Las horas pasan como trenes
en el reloj de la Iglesia,
cuando se desnuda el alma
en aquel papel en blanco.
Estrella que se columpia
en viejo cordel de plata,
y pluma que presurosa
vuela cual golondrina.
Descalzos pies en la arena
en busca de inspiración,
y al rostro besa la brisa
ante el arrullo del mar.
Hasta este sendero llega
el son de las grandes olas,
mientras en ellas se mecen
dos cisnes cual perlas blancas.
Durante la edad temprana
el tiempo pasa muy lento,
y cuando el invierno llega
las horas se van como el agua.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California