Conzultoría Matrimonial y Familiar
Decía en el anterior artículo que la sexualidad engloba una serie de condiciones culturales, sociales, anatómicas, fisiológicas; emocionales, afectivas y de conducta, relacionadas con el sexo que caracterizan de manera decisiva al ser humano en todas las fases de su desarrollo. Estas fases que se dan desde que se nace hasta la muerte, es algo inherente a cada uno de nosotros. Desafortunadamente algo que resulta ser tan natural, como cotidiano, se ha tergiversado, lo que termina por ser de mucho daño para los individuos en vez de beneficiarlos, esto a causa de la cerrazón de los padres que hacen sentir a sus hijos que el sexo es malo, sucio si lo experimentan consigo mismo.
La gran responsabilidad es de los padres, creo que la mayoría ha querido negarse a dar orientación y/o educación sexual a sus hijos y que, por lo que veo, esto es generacional, influyendo negativamente en los hijos y a su vez, estos a los suyo, formando una cadena.
También decía en el anterior apunte que algunos especialistas y estudiosos del tema prefieren usar el término psicosexualidad para referirse a la sexualidad humana, pues con esta palabra se manifiesta la estrecha relación que tiene el sexo (un aspecto eminentemente corporal) con el pensamiento, emociones, inteligencia, edad, nivel de desarrollo; la personalidad, el equilibrio mental y los valores. Cada persona va perfilando su sexualidad a lo largo de su vida y con ello se va generando una actitud hacia ésta, causando que una persona se muestre más abierta a descubrir, experimentar o por el contrario, que se inhiba y se sienta cohibida de vivir su sexualidad en plenitud. Dependerá de las experiencias personales, de aquello que es referido o condicionado por otras personas de su entorno (como sus padres); así también influye el ambiente sociocultural donde la persona está creciendo y viviendo, así como de los valores, la información que recibe desde casa o las escuelas, de las creencias religiosas, etc., que a la vez, dependiendo de ello, las trasmitirá a sus hijos. Algunas veces serán experiencias malas, heredándolas a sus hijos, hay casos donde logran cambiarlo por ellos, sin embargo, lo malo que les enseñaron o les prohibieron sus padres, lo traerán tan arraigado que habrán de querer hablar o tratar del asunto con sus hijos, preferible quedarse callados que enfrentarlos y así sucesivamente.
Es por ello que cuando un niño de tres o cinco años, que comienza a tocar su cuerpo de manera autoexploratoria (coge sus manos, sus ojos, sus pies, su pene, etc.), la reacción de algunos padres es de alarma y le pueden llegar a decir: “eso no se toca” o “no te toques que es cochino”. El niño podría comenzar a asociar que sus genitales son sucios, prohibidos y si el tocarse le produjo una erección y por ende placer, pues que esa sensación agradable es algo malo porque “papá o mamá lo dice”.
La sexualidad comienza a manifestarse en conductas y comportamientos que van adquiriendo e interiorizando desde la etapa infantil y si de ello sacan sus propias conclusiones al enfrentarse a situaciones adversas de tipo sexual, principalmente en la escuela, ya sea por bromas o bullying, que en algunas ocasiones llegan a tocamientos que logran desconcertados, puesto que al decirles sus padres que es malo, prefieren callarse y soportar esos comportamientos; por lo que suelen ser presa fácil de abuso sexual y que prefieren sufrir callados que contárselos a sus padres, situaciones que en estos tiempos aun mujeres adultas lo llegaron a sufrir; ahora lo empiezan a señalar, así que pensemos, si mujeres adultas lo callaron; es por ello que es una gran responsabilidad de los padres el orientar debidamente a sus hijos en su sexualidad para que puedan, con el tiempo, no vivir con traumas y sí satisfactoriamente su sexualidad. Es importante aclarar que no solo las niñas sufren de violencia sexual, los niños también, pensemos en tanto sacerdote pederasta.
Como siempre gracias a mis dos que tres lectores por sus comentarios y consultas al email: bautista46@hotmail.com
El autor ejerce su profesión en Tijuana, B.C.