El campus de UABC fue el lugar perfecto para el Segundo Debate Presidencial Mexicano. Ninguna ciudad en México conoce mejor el valor del Tratado de Libre Comercio, los desafíos de la migración y la tragedia de la deportación.
Andrés Manuel López Obrador ofreció compromiso moral a los votantes mexicanos. ¿Qué observador no puede entusiasmarse con el compromiso tantas veces repetido de AMLO de atacar la corrupción política mexicana? ¿Pero cómo lo hará? ¿Cómo puede su guerra contra las “élites corruptas” salvar el Tratado de Libre Comercio? ¿Su defensa de los migrantes mexicanos realmente mejorará la vida de estos al norte de la frontera?
A este observador, Ricardo Anaya nos ofreció pocas ideas para mejorar la vida de los migrantes en los Estados Unidos. Si bien hizo un buen trabajo al subrayar su juventud y sus “nuevas ideas”, el candidato no era convincente en el sentido de que realmente pudiera cambiar las cosas para ellos.
Desafortunadamente para José Antonio Meade, altamente calificado y tecnocrático hasta sus propios huesos, es poco probable que este ciclo electoral favorezca sus ideas. La experiencia y el conocimiento no ganaron las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos y es igualmente improbable que prevalezcan el 1 de julio en México. ¡Pobre Jaime Rodríguez Calderón! Como AMLO ya posee el título de inconformista incomodo de México en esta elección, no hay mucho espacio para “El Bronco”, que desafortunadamente ofreció poco, excepto abrazos.
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La política debe basarse en lo que es posible o la discusión política se convierte en un juego de retórica. Con el debate de Tijuana centrado en temas como la inmigración, el Tratado de Libre Comercio y la deportación, los candidatos tuvieron que hablar sobre asuntos sobre los cuales, México hoy tiene poca influencia. El destino de los millones de inmigrantes mexicanos indocumentados en los Estados Unidos, no está en manos de México. Su futuro es una decisión puramente interna de los Estados Unidos, regida por la legislación de los Estados Unidos e implementada por funcionarios del gobierno norteamericano. No es muy sincero que los políticos mexicanos afirmen lo contrario.
México puede duplicar o triplicar los presupuestos de ayuda legal de sus consulados en todo Estados Unidos para defender a los migrantes mexicanos en los tribunales estadounidenses. Pero estos son tribunales estadounidenses. Cuando los candidatos presidenciales dicen que de alguna manera detendrán a los Estados Unidos de dividir familias deportando inmigrantes indocumentados, ignorarán la realidad de que Estados Unidos tiene el derecho unilateral de hacer justamente eso; y el apoyo básico del señor Trump proviene de los estadounidenses que favorecen la deportación. Anaya dice que quiere “poner todo sobre la mesa”, ¿qué será exactamente y donde se encuentra la mesa?
Lo que más me llamó la atención del debate es que los candidatos presidenciales mexicanos continúan hablando de la inmigración indocumentada a los Estados Unidos, como si fuera un derecho inalienable para los migrantes. La mayoría de los norteamericanos -en particular, pero no solamente, los anglos norteamericanos- continúan viendo la inmigración como un privilegio que puede ser revocado, con la deportación como resultado, sin importar las consecuencias personales para el migrante.
En este contexto, en la UABC fue AMLO quien ofreció la cura más realista para el problema de México con su vecino del norte. Dejando a un lado las amenazas bilaterales, dejó en claro que la respuesta al problema con Washington radica en atacar la propia disfunción política y la corrupción de México. Si bien ofreció pocas ideas sobre cómo hacer esto, ciertamente diagnosticó la enfermedad correctamente.
Si no puede contar con que su vecino actuará responsablemente, la única alternativa es contar con usted mismo.
Andrew S.E. Erickson es un orgulloso ex residente de Tijuana, ex diplomático de los Estados Unidos, con Maestría del Colegio Nacional de Guerra, y un fuerte creyente de la importancia de las buenas relaciones entre mexicanos y estadounidenses.