A ti, mi mejor maestro,
responsable y trabajador,
mi reconocimiento sincero
a tu incansable labor.
A ti que entregas el corazón
a todas las niñas y niños
de nuestra gran nación,
vivos y emotivos aplausos.
Siempre estarás presente
a lo largo de mi existencia,
pues con paciencia forjaste
mi incipiente conciencia.
Con tus sabias enseñanzas
apartaste de mí la ignorancia
y sembraste las semillas
del trabajo y la constancia.
Aunque tu rostro refleja
cansancio y melancolía,
tu espíritu no se doblega
y cumples con tu tarea.
Eres un tejedor de ilusiones
que vivirás por siempre
en nuestros corazones,
como el del que escribe.
A ti maestro.
Francisco Heredia Guzmán
Tijuana, B.C.