. No ha sido necesario, desde las reformas de don Benito Juárez, luchar violentamente para imponer un gobierno “teocrático”. La fe tiene su lugar respetado en el acontecer mexicano de modo especial, invariablemente desde diciembre de aquel 1531, cuando la Virgen de Guadalupe se revela al pueblo a través de la persona del humilde indio mexiquense, Juan Diego Cuauhtlatoatzin (El Águila que Habla).
El primer presidente del México Independiente cambió su nombre al de Guadalupe Victoria (en honor a la Virgen guadalupana), y Andrés Manuel López Obrador se registró como candidato de Morena, el 12 de diciembre de 2017.
Tras la Independencia surgieron instituciones como el Partido Católico Nacional al que perteneció el zacatecano Ramón López Velarde, el célebre poeta de la Suave Patria: “El Niño Dios te escrituró un establo; y los veneros de petróleo el diablo”. O como canta Alberto Cortez: “Juan Comodoro buscando agua encontró petróleo, pero se murió de sed. Dios se la había bebido” (pobrecito mi patrón).
A estas alturas del juego electoral, se han quedado sin registro el supuesto partido de los “cristianos”, el PES, y el Panal, fundado por la maestra Gordillo.
¿Qué puede descubrirse en Morena más allá del supuesto “conservadurismo” del PES?
Lo explicó el antropólogo Elios Masferrer en torno a los pobres católicos de comunidades como Chiapas, Guerrero, Oaxaca, es decir, del sureste de México. Aquellos millones de mexicanos indígenas hartos, como diría el Obispo Samuel Ruíz: “En Chiapas parece que nunca llegó la revolución”. En todos los estados del país hay gente y caciques; los que viven en la pobreza y los que viven en la opulencia.
Cuando se habla de Rusia, ha sido tanta la propaganda antisoviética que por propia cuenta, uno debe buscar la verdad. Antes de los bolcheviques, Rusia era gobernada por los famosos zares en una especie de régimen político teocrático, inspirado supuestamente en Dios. Antes de la revolución bolchevique de 1917, las advertencias de una regeneración nacional no fueron escuchadas por los zares. Pensadores sencillos y profundos como Soloviov y Berdiaev, no solo fueron ignorados, sino perseguidos por recomendar de los gobernantes. Otorgar justicia a un pueblo pobre y explotado.
No es extraño que en México ya se haya hablado de una “renovación moral” que para muchos terminó en una “renovación del morral”, en el sexenio de don Miguel de la Madrid.
Para el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, el sexenio 2018-2024 es una oportunidad histórica, como muchos lo han expresado. Así pues, que finalmente la filosofía de la Revolución Mexicana sea una realidad modesta al menos para millones de personas que no tienen lo necesario para vivir dignamente; y que todos podamos ayudarnos y ayudar al gobierno a lograrlo.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali. Correo: saeta87@gmail.com
