Nadie duda que el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, sea quien encabeza las preferencias electorales, según se detecta en las encuestas tradicionales. Hay diferentes mediciones que hablan desde 20 a siete puntos de ventaja sobre su más cercano competidor, Ricardo Anaya del PAN-PRD.
Estos estudios de opinión parecen marcar una distancia sólida, pero en la última semana, López Obrador no solo se ha equivocado en sus decisiones, sino que empieza a mostrar un rostro soberbio e intolerante, el mismo que lo ha hecho perder en pasados procesos electorales.
En tan solo unos días se encargó de subir al ring a Carlos Slim, quien forma parte importante de los inversionistas que construyen el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Como es de conocimiento público, Andrés Manuel no quiere que se lleve a cabo dicha obra. Pero más allá de cuestiones técnicas, lo preocupante es que ha generado en el sector empresarial, una gran incertidumbre sobre las decisiones que podría tomar de llegar a la presidencia.
Lo peor que nos puede pasar a todos los mexicanos es que obras relevantes se queden en el tintero, ahuyentando la inversión y el empleo. En lo particular, no pretendo defender a Slim (quien por cierto nos proporciona un servicio telefónico caro e ineficiente), pero sí a aquellos que arriesgan su capital y ven una posibilidad de hacer negocios lícitos.
Otro de los errores de “El Peje” es declarar que pretende congelar los precios de los combustibles. Me parece que ese tipo de decisiones ya deberían formar parte del pasado, está demostrado que lo único que se genera es una gran inflación porque se forma una burbuja proteccionista, la cual, cuando revienta, salpica a todos.
La lista de errores se le fue acumulando al candidato presidencial de Morena y el siguiente tropiezo fue volar en un avión privado de Baja California a Sonora. El problema no es que lo haga por esa vía, porque las distancias en el desierto son muy grandes y en una campaña, el tiempo es muy valioso, la incongruencia se presenta cuando afirmó que no utilizaría este tipo de medios para trasladarse.
El último error que tuvo fue el debate. Hasta para no pelearse, hay que preparase, cosa que evidentemente no sucedió. Si bien, la estrategia de Andrés Manuel fue rehuir a los ataques, se le notó extraviado. Su comunicación no verbal fue pésima y qué decir de la nula defensa ante los señalamientos en su contra. Nunca se vio una estrategia, ni antes, ni después del debate.
Sin duda que el debate francamente no le perjudicará mucho, sí hará que otros candidatos, como Ricardo Anaya, puedan atraer poco a poco al llamado “voto útil”.
Lo más lamentable que le está pasando a López Obrador es minimizar a sus oponentes. El exceso de confianza le está generando actitudes “simplonas” y evidencia su desdén ante cualquier tipo de crítica.
Alguien en su equipo de campaña debe decirle que si bien tiene una sólida ventaja, sus actitudes negativas, como la soberbia y la arrogancia, pueden seguir empujándolo a cometer más desplantes. Un candidato durante la campaña, está sometido a una gran presión, es ahí donde su gente debe ayudarle a pensar y a tomar las mejores decisiones, aunque en este caso, conociendo la personalidad de Andrés Manuel, cuando algún colaborador osado le manifiesta su desacuerdo, seguro termina en el “calabozo” de la política morenista.
Veamos qué pasa en las siguientes semanas, si es que “El Peje” esboza una dosis de sencillez y humildad tan necesaria para los políticos. A fin de cuentas, estos dos atributos lo llevaron a permanecer vigente por más de 18 años.
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas, comunicación y campañas; se ha desempeñado como vocero en la Secretaría de Hacienda y Secretaría de Desarrollo Social en el Gobierno Federal, así como director de medios en la Presidencia de la República. También fungió como Director de Comunicación Social en el Gobierno del Estado de Baja California. @CasoAlejandro