Se pasa los días enteros
detrás de su puesto,
-haga calor o haga frío-
la vendedora de tamales.
Saludando los clientes llegan
y le cuentan sus historias,
mientras tamales desayunan
con delicioso champurrado.
Ya son como una familia
clientes y vendedora,
aunque no siempre
le dan los nombres.
Comparten penas y alegrías
mientras pasan las horas,
-haga calor o frío-
pues disfrutan la compañía.
La vendedora de tamales
siempre con una sonrisa,
los atiende muy amable
y es por eso que regresan.
Unos llegan en coche
y otros caminando,
hay quien se dirige al trabajo
y otros van a la escuela.
El puesto de tamales
siempre en la misma esquina,
con olores deliciosos
ha inspirado estos versos.
Hay tamales muy variados
como de carne de puerco,
de pollo, de mole, y piña,
de res, y rajas con queso.
Y acompaña los tamales
un jarro de champurrado,
hecho con masa y canela,
leche y rico chocolate.
Ya me despido de ustedes
y quizás vuelva mañana,
mientras allá en el puesto
huelen ricos tamales.
Lourdes P. Cabral
(De su libro “Amor al Amanecer”)
San Diego, California