Política Breve y de Emergencia
El resultado de las elecciones mexicanas de 2018 es simplemente contundente, definitivo y para algunos, lapidario. En pocas palabras, redefine la participación y la geografía política de la nación; de tajo y en las urnas ubica ahora sí las intenciones pacíficas de cambio de una sociedad que entre maniqueísmo y buenas intenciones, tardó 30 años confeccionando una incipiente democracia electoral. Pero para los derrotados, no tiene sentido.
¿Sorprendidos? El PRI y el PAN se comportan como quien no encuentra la explicación y le es más cómodo repartir culpas ajenas y propias, pues 12 años no les fueron suficientes para tomar conciencia sobre la emergente fuerza insurgente que había encontrado canal y ruta en el sufragio y que difícilmente podría seguir siendo seducida por la superflua apariencia estética de un candidato, como tampoco sería movida por la histeria colectiva, simplemente porque la mayoría del electorado ya no tiene miedo, ya no tiene nada que perder.
El autodenominado verdadero contendiente, Acción Nacional, vive hoy el peor de sus momentos como partido opositor y no solo en la historia reciente. El PAN solo logró el 17.65% de los votos totales, un porcentaje semejante al 17.07% que recibió Manuel Clouthier, su candidato en la elección presidencial de 1988, hace exactamente tres décadas. En diputados federales, el PAN logró solo 82; menos de los 88 que conquistó en 1991, hace 27 años, y 20 más de los 51 que logró en 1982.
El otrora invencible partido aplanadora, el Revolucionario Institucional, fue sometido al juicio político del sufragio, y en la siguiente Legislatura federal será la cuarta fuerza, por debajo del Partido del Trabajo. Aún con los partidos de su alianza, el reciente resultado electoral solo le alcanza para significar nacionalmente una eventual fuerza de tercera posición, por supuesto, todo a pesar de ser el partido que aún gobierna nacionalmente.
Perdidos los partidos políticos, solos o con sus coaliciones participantes, no por la derrota electoral exclusivamente, sino más bien porque quisieran encontrar la correcta manera de explicar su circunstancia e iniciar su corrección; derrotados y perdidos, pues el resultado de los comicios a querer, o no les pone en duda la traza ideológica alcanzada o extraviada. La explicación en el error del planteamiento estratégico simplemente no es suficiente, no les da.
Cuando se pregunten, pero con auténtica intención de conocer la verdad, cuando quieran saber qué fue lo que sucedió el 1 de julio de 2018, día en el que perdieron las elecciones de México, y las explicaciones simplistas de haber vivido una derrota a manos del “fenómeno López Obrador” ya no les alcancen (que una y otra vez niegan haber conocido anticipadamente); tal vez el análisis deba empezar por el concepto más general, ese que necesariamente considere el fracaso del modelo político económico aplicado durante más de tres décadas, porque casi la mitad de los mexicanos viven en la pobreza (53.4 millones de personas, según Coneval) y eso también parece sorprenderles. Cuando decidan iniciar por ahí, precisamente ahí, entonces podrán explicarse casi todo, y después, ojala, sentir una profunda vergüenza.
Que la historia lo registre.
—Diputada, ¿cómo estás? Dejé pasar estos días para no ser impertinente, pero sigo con la gestión, espero haya oportunidad de resolver.
—Saludos, aquí, trabajando aunque con la duda, je, je. ¡No vimos las placas del camión que nos pasó por encima!
—AMLO 2018, diputada.
Botón rojo.- El “Patas” Gastélum, alcalde de Tijuana, dijo que no está pensando en reelegirse. Algo bueno al fin, la verdad, nos tenía con la preocupación.
Salvador Morales Riubí, político tijuanense, ha sido funcionario municipal y estatal. Actualmente es empresario y consultor en temas de salud y relaciones públicas. Correo: smriubi@yahoo.com