Una vez, creyendo que me amabas,
cogí tu mano cual si fuera mía;
con tus dedos, mis pulgares frotabas,
sin embargo, tus manos eran frías.
Tomé tus labios con sutil vehemencia
para besarlos candorosamente,
al palparlos noté tu indiferencia,
fingías sentir, más todo inútilmente.
Quise agarrar tu cuerpo y estrecharlo
contra mi cuerpo para sentir tu bondad;
no encontraba la forma de animarlo,
todo sobresaltaba tu frialdad.
Por mantener cálida tu morada
y aquel calor que siempre me arrulló,
debí cambiar tu gélida mirada,
pues poco a poco la flama se apagó.
Besé tu frente con mucha ternura,
toqué tu corazón, un tanto incierto,
al besarte sentí tu frescura
y al tocarte… ¡éste estaba yerto!
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Correo: jomian1958@hotmail.com
Tijuana, B.C.