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martes, octubre 1, 2024
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Pudieron y no evitaron asesinato de Valeria

Previo al homicidio, un testigo y la madre del acusado observaron en diferentes momentos la violencia ejercida por Sergio Enrique contra Valeria Ahumada. Lo vieron subirse encima de ella, golpearla, intentar asfixiarla, golpearla, gritarle amenazas, hasta que el joven terminó matándola. Está acusado de feminicidio con premeditación, pues en su trayecto paró en una farmacia y compró unos guantes de látex que utilizó para cometer el crimen

Durante la noche del martes 14 y la madrugada del miércoles 15 de abril, tanto la madre de Sergio Enrique, como su amigo Óscar Manuel Córdova, observaron la violencia progresiva a la que fue sometida Valeria Ahumada Jáuregui y que concluyó con su asesinato.

En ese contexto, Joaquín Ahumada Leyva, padre de Valeria, cree que el crimen pudo evitarse.

Los datos surgieron de la lectura del expediente del Ministerio Público contra Sergio Enrique, presentado ante el juez en audiencia de vinculación a proceso celebrada el martes 24 de abril en la Sala 4 del Centro de Justicia de Río Nuevo en Mexicali, donde se reveló que el feminicidio fue premeditado, pues el agresor pidió un traslado a su amigo (acompañado de Valeria) y en el trayecto llegó a una farmacia para comprar guantes de látex, mismos que portó cuando de acuerdo al testigo, mató a la joven.

La audiencia de vinculación estaba pactada para las nueve de la mañana, pero una hora antes, familiares y amigos de Valeria acudieron a apoyar y hacer presión. Vestían camisetas blancas y pancartas contra los feminicidios, exigieron justicia para la joven madre de 23 años de edad, quien según expresó la jueza Sara Perdomo, parecía estar envuelta en un círculo de violencia.

Los agentes del Ministerio Público comenzaron con la exposición donde afirmaron tener pruebas contra Sergio Enrique, pero en realidad solo una apuntaba directamente al presunto responsable: el testigo Óscar Manuel Córdova.

A través de su declaración, la fiscalía logró establecer cómo ocurrieron los hechos previos y la misma muerte de Valeria.

En la narrativa del Ministerio Público se comentó que las madres de los novios sabían que Valeria sufría violencia psicológica y física, por lo que la familia de ella tenía reservas sobre Sergio Enrique. La noche previa al homicidio, Martha Patricia Jáuregui, madre de la joven, la llamó para preguntarle dónde estaba, ella respondió que convivía con Sergio Enrique en su vivienda en el fraccionamiento Villas del Colorado.

Alrededor de la media noche llegó a su casa la señora Noemí Dueñas, madre de Sergio Enrique, y observó a la pareja conversando de manera regular. Ingresó a su habitación para dormir. En la madrugada escuchó fuertes golpes en paredes y suelo. Se asomó a la sala con preocupación, y observó a su hijo encima de su novia golpeándola y cubriéndole el rostro para impedirle respirar; su expresión, según la narración, evidenciaba desquicio.

El fiscal no explica detalles de la intervención de la madre, pero tras esto, Sergio Enrique detuvo el ataque y llamó a su amigo Óscar Manuel Córdova -testigo del caso-, para que lo apoyara con llevar a su novia a su casa.

Luego de varias negativas debido a la hora, Córdova accedió y alrededor de las cinco de la mañana del domingo 15 de abril, llegó a la casa para cumplir con el favor. La declaración continúa:

Óscar Manuel llega a bordo de su vehículo Infinity, color gris, con placas de California. Permitió que ambos se subieran a su carro y se dirigió hacia la casa de Valeria en el fraccionamiento Villas de la República, pero los jóvenes iniciaron una nueva riña.

Valeria recibió acalorados reclamos que se convirtieron en golpes, pero Óscar Manuel, testigo de las agresiones, no se involucró. De manera repentina, Sergio Enrique le pide que cambie su destino, le da indicaciones hasta llegar a una casa en construcción en la calle Sierra Encantada esquina con Sierra San Lázaro, en la colonia Lomas de Abasolo. Antes de llegar le pidió detenerse en una farmacia. Ahí compró guantes de látex. Óscar y Valeria se quedaron en el vehículo hasta que Sergio regresó. Entonces continuaron la marcha hasta la casa en construcción.

Para evitar ver la golpiza, Óscar Manuel salió del automóvil y llegó a una tienda donde compró cigarrillos, terminó de fumar uno y regresó al automóvil. La situación ya estaba fuera de control: Sergio Enrique se encontraba sobre Valeria, quien estaba recostada en el asiento de la unidad, pero con la cabeza afuera; la puerta trasera estaba abierta y observó cómo la golpeaba con una roca mientras la tomaba del cuello, intentando asfixiarla.

El testigo corrió y le dio una patada al agresor, pero este se abalanzó en su contra y tras algunos golpes lo amenazó de muerte. En ese momento Valeria había perdido el conocimiento, por lo que Sergio Enrique, quien posee un cuerpo delgado y de baja estatura, llevó el cuerpo inerte de la fémina hasta el interior de la cuartería, tomó un vidrio quebrado y lo clavó en su cuello en reiteradas ocasiones.

Entre golpes con los puños, rocazos y el ataque con el vidrio, se contabilizaron 22 heridas en el cuerpo de Valeria, las cuales causaron un choque hipovolémico y un traumatismo craneoencefálico, que terminaron con su vida en poco tiempo.

Óscar y Sergio Enrique regresaron al auto, y este último soltó una frase que el público en la audiencia recordará: “Era algo que tenía que pasar… habló de más, soltó la lengua”. A decir del testigo, Sergio repitió esas palabras muchas veces, como si intentara convencerse de que no había otra salida y era lo correcto.

La teoría de la Procuraduría General de Justicia del Estado, es que Sergio Enrique se dedicaba a la venta de enervantes al menudeo, y aparentemente Valeria habría dicho “de más” a una persona que “no debía” y por eso la mató.

Los dos hombres se dirigieron hasta un terreno baldío localizado en la calle San Pedro Mezquital en la colonia El Cóndor, ahí Sergio Enrique abandonó las pruebas que pudieran vincularlo con el asesinato: un suéter color negro con rojo, el cual estaba ensangrentado; los guantes de látex y una roca con mancha hemática donde además encontraron un cabello que se presume era de la joven empleada de una tienda de Plaza Carranza.

El miedo del testigo lo obligó a tomar acciones. Aceleró la marcha de su carro y dejó a Sergio Enrique en el lugar. A la mañana siguiente vio la pesquisa emprendida por el novio y la coartada que presentó a través de un vehículo Uber, servicio al que responsabilizó del extravío de la dama. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el conductor del transporte, Ulises González Valencia, se deslindara afirmando que atendió el llamado, pero nadie acudió al servicio.

Todo el relato fue escuchado por el imputado, quien endureció el rostro y mantuvo su vista hacia adelante. Cuando se le dio oportunidad de brindar una declaración, se negó, a sugerencia de su defensor. Sergio Enrique fue vinculado a proceso por el delito de feminicidio, otorgando un plazo de seis meses para la indagatoria.

Valeria sería la novena mujer asesinada en lo que va del año y su juicio es el segundo que se tipifica como feminicidio, crimen que de acuerdo a los hechos narrados por el testigo y la madre del agresor, pudo evitarse, pero nadie actuó en su defensa.

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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