Hay muchas cosas que los mexicanos debemos celebrar con motivo de las pasadas elecciones: Primero, que seguimos optando por el voto como medio democrático para expresar nuestra voluntad. Segundo, que es posible un cambio profundo del sistema político sin necesidad de violencia. Tercero, que las instituciones político-electorales funcionaron bien y los partidos políticos aceptaron los resultados.
México se venía preparando desde 1988 para este acontecimiento. La victoria de Andrés Manuel fue contundente e inobjetable. Él, aunque solo es presidente electo, se ha apoderado de la agenda nacional y pareciera que ya gobierna. Sus futuros secretarios declaran y actúan como si ya fueran titulares. Hay un tufo de triunfalismo en los comentarios de estos. Pareciera que también son depositarios del Poder Legislativo, hablan de reformas y cambios en la organización de la administración pública como si solo de ellos dependiera. Cuidado con los excesos.
Yo soy amigo y quiero mucho a Olguita Sánchez Cordero. Su padre fue mi maestro, su hermano, mi compañero de trabajo en la UNAM, y tuve el gran honor de conducir los trabajos que la hicieron Ministro. Con Alfonso Durazo me liga una amistad que se remonta al colosismo. Ambos fuimos amigos y colaboradores de Luis Donaldo. Lo mismo con Esteban Moctezuma, lo conozco desde niño, fui amigo de su padre y de sus hermanos Javier y Gonzalo. Esteban y yo fuimos senadores juntos.
De todos doy fe de su honestidad y patriotismo, pero no pueden dar por supuesto que sus propuestas ya están aceptadas. Todas las modificaciones a la estructura orgánica deberán ser aprobadas por el Congreso Federal y la desaparición del fuero, la reducción del sueldo a los ministros, el enjuiciamiento al Presidente durante su periodo o la revocación del mandato, necesitan ser avaladas por el órgano que reforma la Constitución (Congreso Federal y la mayoría de los congresos locales).
Es importante recordar que Morena por sí solo no lo podrá hacer, requerirá a fuerza de la oposición. Sí, el pueblo le dio un mandato claro a AMLO, profundizar en el cambio social, combatir la corrupción y la impunidad. De eso nadie tiene dudas, se ganó el derecho de impulsar reformas y acciones que le permitan cumplir con su compromiso con México. En ese sentido, debemos otorgarle un plazo de gracia para saber cómo funcionarán sus propuestas, sin criticarlas anticipadamente.
Yo veo con muy buenos ojos la mayoría de ellas, otras me parece que deben pensarse un poco más. Hay algo que he aprendido en la política: nunca tomar una decisión enojado ni tampoco reformar las leyes para resolver un problema coyuntural, ni legislar para dar gusto a alguien. Un hombre de Estado debe ver más allá del momento, ver al país con ojos de futuro y no solo en función del presente. Luego se cometen tonterías.
Políticas populistas que se proponen para ganar el aplauso fácil, como la equivocada e ignorante propuesta del Verde de pedir cadena perpetua a los secuestradores, intentan ganarse el favor de muchos, pero desconocen la teoría del delito y las penas y los efectos perniciosos que estas medidas acarrean en la sociedad. Bueno, pues algo así está sucediendo en México, AMLO está tratando de poner en práctica su modelo de país, el pueblo le otorgó ese poder, pero en equilibrio con los otros poderes de la Unión.
Pero hay algo más que me preocupa, toda la prensa crítica se ha vuelto de repente halagadora y zalamera. Lo que antes atacaban y criticaban, hoy lo tratan de genialidad. Se acabaron de un solo golpe, los críticos acérrimos de AMLO. Sí, lo entiendo, los medios de comunicación están buscando que les mantengan los contratos de publicidad, pero eso no contribuye en nada al desarrollo democrático.
Sí, apoyemos a AMLO, pero no lo endiosemos, es tan solo un hombre con virtudes y defectos que quiere mejores condiciones de vida para todos los mexicanos, pero no es infalible. La crítica constructiva le ayudará a tener un mejor gobierno; al contrario, el halago fácil contribuirá a la ineficiencia.
Lord Acton, en el siglo XIX, señaló que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Sí, si el poder que no se limita por los controles propios de un Estado democrático se vuelve autoritario y autocrático. El mismo “Peje” puntualizó recientemente a manera de broma: “el poder a los inteligentes los atonta y a los pendejos los vuelve locos”. Si es cierto, hagamos del sexenio de AMLO, uno de gran trascendencia y beneficios para México, pero sin caer en el servilismo o el elogio fácil.
Amador Rodríguez Lozano, es tijuanense. Ha sido dos veces diputado federal y senador de la República por Baja California; fue también ministro de Justicia en Chiapas. Actualmente es consultor político electoral independiente y vive en Tijuana. Correo:amador_rodriguezlozano@yahoo.com