Qué tristeza que todo termine cuando se tuvo fuerza, alegría, sonrisas, juventud, éxito, gozo, en esta vida que inició con un llanto. El tiempo vuela y cobra todo, de modo que aquello que fue ya quedó atrás. Insólito resulta el creer que la vida habrá de durar una eternidad aquí en la tierra, ¡no!, todo concluye con un cajón rectangular largo donde yace un cuerpo. No acepto tal realidad de que ese álbum de fotos, certificados, títulos, objetos, dieron vida y fueron parte de un ser humano que estuvo entre nosotros, que fue de aquí para allá y ahora ya no está.
Es dura la vida cuando se tienen etapas y un tiempo para morir. A veces nos creemos dotados, superhombres, eternos, de acero; si así fuera, qué bueno, pero la verdad es otra en la vida del ser humano de carne y hueso. Lo hermoso, lo bello de la vida, tiene caducidad y a veces no nos damos cuenta, nos despertamos.
Son miles de días de ir para allá y para acá y a veces no nos damos cuenta de nuestra alegría, fuerza, de la bella y caducable juventud que se extingue.
Son miles de días atrás, es agradable cuando se vivió bien, sin excesos y escándalos. Juventud y vida van juntos, son mancuerna que a veces nos hicieron sentirnos Sansón, superhéroes.
La vida es como un libro, se empieza con la introducción y termina con el fin. Las últimas páginas a veces parecen endebles, pero si se llegó a viejo o mayor de edad, qué bueno.
Hoy, la vida de muchos jóvenes no dura y se va muy pronto al inicio de libro, a medias o en las hojas finales. Por ello, la juventud y vida, viviéndola bien, debe perdurar hasta la senectud, vejez. Un viejo mayor es espejo de respeto y una enciclopedia andando o un archivo de consejos para la vida; es por esto que debemos vivir bien, como debe ser, y la juventud y la vida, serán parte de cada ser humano y los tendrá para recordarlo siempre, aun si éste ya no está, pues será memoria para otros.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez
Tijuana, B.C.
