Mi compañero editor Francisco J. Ortiz Franco fue asesinado en 2004. Junio 22. Le tirotearon a la cabeza. Apenas había trepado a su auto. Ni siquiera encendió el motor. Dos perversos matones no tuvieron compasión. Dispararon cuando los hijitos del periodista estaban en el asiento trasero. Semanas después hubo una coincidencia: ZETA y la Procuraduría General de Justicia del Estado anotaron públicamente como sospechoso a Jorge Hank Rhon. Apareció simultáneamente en las hipótesis. Primero el Cártel Arellano Félix. La Procuraduría General de la República no desmintió esas presunciones. Al contrario, las avaló. Había y hay sustento: Ortiz Franco tenía muchas pruebas legales y conclusiones jurídicas. Así podría abrirse una averiguación penal contra Hank en otro asesinato: El del co-Director de ZETA, Héctor Félix Miranda. Guardaespaldas del júnior lo asesinaron en 1988. Antonio Vera Palestina disparó. Originalmente era escolta del regente Carlos Hank González. Andaba sin uniforme en el “Grupo Jaguar”. Un cochambroso resumidero de matones en el Distrito Federal. Hacía equipo con los reyes de la corrupción Arturo “El Negro” Durazo y Francisco Sahagún Baca. En 1986 el profesor ordenó a Vera Palestina irse a Tijuana. Le previno cuidar a su hijo Jorge hasta con la vida. Así el júnior llegó para administrar el Hipódromo Agua Caliente y terminó “tronándolo”. Total. Las procuradurías federal y estatal no investigaron a Hank. Menos siguieron los pasos a matones del Cártel Arellano Félix. O a Heriberto Lazcano “El Lazca” de “Los Zetas”. Todos sospechosos. Prácticamente desatendieron el asunto. La fiscalía general atrajo el caso. Y con eso la bajacaliforniana se lavó las manos. Simplemente confirmó las hipótesis y nada más. Después de asesinado Ortiz Franco hubo más crímenes. Fueron borrándolo. Las autoridades se olvidaron. Resultó una vacilada lo que dijo el Presidente Fox: “Iremos hasta las últimas consecuencias”.
Entonces sucedió el martes 15 de noviembre de 2005 en algún lugar de Tijuana. Policías encapuchados interrogaron a Edgard Adrián Gutiérrez Elenes. El famoso “Cachorro”. Pistolero entre la segunda y tercera escala del cártel Arellano Félix. Lo detuvieron una noche anterior. Le preguntaron por qué mataron al periodista Ortiz Franco. Y el joven pistolero sorprendió al contestar “nosotros no fuimos, fue gente de Hank”. Esta simple referencia tiene un escabroso principio: En labios de un mafioso “fue gente de Hank” estremece. Significa que el júnior y alcalde tiene a sus órdenes quienes se dedican al crimen. Pudiera ser falso. Pero mientras la policía no investigue la versión sigue en pie. Sobre tan sorpresiva declaración de “El Cachorro” no hubo información a los periodistas. Simplemente después de tanto preguntarle lo mandaron en avión a la Procuraduría General de la República. Yo esperaba un detallado interrogatorio. Pero no. Están por cumplirse dos meses de la captura y no se conoce ni pizca sobre investigación. Para rematar: Poco después apareció la grabación de “Los Zetas”. Ejecución. Acusaciones que levantaron polvareda. Entonces la fiscalía olvidó el caso Ortiz Franco-Hank. Y ahora hasta el video pasó a la nómina de los recuerdos. Nada de lo dicho se comprobó ni se desechó. Todo quedó en el aire. Aquí no es como reza el viejo dicho: “Un clavo saca otro clavo”. No. Un clavo entierra más a otro clavo.
Los periodistas defeños no le pusieron reflectores a “El Cachorro”. Debió parecerles poca cosa. Pero es un pistolero de importancia. Me imagino como en las películas. Si le hiciera una marca a la cacha de su pistola por cada individuo que mató ya no tendría dónde rayar. Recuerdo cómo “El Cachorro” se zafó de un problemón. La prueba está en la averiguación previa 89/01/00/200. Miguel Ángel González estaba prisionero. Allí declaró: El joven pistolero recibió un delicado encargo: Los hermanos “El Mayel y “El Gilillo” Higuera del Cártel Arellano Félix le ordenaron desaparecer a tres personas: Osvaldo López Montenegro, Jesús Natividad Aispuro Vega y Marco Antonio Padilla Cañedo. Eso fue el 4 de marzo de 1999 en el fraccionamiento Buenos Aires de Tijuana. Lo patético después del triple crimen: Detuvieron a “El Cachorro”. Fue interrogado. Pero quedó libre. De pura casualidad el Grupo Antisecuestros lo salvó y regresó a la calle. Hasta la fecha no se han explicado los motivos. Me supongo: Si la Procuraduría federal “escarba” tantito a este asunto seguramente encontrará motivos firmes para acusar a “El Cachorro”.
En el caso a Hank Rhon sucede algo curioso: Los jueces, fiscales y gobernadores del PRI y el PAN parecen tenerle miedo. Solamente una ocasión se le llamó a declarar en el caso Héctor Félix y se pitorreó del juez. Mintió. Uno de los hechos más desilusionantes: La Procuraduría General de Justicia de Baja California actuó oficiosamente a su favor. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), interesada desde hace años en el caso, hasta lo llevó a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Pero la fiscalía sin nadie preguntarle informó a la SIP que el asunto había prescrito. Fue una rara ocurrencia: Ya no se podían hacer cargos a Hank Rhon. Pero estudios en tres despachos de abogados penalistas en Baja California, Sonora y Sinaloa, demostraron la falsedad y equivocación de la Procuraduría. El caso, por así decirlo, “sigue vivo”. Pero los de Héctor Félix y Ortiz Franco no son únicos. Nada hay sobre el asesinato de María Guadalupe Escamilla en Nuevo Laredo. Alfredo Jiménez en Sonora. El maestro Francisco Arratia en Matamoros. Raúl Gibbs de Veracruz. Gregorio Rodríguez en Sinaloa y para no seguir, Benjamín Flores de Sonora. En todos los asesinatos está plenamente comprobada la autoría mafiosa. Pero igualmente, las procuradurías federal o estatales ni han investigado. No temo equivocarme si escribo: Casi todos por complicidad de la policía con los narcotraficantes.
En todo esto tiene mucha culpa el Presidente de la República, Licenciado Vicente Fox. Personalmente dos ocasiones y ante numerosos compañeros le pedí tipificar como federal el delito de agresión contra periodistas y que no prescribiera. Sus respuestas fueron evasivas. En dos ocasiones se le han
enviado peticiones por escrito. Siempre promovidas por la SIP. A una respondió que hacía suya la iniciativa para federalizar el delito. Como reza la canción, dijo que sí pero no cuándo y todavía esperamos. En septiembre del 2005 se le envió otra carta. Firmada por todos los directores de periódicos del norte mexicano. Ya no fue petición sino exigencia. Por lo menos aclarar los crímenes de periodistas cometidos durante su gobierno. Hasta la fecha no contesta y menos actúa. Esto me recuerda cuando en años pasados enfrenté un problema y le hice frente legalmente. Pero había consigna de fregarme. Consulté a un maestro de la Escuela Libre de Derecho. Ya murió. Le expliqué todo. Me preguntó: “¿Ya hizo esto?”. Sí. “¿Y esto otro?” También. “¿Y esto?” Ya. Se levantó del sillón. Llevó su mano a la barbilla viendo hacia el suelo. Dio dos tres vueltas a la oficina. Hasta que se paró frente a mí diciendo: “Blancornelas, el único recurso que le queda es irse a la Basílica. Rezar un Padre Nuestro y pedirle ayuda a la Virgen”.
Escrito tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en enero de 2006.