El poeta recibió el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” y presentó “Incurable” (Era, 1987; reimpresión, 2009) y “La mancha en el espejo. Poesía 1972-2011). “Mi expectativa en la elección presidencial es que no pase nada demasiado sangriento ni brutal, eso es lo que querría, que no pasara algo muy malo”, expresó a ZETA
Una de las figuras de la poesía mexicana de la década de los 40 es David Huerta, quien fue distinguido con el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco”, concedido por la por Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y UC-Mexicanistas, a través de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) de Mérida.
En la ceremonia de entrega del Premio a David Huerta llevada a cabo el sábado 10 de marzo en la apertura de la FILEY, en el Salón Uxmal del Centro de Convenciones Siglo XXI, el poeta mexicalense Jorge Ortega fue el encargado de compartir una semblanza del homenajeado, de quien sentenció: “David Huerta es quizás el mejor poeta vivo de México”.
El homenajeado recibió una medalla que lo acreditaba como el ganador del Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2018, con la presencia de Rodolfo Cobos Argüelles, director general de la FILEY; Sara Poot Herrera, directora de UC-Mexicanistas; José de Jesús Williams, rector de la UADY; y el gobernador de Yucatán, Rolando Zapata.
“Recibir el Premio en estas condiciones de hospitalidad, de buen trato, pues realmente es una maravilla, todavía no me repongo totalmente de este feliz aturdimiento”, expresó a ZETA David Huerta.
EL PAISAJE DE LA PRIMERA BIBLIOTECA
David Huerta (Ciudad de México, 1949) contó a este Semanario que vivió su niñez en la segunda colonia del Periodista con sus padres, Efraín Huerta y Mireya Bravo, quienes tenían una biblioteca donde conoció la obra de Julio Verne y los “monitos”.
“La lectura de los libros que eran de mi padre y de mi madre formaban parte del paisaje de todos los días en la casa; eran en general libros muy buenos, libros de caricaturas, había muchísima literatura soviética, mucha poesía y libros de historia, novelas desde luego, unos tomos de Julio Verne muy hermosos que todavía conserva mi hermana Andrea. Era una biblioteca muy bien surtida”.
Lamentablemente la biblioteca tuvo que dividirse cuando sus padres se llevaron cada quien sus libros:
“Por supuesto había muchos libros, y muchos de esos libros eran de mi papá, pero mis padres se separaron cuando yo era muy niño, entonces yo crecí con mi mamá, quien me formó fue mi mamá, se llamaba Mireya Bravo; yo tenía cinco o seis años cuando se separaron, mi papá estuvo muy pendiente de sus hijos, no nos abandonó, él formó otra familia, pero yo lo tengo muy presente como mi padre.
“Claro, la biblioteca quedó un poco mermada cuando se separaron mis padres, pero una parte sustancial de la biblioteca siguió en la casa, después se ha quedado en mis hermanas Eugenia y Andrea, y de mí mismo”.
DE LA POESÍA ANTES DE LA ESCRITURA
El autor de “La mancha en el espejo. Poesía 1972-2011” (FCE) que presentó en la FILEY, también reveló algunas imágenes sobre cómo descubrió la poesía, incluso antes de que supiera escribir:
“El conocimiento de la poesía me llega de una manera peculiar, en la persona misma de los poetas, antes de que yo leyera lo que habían escrito esos señores los veía en mi casa, como Alí Chumacero, Nicolás Guillén, sabía que mi padre era amigo de Pablo Neruda, de quien hablada, del gran poeta francés Paul Eluard, Regino Pedroso, fundamentalmente; es decir, por los ojos, por el trato personal, a través de verlos a ellos en persona y de oírlos conversar con mi padre y mi madre.
“Algo que recuerdo siempre con mucho cariño es que en la casa había un disco de los que ya no existen, de 33 un tercio revoluciones por minuto, esas ruedas de plástico negro, con grabaciones de poemas de Nicolás Guillén leídos naturalmente por él mismo, que leía magníficamente bien; yo lo oía con mucha avidez, entonces, antes de la lectura, antes de los libros estaban los poetas en persona y las grabaciones; es decir, el conocimiento personal, digámoslo así, de bulto: ‘ahí están, los señores están hablando, echando trago’; y también están los poetas que entran por el oído, como en las grabaciones de Guillén”, expuso el autor a ZETA.
LAS JACARANDAS O SU PRIMER POEMA
La figura de su madre, Mireya Bravo, fue definitiva en los inicios de David Huerta como como poeta, pues de ella aprendió el asombro por las jacarandas que alfombran por los meses de febrero o marzo las avenidas de Ciudad de México.
“Recuerdo muy definidamente que el primer poema que escribí se llamaba ‘La jacaranda’ y estaba dedicado a mi madre porque a ella le gustaban mucho las jacarandas, cada año esperaba la floración de estos árboles magníficos, el color es espectacular, son árboles muy bonitos, con hojas muy pequeñitas y una floración bellísima; mi madre me enseñó a ver eso y a disfrutarlo: ‘mira nada más qué colores’, cómo vienen las flores en una cierta época del año y luego desaparecen, esos fenómenos de la naturaleza a los que tanto vale la pena prestarles atención, entonces le escribí un poema a mi mamá, ya no me acuerdo qué dice, pero era una especie de elogio de la jacaranda, de su belleza. Ya sabía escribir, de modo que recuerdo haberlo puesto con un lápiz sobre una hoja, debo de haber tenido menos de 10 años, 8 o 9, probablemente”, evocó.
EL PRIMER POEMARIO
Cuando David Huerta publicó “El jardín de la luz” (UNAM, 1972) tenía 23 años de edad, cuyo primer poemario también tiene su historia:
“Mira, antes de ‘El jardín de la luz’ participé en un concurso de poesía de la revista Punto de Partida, donde me publicó la maestra Margo Glantz; una vez me gané una mención y publiqué dos veces en Punto de Partida antes de publicar ‘El jardín de la luz’.
“Los editores de la UNAM habían decidido que publicarían un libro parecido al que había publicado hacía poco Siglo XXI que se llamaba ‘Poesía joven de México’ con cuatro o cinco poetas; dijeron ‘vamos a hacer algo parecido, pero de poetas universitarios’. Entonces le pidieron a cinco o seis poetas de mi edad, de mi generación, y me pidieron a mí, y yo. ‘cómo no, claro, les voy a preparar 20 o 30 cuartillas’.
“Les llevé mis poemas para ese libro colectivo; pasaron algunos meses y me dijeron en la Universidad: ‘Fíjate que los demás no han entregado nada, decidimos publicarte nada más a ti, pero con lo que entregaste no da para un libro, de modo que pásanos más poemas’; y así lo hice, tardé todavía unos poquitos meses para revisar y preparar, así salió ‘El jardín de la luz’. Es un libro consecuencia de una informalidad de los otros poetas, yo no sé por qué no entregaron su material, entonces me publicaron a mí solo”.
LOS VERSÍCULOS EN SU OBRA
A partir de su segundo poemario, “Cuaderno de noviembre” (1976), Huerta inició su propuesta en forma de versos largos que se consuma con “Incurable” (1987).
— ¿Podría hablarnos de esa búsqueda a partir de los versos largos?
“Estos versos tan largos que curiosamente llamamos versículos provienen de la Biblia y de algunos poetas modernos, voy a mencionar un caso mayor de un poeta francés que se llamaba Saint-John Perse, que yo leí con mucha avidez y que escribía de esa manera, a veces escribía francamente párrafos compactos de prosa, prosa poética. En México, muy cerca de nosotros, gran lector de Perse, que escribía también así muchas veces, era José Carlos Becerra, a quien conocí y admiré enormemente.
“Muchos versos de ‘Incurable’ y de ‘Cuaderno de noviembre’ son adiciones o sumas de versos. ‘Incurable’ empieza con un endecasílabo: ‘El mundo es una mancha en el espejo’; eso es un verso clásico, es una declaración de principios, es un verso italiano, pero después todo se desordena y empieza a convertirse en una escritura expansiva, pero en esa escritura expansiva de líneas tan largas que a veces incluso dan vuelta, hay en muchas ocasiones sumas de versos clásicos y tradicionales; es lo contrario de lo que hace Pablo Neruda en ‘Odas elementales’.
“En ‘Odas elementales’, si sumas dos o tres versitos cortos tienes un endecasílabo; en cambio, en ‘Incurable’ es lo contrario, pero con el mismo resultado; si seccionas unos de esos versículos vas a encontrar versos clásicos, eso es intencionado, entonces el versículo es una criatura extraña, pero no tanto.
“Cuando no encuentras esos versos, es porque hay colindancia con la prosa, entonces el ritmo no depende de las acentuaciones, del número de sílabas, sino de la cadencia y de la forma que van tomando los versos a lo largo de su desenvolvimiento, un desarrollo de palabras, y después se retoman de nuevo”.
GOROSTIZA Y LÓPEZ VELARDE O LA TRADICIÓN POÉTICA
Al abordar el canon lírico del país, David Huerta se remonta a dos de sus autores predilectos: José Gorostiza y Ramón López Velarde.
— ¿Cómo describe la tradición poética previa a su generación? Desde Octavio Paz (1914) hasta llegar a José Emilio Pacheco (1939).
“A mí me interesa mucho la relación personal y poética de dos poetas -de las generaciones inmediatamente anteriores a esas que mencionas-, el poeta tabasqueño José Gorostiza y su relación tan íntima y tan fascinante con Ramón López Velarde, que fue su maestro en la Preparatoria Nacional.
“Yo sostengo o sospecho, mejor dicho, que en esa relación se preparan muchas de las cosas que van a ocurrir después, que tienen que ver con la generación de Huerta, Paz y las generaciones siguientes: Bonifaz Nuño, Sabines, Jaime García Terrés, Rosario Castellanos; ésos dos poetas son los que me interesan.
“Desde luego, López Velarde nace en 1888 del siglo anterior, pero Gorostiza nace en 1901 del Siglo XX; es decir, ésos son los poetas del Siglo XX, los que cubren un montón de años del Siglo XX: Gorostiza de 1901 a 1973; Octavio Paz muere en 1998, Efraín Huerta muere en 1982, son los protagonistas del Siglo XX porque nacen y mueren en el Siglo XX. Me interesan mucho esos poetas porque son los que me tocaron: mi papá, don Octavio, y un montón de poetas; Jaime García Terrés, que es la generación de Sabines, fue mi jefe en el Fondo de Cultura Económica; Juan Bañuelos fue mi maestro en el Taller de Poesía de la UNAM… Entonces, los tengo muy cerca y ahí la cosa se pone interesante: ¿Cómo combate uno a su padre para no repetirlo, para no ser sencillamente un epígono, un imitador del padre? La fórmula me la dieron dos poetas españoles: Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater, que decían: para solucionar del agobio de nuestros padres -‘La angustia de las influencias’, como dice Harold Bloom-, de nuestros padres literarios en el sentido literal como en mi caso biológico y también en el sentido figurado, ¿cuál es la manera de resolver este problema? No enfrentarse a los padres así nada más, desarmado, sino aliarse con los abuelos contra los padres.
“Por eso menciono a Gorostiza y López Velarde, ellos son mis abuelos, los que me permiten librar esa batalla para mí mismo en contra de mis padres, la batalla figurada desde luego. Yo hace muchos años hice la paz y te lo digo con franqueza: no voy ser nunca tan buen poeta como mi papá; en ese sentido ese asunto está resuelto, pero yo voy a escribir lo que yo quiero, y de ahí la diferencia tan grande entre ‘El jardín de la luz’ y ‘Cuaderno de noviembre’”.
“YO CREO QUE LA POESÍA VA A DESAPARECER”
El autor del célebre poemario “Incurable” (Era, 1987), presentado en la FILEY, también expresó a ZETA algunas reflexiones sobre el futuro de la poesía:
“Yo creo que la poesía va a desaparecer, ya están las condiciones dadas para que desaparezca como creo que nunca antes”, lapidó para empezar, luego argumentó:
“Existen las condiciones para que la poesía desaparezca como creo que nunca antes se han dado, la gente está asediada por la tontería continuamente, olvidada de lo que significa una experiencia intelectual, la lectura. México y muchos otros países desde luego, tienen unos niveles de lectura escandalosamente bajos, la gente no piensa, no lee, esas son las condiciones de las que hablo”.
— ¿En qué sentido entiende la poesía?
“Yo vivo en el pasado, yo vivo en los siglos de Oro, que es la época, los siglos XVI y XVII, en que se escribió la mejor poesía de nuestra lengua. Lo que está pasando cada vez más es lo más diferente que te puedas imaginar a aquello, un soneto de Lope de Vega o una silva de Góngora, pues no tienen nada que ver con lo que está haciéndose ahora; es cosa del pasado, pero todos esos autores fueron muy conocidos por los poetas que hemos venido hablando hasta ahora, hasta José Emilio Pacheco y poquito más adelante también.
“Los muchachos que están escribiendo ahora poesía, muy pocas excepciones están interesados en esa tradición; es decir, le han dado la espalda a la tradición para romper con ella, pero de veras romper, olvidarse de ella y despreciarla y mirarla como algo que no vale la pena, eso me parece que es probablemente la condición más clara, propicia, para que desaparezca la poesía”, consideró David Huerta.
“ESTÁ MUY DESCOMPUESTO EL PAÍS”
Huerta es también uno de los poetas que ha escrito sobre los acontecimientos en Iguala, Guerrero, donde fueron desaparecidos 43 estudiantes de la Escuela Normal “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014:
“Esto es el país de las fosas / Señoras y señores / Este es el país de los aullidos / Este es el país de los niños en llamas / Este es el país de las mujeres martirizadas / Este es el país que ayer apenas existía / Y ahora no se sabe dónde quedó…”, se lee en “Ayotzinapa”, de David Huerta.
— ¿Cómo describe al México que le tocó vivir en relación con el país actual?
“Está muy descompuesto el país, México está desbaratado, la médula del país está muy herida, muy lastimada; los muchachos están muy violentados. Tenemos por lo menos dos generaciones que han nacido en la crisis, desde los 70, desde el régimen de Echeverría.
“A mí tocó nacer en 1949 y vivir durante varios años en un país en el que no había crisis económica, había turismo, había petróleo, había trabajo más o menos, no había la cantidad bárbara de migrantes que van a Estados Unidos a trabajar y mandar remesas; la corrupción era parte del paisaje, desde luego, pero estaba perfectamente localizada: son ésos los políticos aliados con algunos industriales y empresarios, los corruptos, los ladrones. Ahora ya es medio mundo, en todos lados hay corrupción y una violencia apenas tolerable, vivimos llenos de miedo, de angustia.
“Ayotzinapa es la prueba de que no les importan los gobernados a los gobernantes, ni el plano de los municipios ni de las ciudades pequeñas o medianas, ni el plano de los estados ni en el plano federal; México es un país escandalosamente violento y corrupto, es realmente muy angustioso.
“Conseguimos mucho con las luchas sociales de los años 60, pero hay que seguir dando esa pelea; lo que pasó con los muchachos de Ayotzinapa es imperdonable: cómo puede un Estado permitir que desaparezcan 43 jóvenes, es que si lo pensamos un poco es un escándalo mayúsculo, como decir ‘estos gobernantes no sirven para nada, son unos bribones’; es inconcebible lo que pasó en San Salvador Atenco, las represiones del día que tomó posesión Peña Nieto, violentísima, a algunos de mis estudiantes los lastimaron gravemente, uno de ellos perdió un ojo”.
— Finalmente, ¿tiene alguna expectativa para la elección de 2018?
“Pues mi expectativa en la elección presidencial es que no pase nada demasiado sangriento ni brutal, eso es lo que querría, que no pasara algo muy malo”.