A propósito de estos tiempos de elecciones, donde nuestro voto, en suma con el de los demás, representará la fuerza necesaria para lograr el cambio de gobierno que se considera necesario para mejorar el nivel de vida o una más acorde forma de gobernar; tiempos en que se han desbocado los aspirantes a un puesto de elección popular, y otros ya en funciones, han solicitado permiso para contender por otro puesto (obviamente mejor pagado); incluso, algunos ya pensando en una gubernatura.
Me permitiré tomar algunas fracciones del libro “Del espíritu de las leyes” del Conde de Montesquieu, para que se den un tiempo y las lean a fin de que reflexionen un poco en cuanto a sus acciones y maneras de actuar en ese puesto que tanto anhelan y que de llegar a ocupar, recuerden que sus actuaciones deben ser imparciales en cuanto a su aplicación y cumplimiento, ya que estarán trabajando para el pueblo y por el bienestar del pueblo, a quien deberán servirle con honradez, decencia, transparencia y eficiencia; sobre todo para no anteponer los intereses personales (cosa que veo muy difícil) a los intereses de la ciudadanía.
1.- “Es indudable que cuando el pueblo da sus votos, estos deben ser públicos; otra ley fundamental de la democracia. Conviene que el pueblo vea cómo votan los personajes ilustrados y se inspire en su ejemplo. Así en la república romana, al hacer que fueran secretos los sufragios, se acabó todo; no teniendo el populacho ejemplos que seguir, se extravió conscientemente. Pero nunca los sufragios serán bastantes secretos en una aristocracia, en la que voten únicamente los nobles, ni en una democracia, cuando se elige el Senado, porque lo importante es evitar la corrupción del voto”.
2.- “Se corrompe el sufragio por la intriga y el soborno, vicios de las clases elevadas; la ambición de cargos es más frecuente en los nobles que en el pueblo, ya que éste se deja llevar por la pasión. En los Estados en que el pueblo no tiene voto ni parte en el poder, se apasiona por un comediante, como lo hubiera hecho por los intereses públicos. Lo peor que pueda suceder en las democracias es que se acabe el apasionamiento, lo cual sucede cuando se ha corrompido el pueblo por medio del oro; se hace calculador, pero egoísta; piensa en sí mismo, no en la cosa pública; le tienen sin cuidado los negocios públicos, no acordándose más que del dinero; sin preocuparse de las cosas del gobierno, aguarda tranquilo su salario”.
3.- “La corrupción irá en aumento, así entre corruptores como entre corrompidos. El pueblo se repartirá los fondos públicos; así como ha entregado a la pereza, la gestión de los negocios públicos; añadirá a la pobreza el lujo y sus encantos. Pero ni la pereza, ni su lujo le apartarán de su objeto, que es el tesoro público. No hay que admirarse de que, por dinero, venda los sufragios. No puede dársele mucho al pueblo sin sacarle más. Pero tampoco puede sacársele algo sin transformar el Estado. Cuando más parezca sacar provecho de su libertad, más próximo estará el momento de perderla. Se forman tiranuelos con todos los vicios de uno solo. Y la poca libertad que quede llega a hacerse inaguantable: surge un solo tirano y el pueblo pierde hasta las ventajas de su corrupción”.
4.- “La corrupción llega al colmo cuando los títulos o funciones son hereditarios; ya los privilegiados no pueden tener moderación. Como sean pocos, su poder aumenta, pero disminuye su seguridad; de suerte que, aumentando el poder y disminuyendo la seguridad, el exceso de poder es un peligro para el déspota”.
5.- “En otros tiempos, la riqueza de los particulares formaba parte del tesoro público; ahora es el tesoro público patrimonio de los particulares. La república es un despojo y su fuerza no es ya más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos”.
En cada uno de los numerales que anteceden, están los mensajes que parece fueron hechos para los políticos actualmente en funciones y los que quieren serlo, en estas elecciones. Ya que no es difícil entender que, a pesar del tiempo transcurrido, parece que este libro lo acaban de imprimir, lo cual nos indica que pocos cambios han tenido los funcionarios públicos y su manera de gobernar.
Pasan y pasan los años, y la voracidad y hambre de poder, de dinero, no se les acaba. Entre más tienen, más quieren; es tanta su ambición de poder y riqueza que no les importa delinquir malversando los fondos públicos y otras “cosillas más”, entre estas últimas, los moches por las licitaciones en el otorgamiento de contratos y otras muchas linduras más.
Esperemos que el nuevo gobierno, que por nuestro voto llegue a ocupar la presidencia de la República, haga los cambios necesarios para equilibrar la balanza entre gobierno y gobernados; recordando que lo más importante es velar por el bien común. Debiendo considerar la posibilidad de reducir los sueldos de todos los servidores públicos, porque la verdad sea dicha; están percibiendo sueldos de cantidades estratosféricas que ni trabajando las 24 horas lograrían devengar. Tal parece que la sospecha que siempre ha existido en la ciudadanía es cierta, porque nos dan la impresión de que “su gran espíritu de servicio no es pensando en servir al pueblo, sino servirse del pueblo”.
Respetuosamente,
Alfredo Flores Zamora
Correo: ocretle54@hotmail.com