Se humedecen los pétalos rosados con el cálido embrujo de sus besos, y el corazón se eleva muy ansioso, mientras se ondulan manos y mirada.
Arde el fuego entre sábanas de seda, cual dos almas en una convertidas, y a lo lejos se escucha una guitarra, gimiendo con pasión y desenfreno.
Se rozan dulcemente las dos bocas y se dicen palabras en silencio, al igual que la luna y las estrellas en las noches de sacro plenilunio.
El velo de la noche son las alas que abrigan el momento apasionado, de aquellos que se beben el licor impregnado con gotas de rocío.
Y es el viento que riza las miradas con caireles rojizos y dorados, igual que mariposas, van y vienen entre cálidos pétalos de rosa.
El azul seductor les pinta el cielo, mientras ellos se entregan con el alma, bordando filigranas y caricias con cuerdas de guitarras y violines.
Lourdes P. Cabral
(De su libro “Amor al Amanecer”)