Ediciones Era y la Universidad Autónoma de Sinaloa reeditan “El rostro de piedra”, novela histórica de Eduardo Antonio Parra sobre las pasiones y contradicciones de Benito Juárez: “Siempre se ha dicho que Juárez era absolutamente impasible y yo no me creía esa cuestión del rostro totalmente sin expresión, yo decía, ‘adentro tiene que haber habido un volcán de pasiones’, y la principal era la pasión por el poder”, expresó el narrador a ZETA
La novela definitiva sobre Benito Juárez, sus pasiones y contradicciones, la escribió Eduardo Antonio Parra. Entregada a Grijalbo en 2008, la obra estuvo agotada en librerías en los últimos años. Por fortuna, a una década de su aparición, Ediciones Era y la Universidad Autónoma de Sinaloa reeditaron la novela del narrador mexicano en 2017.
“Al principio me fue muy bien, la novela se movió bastante, se vendió mucho; fue un tiraje de salida de 16 mil, algo para mí inédito, y luego se reimprimió tres o cuatro veces, de inmediato. Pero llegó un momento en que ya no la imprimieron, dejó de estar en librerías, desapareció del mercado completamente”, expresó Parra a ZETA sobre el título “Juárez. El rostro de piedra” (Grijalbo, 2008).
“Definitivamente es el libro que más se ha leído de los que yo he escrito. En Era se ha movido bastante bien, en Era no sacaron un tiraje monstruoso pero supongo va a seguir reimprimiéndose conforme se vaya acabando; Ediciones Era siempre te mantiene en catálogo, eso es algo buenísimo, ya cuando se empieza a disminuir el número de ejemplares en bodega mandan a reimprimir inmediatamente para que no vayan a faltar”, complementó gustoso Parra, para posteriormente contar a este Semanario los claroscuros del prócer mexicano.
LAS PASIONES DEL INMACULADO
Más allá del pastorcillo de ovejas en Guelatao que llegó a ser Presidente de México, las escuetas versiones oficiales de los libros de texto o solo el autor de “El respeto al derecho ajeno es la paz”, Eduardo Antonio Parra indaga en el personaje de pasiones y contradicciones.
“Encontré varias vetas humanas interesantes, creo que era un personaje que tenía muchas dudas, muchas taras, traumas sicológicos, pero logró salir adelante. Es uno de los hombres más interesantes e importantes de este país, pero al mismo tiempo era muy contradictorio, eso me llamaba la atención. La gente decía que Juárez era nuestro héroe inmaculado, y yo decía ‘no puede ser, tiene que tener un lado negro’, y por supuesto que lo tiene, tiene varios, eso fue lo que indagué para ponerlo a la vista. Era un hombre obsesionado por el poder, un hombre con alma de dictador, pero aun así pasó a la historia como uno de los hombres más grandes del país”.
— ¿Por qué te interesó Benito Juárez y no otra figura de la historia nacional?
“Juárez es el que inventa el presidencialismo mexicano, es decir, el Presidente como poder absoluto, pero quizá era el menos novelesco, era el que menos te daba para una novela de aventuras, para una novela movida. Si agarras a ‘Pancho’ Villa tienes una novela divertidísima de principio a fin; aquí como que estaba ante un páramo, porque es menos novelesco, porque era aparentemente el héroe inmaculado de México, pero yo sabía que tenía que encontrarle sus manchitas y se las encontré, por supuesto, y además había que mostrarlas un poco.
“Y por otro lado, porque siempre se ha dicho que Juárez era absolutamente impasible y yo no me creía esa cuestión del rostro totalmente sin expresión, yo decía, ‘adentro tiene que haber habido un volcán de pasiones’, y la principal era la pasión por el poder, el amor por su mujer, el amor por la familia, pero también un chorro de rencores.
“Tenía un resentimiento indígena yo creo que muy justificado porque era una época en que el racismo -si de por sí todavía está bastante rampante ahorita en México-, estaba a todo lo que daba, y Oaxaca era una de las ciudades más racistas de México; todo ese tipo de cosas me llamaban la atención y, cuando me pongo a investigar acerca de él, empiezan a salir cosas que me interesan cada vez más. Todas sus contradicciones internas me parecieron fascinantes”.
“ENFERMO DEL PODER”
En “El rostro de piedra”, Eduardo Antonio Parra propone un vaivén por el tiempo de Benito Pablo Juárez García entre 1871 y 1872 previo a su muerte (21 de marzo de 1806-18 de julio de 1872), regresando a su última prisión entre 1857-1858, o pasajes memorables como “El año negro” (Palacio Nacional, 1861), “Lo llamaban Huitzilopochtli” (Palacio Nacional, 1871), entre otros, entrelazados por la memoria narrativa de sus personajes.
“En el momento actual, que es de 1871 a 1872, mi idea principal fue que era ya un Juárez perfectamente solitario, completamente abandonado por todos; en el transcurso de la trama y de la historia, todos los que estuvieron a su lado lo fueron abandonando, se fueron volteando, sí, lo fueron dejando para competir con él, para combatirlo, y justo empieza el ‘momento actual’, por decirlo entre comillas, de la novela, es cuando Margarita muere, que era su último apoyo.
“Juárez es ‘el gran solitario de Palacio’, me gustaba mucho ese título pero ya lo tenía René Avilés Fabila, Juárez es el gran solitario de Palacio abandonado por todos, es el prócer, nuestro héroe más limpio en la historia del panteón nacional, pero resulta que no es tan limpio como nos lo habían dicho.
“Juárez era una persona que no hubiera soltado la Presidencia si no se muere, eso lo sabemos todos, lo saben los historiadores, hasta hay un danzón que dice ‘… si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría…’. O sea, seguiría en la Presidencia. De alguna manera está abandonado, pero el poder lo deja completamente solo y abandonado, podemos decir hasta triste, un poco paranoico y enfermo del poder”.
“LA SEGUNDA PERSONA ES COMO LA VOZ DE LA CONCIENCIA”
La maestría narrativa de Eduardo Antonio Parra se consuma en “El rostro de piedra”. El autor explora una narrativa que combina la primera y tercera, sobre todo la segunda persona en que Benito se dirige a sí mismo como Pablo: “No, a ése (Santa Anna) no hay nada que aprenderle. Si acaso a no cometer los mismos errores, Pablo”, se dice Benito en la soledad de Palacio Nacional.
— ¿Podrías abundar en esta técnica de mezclar las tres voces en singular, donde destaca la segunda persona o, en todo caso, cuáles son tus influencias literarias al narrar?
“Creo que donde yo lo vi, ya hace muchos años, fue en Juan Goytisolo, sobre todo en su novela ‘Señas de identidad’ (Alianza Editorial, 1966) que a mí me marcó mucho, la he leído varias veces, pero la leí la primera vez cuando tenía como 18 años y sí me impactó muchísimo el uso de la segunda persona.
“‘Señas de identidad’ es una novela bastante autobiográfica, aunque es ficción, cada vez que quiere llegar más hondo en las cuestiones de conciencia o en las cuestiones más o menos vergonzosas, usa la segunda persona; entonces, a partir de ahí me llamó mucho la atención esa técnica.
“Siempre he pensado que la segunda persona es como la voz de la conciencia, la voz que se atreve a confesar cosas que la primera persona no confiesa y que la tercera tampoco; entonces, por eso me metí mucho en esta cuestión.
“Creo que le da también cierto ritmo, cierta variedad a la prosa, supongo que al principio puede destantear un poco a los lectores, pero ya que se acostumbran se van metiendo cada vez más en el personaje.
“Ya lo había probado mucho en cuentos como técnica, y me gusta, se me hace que es una manera de acercar más al personaje al lector, de quitarle todos los tapujos, de quitarle todos los velos para que el lector lo pueda aprehender desde diferentes puntos de vista al mismo tiempo; esa simultaneidad creo que lo hace bajar más escalones, está en el alma humana del personaje. Cada vez que aparece la técnica es para explorar los recuerdos del personaje, es una manera de hablarte directamente a ti como personaje o a ti como persona, como diciendo ‘no te hagas, ya suelta la neta’.
“Esto yo lo digo en los talleres que doy: Cuando estamos realmente alterados o preocupados por algo, solemos hablarnos en segunda persona, dices ‘no te hagas’, te regañas, es como un desdoblamiento de la personalidad, pero esa segunda persona de alguna manera jala todo lo que hay hasta mero al fondo, ésa es la idea”.
LOS DELIRIOS DE BENITO
Uno de los capítulos fascinantes de “El rostro de piedra” corresponde a la agonía de Benito Juárez en Palacio Nacional, donde sus delirios deambulan por su niñez o el infierno de la “Comedia” de Dante, entre otros limbos.
— Por momentos, en el lecho de muerte, cuando Juárez está delirando, viene a la mente el protagonista de “La muerte de Artemio Cruz”, de Carlos Fuentes. ¿Hay una idea o exploración de cómo concebir la muerte en la soledad?
“Probablemente en lo que yo estaba pensando en ese capítulo era en ‘Ciudadano Kane’, se supone que es el hombre más rico del mundo, y dice unas palabras que resultan enigmáticas para todo mundo, de hecho durante toda la película investigan qué significaban esas palabras: era el trineo que usaba de niño lo que extrañaba.
“De alguna manera, creo yo, cuando uno ya está en los momentos finales, son los momentos de felicidad de la niñez; en este caso, Juárez se pone a hablar en zapoteco con su criado y empieza a recordar lo que es la Sierra de Ixtlán, eso fue una de las cosas.
“Hay muchos libros que me sirvieron de modelo: por supuesto, releí hasta el cansancio ‘Memorias de Adriano’, de Marguerite Yourcenar; pero hubo otro que también me fascinó y que es menos leído, me parece una de las grandes novelas del Siglo XX, ‘La muerte de Virgilio’ de Hermann Broch, de hecho toda la novela es la agonía de Virgilio. A mí me fascinó esa descripción de la agonía porque a partir de la agonía está recordando toda la vida anterior; ‘La muerte de Artemio Cruz’, por supuesto.
“Hubo muchos libros que me sirvieron de modelo, me sirvieron de soporte y de repente, cuando ya me atoraba, volvía a ellos. Pero te voy a decir: al que más volví fue a ‘Señas de identidad’, de Goytisolo, como que siempre me prendía para volver a retomar la novela”.
LA HISTORIA A TRAVÉS DE LA LITERATURA
Para concluir la entrevista, se le solicita a Eduardo Antonio Parra su argumento sobre las posibilidades de la literatura para narrar la historia, sin abusar de los datos históricos.
“Creo que hay como tres o cuatro vertientes que son muy distintas: una es la historia novelada, que es cuando un historiador se pone a contarla como si fuera un novelista y no le sale normalmente; o sea, cuando un historiador está haciendo historia novelada, no le sale a menos que escriba muy bien y por lo regular los historiadores no escriben muy bien. Está la biografía novelada, tampoco me gusta. Y está la novela histórica, me gusta la novela histórica. ¿Qué es la novela histórica? Es agarrar un periodo de la historia y meter todo lo que puedas de ficción; creo que ahí está la gran diferencia: si tú escribes historia novelada o biografía novelada, vas a seguir una especie de mapa y vas a rellenar simplemente.
“En cambio, cuando estás haciendo novela histórica creo que te estás metiendo a tratar de imaginar lo que no te dice la historia; en este caso, para mí, toda el área de oportunidad, por decirlo así, era el pensamiento íntimo, interno, de Benito Juárez, eran los diálogos con sus amigos, los diálogos con su gente cercana.
“Al principio, cuando estaba escribiendo la novela, recuerdo que estaba medio perdido, tenía demasiados datos y no tenía ese tipo de asideros de la imaginación, pero me lo dieron las cartas de Juárez, en las cartas de Juárez entendí más o menos cómo era él, cómo hablaba, cómo trataba a los demás y los podía tratar como perros o los podía tratar como dioses, o sea, como cualquier ser humano. y dije ‘a partir de aquí me voy a arrancar’”.
— ¿Qué es lo más importante al crear ficción de un personaje histórico sin falsear la historia?
“Creo que lo más importante es tratar de comprender al personaje, llegar a comprenderlo y darlo a conocer cómo era por dentro, todo lo que no te dicen; en este caso yo decía ‘todos conocemos a Juárez, en cada pueblo de este país hay un busto de Juárez, en cada pueblo de este país la calle principal se llama Benito Juárez’. Todo mundo piensa que lo conoce, pero lo que conocen es la leyenda dorada de la geografía, la del pastorcito que llegó a Presidente y todo este rollo; entonces, penetrar en él, darlo a conocer y mostrarlo como el ser humano que era, yo creo que eso es lo importante”.