“Caveat emptor”, máxima en latín que advierte, cuidarse del riesgo propio. Cuando leo de adular a Cárdenas, Echeverría y López Portillo (los que nos devaluaron) de ser mejores que Abelardo L. Rodríguez, Fox o Calderón, quedo frío. Esto es un resumen de unos correos electrónicos -que escasamente menciono y parecerá novela criminal de las maniobras sucias de la política- que envié hace dos años a amigos al recordar una vivencia de 1971, hace ya casi medio siglo que estudiaba en México, D.F. en la UNAM (con clases de 7 am a 8:30, 8:30 a 10, etc.).
Un miércoles, tras salir de una clase, a las 10 am, afuera de la Facultad de Ingeniería (creo que con otro compañero tijuanense), a unos pasos, un condiscípulo “chilanguito” (de uno de sus apellidos Corona) le alardeaba a otros tres que al día siguiente se estaba promoviendo una marcha-manifestación para que hubiera algún incidente y pudiera ser desprestigiado Alfonso Martínez Domínguez, el regente del DF -en esos años, uno de los puestos políticos de más peso- que provenía del gabinete de Gustavo Díaz Ordaz, el antecesor de Luis Echeverría Álvarez, y desplazándolo se designaría a un tío de él como nuevo regente; además de rebajar a Díaz Ordaz. Dijo que para el sábado se le pediría la renuncia y para el lunes o martes estaría el nuevo regente. Esa noche se anunció en los noticieros, que el pretexto de la manifestación (apoyar una huelga de la Universidad de Nuevo León) se había resuelto.
Pero inmediatamente, al día siguiente, jueves, que llegué a clases a las 7 am, ya había mantas nuevas -ahora para dizque apoyar a los obreros de la UNAM para que les aumentaran prestaciones o algo similar-, de que la marcha iba a darse de todos modos. Ese día, por la tarde, se dio el llamado “Jueves de Corpus”, donde hubo golpiza y muertos. Y sí, Martínez Domínguez renunció y para el lunes fue designado otro, llamado Octavio Corona Sentíes, precisamente tío del chilanguito presumido. Todo había sucedido casi tal como lo contó. Hasta entonces comprendí el porqué de la manipulación tan aferrada de arrastrar a como diera lugar, a jóvenes crédulos a la “manifestación” (sic.).
Hayan o no tenido planeado, o la intención, del resultado final, Echeverría y sus lacayos son los culpables y responsables de lo que acaeció. Eso me abrió los ojos a la infamia de los viles políticos de mi país, dada la perversidad tan indigna y alevosa de usar a seres humanos sin la menor conciencia para sus fines al punto de matarlos sin escrúpulos, con tal de hacer maniobras de vil política sucia. México, DF (Guadalajara y otras plazas al sur) de los sesentas y setentas, a diferencia de acá, mi Tijuana, estaban retacadas de “porros” y “grupos de choque”. Por otro lado, qué triste, los jóvenes son tan manipulables y absurdos que se dejan arrastrar solo por ir a “hacer bola”, tontos.
Un estimado conocido me contestó al correo más o menos: “como dice el chiste del argentino, ‘yo también tengo mis historias sobre el mismo tema, con variantes, como los buenos músicos’. Y es que yo me moví durante unos años en los círculos de organizaciones estudiantiles. Yo sé lo que eran y seguramente siguen siendo los móviles y los movimientos. Desde luego, no creo en la ‘espontaneidad’ ni en el supuesto ‘idealismo’ de esas masas”.
Nadie me lo cuenta -en ese momento, por mi desconocimiento, me fue inimaginable y menos dimensioné la bajeza de la política- de que me enterara de primera mano, de un crimen, día y medio antes de que ocurriera. Até cabos hasta sucedida esa repugnante acción, que para mí es algo inexcusable de perversión. Los políticos siguen con la continuidad de abusos y latrocinios, como Tlatlaya o Ayotzinapa, endeudamientos y peores actos.
Les mencioné a mis amigos que mientras Echeverría aún estuviera vivo, quería narrar este detalle real (para que no me achaquen que saqué el cuento después de muerto, ese político de tan triste memoria), y así lo hago para que los lectores lo sopesen, que definitivamente carga sus pecados de conciencia (si acaso la tiene) y a López Portillo, que iniciaron los endeudamientos que nos han devaluado y hundido. Las maniobras sucias de los políticos son el motivo por el cual, siempre los analizo, evalúo y cuestiono. Jamás caer uno en la borregada.
Atentamente,
José Luis Haupt Gómez
Tijuana, B.C.