Anduve con la pata “a raiz”,
entre la tierra y terrones
de calles y callejones,
de un pueblo de este país.
Recostado en el regazo
de la Sierra Madre Occidental,
lo ha sabido cobijar
con un maternal abrazo.
En ese pueblo olvidado
de las tierras michoacanas,
nací, no con muchas ganas,
con carencias y encuerado.
Pasando frío me dormía
en las noches invernales;
sin cobijas ni termales,
mi madre me adormecía.
Enredado en su rebozo
me cubría, me calentaba;
su corazón me cantaba
con amor y alborozo.
Y yo pegado a la chichi,
queriendo mamar lo que eche
de una teta que da leche,
dejando la ubre pachichi.
Alberto Torres Barragán
Tijuana, B.C.