Empresarios al sur y norte de la frontera saben que el comercio eficiente depende de estabilidad política y reglas claras. Es posible ganar mucho dinero en ciertos ambientes inseguros, como lo han demostrado los oligarcas rusos; sin embargo, grandes ganancias en ambientes políticos dominados, por políticos caprichosos, dependen más de información privilegiada o especulación política que de planeación prudente. Economías capitalistas sanas tienden a tener contextos políticos estables. La inherente estabilidad política del sistema estadounidense ha sido la clave de nuestro éxito por los dos últimos siglos.
Un reto importante para el desarrollo estable del comercio internacional es la falta de reglas claras. Tradicionalmente, países en vías de desarrollo tienen economías y ciclos de crecimiento más inestables -ciclos de alzas y caídas- debido a la carencia de predictibilidad de su liderazgo político y los constantes cambios basados en las reglas personalistas que caracterizan la política de África y Latinoamérica. Sin un fuerte estado de derecho para limitar el liderazgo político, con el fin de trabajar dentro de las reglas de comercio y normas; empresarios en países en vía de desarrollo tienen que arriesgarse mucho cuando invierten. Una cultura económica de tomar riesgos no es propicia para el crecimiento económico estable, sino de un ciclo de alza y caída. La corrupción e intentos para manipular decisiones políticas son el resultado inevitable de este tipo de economías.
Tradicionalmente, México ha tenido una economía política inestable, como los países en desarrollo. Durante la dominancia del Partido Revolucionario Institucional, la naturaleza personalista de la política mexicana a nivel presidencial ha tendido a premiar personas con contactos políticos y enlaces en cualquiera nueva administración que llega al poder. Antes del TLCAN, México era un lugar en donde las conexiones privilegiadas y caprichos políticos jugaban un papel importante en el éxito o fracaso de las inversiones. El Estado de Baja California, lejos de la Ciudad de México y sus políticos nacionales, tradicionalmente ha sufrido de la distancia geográfica. Por ende, Baja California ha sido un gran beneficiario del TLCAN, que sacó México lejos de las decisiones económicas basadas en personalidad del Presidente hacia el enfoque basado en reglas que caracteriza a las economías avanzadas del mundo desarrollado (y claro, no es malo que la Baja se encuentra cerca del mercado estadounidense del TLCAN).
* * *
Visto desde el norte de la frontera, la llegada del señor Trump a la Casa Blanca puede poner fin a esta larga evolución al poner en duda las suposiciones básicas que han motivado a los responsables económicos desde que entró en vigor el TLCAN. El abandono de las políticas basadas en reglas a favor de decisiones personalistas por el Presidente Trump, ha forzado a los socios de comercio de los Estados Unidos, sus amigos y sus aliados, a reevaluar sus propios actos y respuestas de la planificación política estadounidense. Como lo decimos en inglés, “se necesitan dos para bailar el tango”. Esto es uno de los peores impactos negativos de la revolución de Trump en Washington, la cual tendrá un impacto negativo para el futuro de la relación económica especial que ha definido las interacciones económicas de los Estados Unidos, Canadá y México, durante la última generación. Si los Estados Unidos dejan de seguir las reglas, ¿por qué nuestros socios deberían continuarlas?
En este contexto, la declaración del 5 de marzo de Trump, que impondrá tarifas punitivas sobre los productos mexicanos y canadienses, esto si ambos países no aceptan un “nuevo y justo” TLCAN, todavía no definido (por él); éste es el último golpe de la guerra del señor Trump en contra de la estabilidad norteamericana. No debería ser una sorpresa que la embajadora estadounidense en México anunciara esta semana que quitaría su puesto año antes del fin de su contrato: ¿quién será el honesto diplomático estadounidense que sea lo suficiente masoquista para trabajar en la Ciudad de México hoy en día?
Andrew S.E. Erickson es un orgulloso ex residente de Tijuana, ex diplomático de los Estados Unidos, con Maestría del Colegio Nacional de Guerra, y un fuerte creyente de la importancia de las buenas relaciones entre mexicanos y estadounidenses.