Resulta difícil, pero a la vez agradable hablar de las relaciones entre hombre y mujer, sobre todo cuando de conquistarlas se trata. Considero que en la vida de todo ser humano hay formas diferentes y muy personales de hacerlo, según costumbres, cultura e incluso status económico; como ejemplo tenemos un conquistar no muy agraciado en su físico, otro bendecido por la diosa Fortuna y el último, con una facilidad de palabra increíble (fantasioso si se quiere), pero con un gran don de convencimiento; y se dice que a un enamorado guapo “le gana” la mujer al que tiene más billete, pero finalmente llega el que tiene más facilidad de palabra y a los dos los hace a un lado, convenciendo a la mujer de que sea su novia. La moraleja es que “billete mata carita, pero perico mata carita y billete”. ¿Tendrá que ser chilango?
En otras ocasiones y no menos singular el hecho, es cuando las mismas damas comentan que prefieren a “los gorditos” (con todo respeto a los que están pasaditos de peso) porque son “muy simpáticos y porque las hacen reír mucho, que son muy graciosos”. En fin, la época actual no tiene ninguna similitud con épocas pasadas, ya que ahora las redes sociales les facilitan la labor de conquista a ambas personas, incluso tengo conocimiento de que por internet hasta matrimonios se han realizado, evitándose de esta forma los gastos que la etapa del cortejo significa. Más adelante les explico en qué consistían estos gastos.
Lo que sí está claro es que el romanticismo se ha terminado, ahora es tan simple la forma de conquistar a una mujer que con el simple hecho de disponer de un aparato electrónico, “los galanes” ya tienen un alto porcentaje de posibilidades de lograrlo. Porque basta con conectarse para obtener de ellas, fotos (en diferentes poses), paisajes de fondo, palabras excitantes, invitaciones, citas y hasta sexo virtual y ya después la cita para irse a echar unas copitas, ¿qué tal? ¡Y lo que sigue, pues nomas imagínenselo!
¡Insisto!, la nueva tecnología ha terminado con algo tan bonito como es el cortejarlas (pretenderlas, convencerlas) para que salga contigo, aunque pasen algunas semanas o meses para que te acepte, porque el tiempo transcurrido era parte del ritual del enamoramiento con el fin de llegar a ser novios y después, si todo marchaba bien entre la pareja, llegar al matrimonio. ¡Eso sí, primero ella te invitaba a su casa porque sus papás te querían conocer! Y ¡tómala!, ya que llegaba esa invitación, ¡haz de cuenta que esto representaba el primer tirón de la cuerda para ahorcarte! (casarte). Porque en esa mentada cena, te escaneaban haciéndote toda clase de preguntas (hasta parecía que estabas frente a un agente judicial de esos que te daban tu tehuacanazo, bueno, me comentó el amigo de un amigo), lo único que les faltaba a los papás era darte tus toques eléctricos, que ahora con eso de los derechos humanos ya ni se usan. (¿Ustedes lo creen?)
Ya después de que pasabas la etapa de novios (los primeros meses a escondidas de los papás), donde las damas, con la ayuda de alguna “alcahueta amiga”, iba a su casa a pedirle a los papás de la cortejada que la dejaran ir a dar la vuelta, comprometiéndose a regresarla puntual y personalmente a la hora que indicaran.
Así las cosas, el pretender a una mujer en esos tiempos era tan difícil como escalar una montaña llena de obstáculos y a lo mejor eso era lo que te hacia “escalar” hasta lograr tu objetivo. Claro está que no solamente la aceptación de sus papás era lo importante, sino la forma en que la convencías de que tú eras el mejor de sus pretendientes, porque siempre había otros a lo mejor con mayores cualidades ya vistos y aprobados por sus papás para entregarle a su preciada hija, quienes tenían la obligación de velar por su bienestar económico y a lo mejor hasta ver que no estuviera tan feo, para que al casarse mejoraran la raza.
En la primera visita oficial a casa de sus papás, haz de cuenta que ellos ya contaban con ese aparato actual llamado “scanner”, porque aparte de tanta pregunta que te hacían antes de servir la comida o después de haber disfrutado de sus exquisitas viandas (todas cocinadas por la pretendida), al menos eso decía la futura suegra, “quien no dejaba de alardear lo buena cocinera que era su hija”, como para convencerte que estabas a punto de llevarte a una mujer preparada para los quehaceres del matrimonio.
Continuará.
Alfredo Flores Zamora
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Tijuana, B.C.