La administración municipal aún no se decide a extenderle el certificado de defunción, pero el Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT) huele desde hace rato a difunto.
La virtual quiebra del SITT nos deja otra vez sin una alternativa para poner orden en el caótico servicio de transporte público. Además, vuelven a ser patentes dos cosas: la poca seriedad con que las administraciones locales se han tomado el gravísimo problema de movilidad urbana que padece Tijuana desde hace años y que promete ponerse mucho peor; y la debilidad de las autoridades ante la mafia transportista para sacar adelante un proyecto como el SITT. Bastó que las agrupaciones de taxistas y camioneros le mostraran el puño al Ayuntamiento para que éste dejara todo en suspenso.
Ahí quedaron empolvándose las estaciones del SITT que construyó la pasada administración municipal al cuarto para las doce, sin mencionar sus respectivos puentes de acceso.
Hay hasta una paramunicipal encargada de administrar simbólicamente una infraestructura inoperante y un servicio casi inexistente.
El SITT sigue generando gastos de sostenimiento al erario público sin retribuirnos nada.
La celeridad que la pasada administración municipal imprimió a las obras del SITT -y el dineral que invirtió en ellas-, contrasta con el abandono en que dejó a las calles de la ciudad durante tres años. ¿Por qué todo el dinero al SITT y nada para tapar miles de baches? El SITT tuvo un defecto de nacimiento que comparte con muchas obras insignia de cualquier administración pública: están marcadas por los tiempos políticos. Tienen que concluirse como sea antes de que finalice la administración que las originó, con mayor razón si el siguiente alcalde es de un partido contrario.
Creo que no es cuestión de pareceres, sino una realidad muy evidente de que el SITT es un proyecto abortado y la responsable directa es la clase política.
No me refiero solo a este alcalde o al anterior; en general, los políticos que nos gobiernan lo hacen con una visión facciosa e inmediatista. Ellos finalmente se van, pero los problemas se quedan.
Aún si se hubiesen cumplido las mejores expectativas, el SITT apenas habría sido una tímida tentativa de reordenamiento del transporte público. De ese tamaño es el monstruo que las administraciones municipales han engendrado con su dejadez.
Tijuana reúne las condiciones necesarias para la operación de un sistema de transporte masivo, como los que funcionan en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Que me corrijan los expertos.
Para comenzar, y creo que es lo más importante, el tamaño de su población y la extensión urbana así lo demandan. Hay tres millones de tijuanenses que se movilizan diariamente en casi medio millón de vehículos.
Ya es toda una hazaña, y nos pone neuróticos, circular en horas pico; piensen en lo que nos deparan los próximos cinco o diez años si se le sigue sacando la vuelta al problema vial.
Piensen también en el costo para nuestra salud. No es raro que cuando nos pasamos una toallita por la cara o nos sonamos la nariz, encontremos rastros de hollín. Si tuviéramos vista de rayos X, seguramente nos asustaría el estado de nuestros pulmones.
La infraestructura del fallido SITT podría ser el punto de partida para una verdadera red de transporte masivo que conecte los puntos más distantes de la ciudad.
Un servicio rápido, eficiente y barato, desalentaría el uso de vehículos particulares y permitiría retirar, al menos, las unidades más contaminantes de esa colección de chatarra que son los taxis y camiones urbanos.
Un tren ligero o su equivalente, es más apropiado para las necesidades de movilidad de Tijuana que el SITT. Éste sería de mayor utilidad cubriendo las rutas troncales que conducirían a los pasajeros a las estaciones de abordaje del tren ligero.
No es proyecto de un solo trienio, forzosamente trascendería varias administraciones municipales. Podemos comenzar a picarle las costillas a nuestros gobernantes o esperar a que nos truene el cohete en la mano.
Felipe de Jesús López M.
Tijuana, B.C.