“No se puede volver a escribir en el estilo de Dostoievski, pero no se puede desconocer su grandeza, hay que pasar a otra etapa, eso lo logran los autores originales y creo, modestia aparte, que eso fue lo que logró nuestra generación”, expresó el poeta a ZETA
Escuchar o leer al gran poeta mexicano Eduardo Lizalde es también acercarse a una época irrepetible que abarca las primeras cuatro décadas del Siglo XX, donde la literatura mexicana alcanza un esplendor de reconocimiento internacional con autores como Octavio Paz (1914), Juan Rulfo (1917), Juan José Arreola (1918), Rubén Bonifaz Nuño (1923), Jaime Sabines (1926), Carlos Fuentes (1928), Elena Poniatowska (1932), Sergio Pitol (1933), Fernando del Paso (1935), Carlos Monsiváis (1938), José Emilio Pacheco (1939), por nombrar algunos.
Recientemente, el domingo 26 de noviembre último, Eduardo Lizalde, de 88 años de edad (Ciudad de México, 14 de julio de 1929), fue homenajeado durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), a propósito de su Premio Internacional “Carlos Fuentes” a la Creación Literaria en el Idioma Español 2017, concedido por la Secretaría de Cultura y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En el abarrotado Auditorio Juan Rulfo, acompañado por Jaime Labastida Ochoa, Fernando Fernández y Raúl Padilla, presidente de la FIL de Guadalajara, Eduardo Lizalde compartió un memorable recital que incluyó fragmentos de “Algaida” (2004), “Caza mayor” (1979), “La zorra enferma” (1974) y “El tigre en la casa” (1970), histórica lectura que, primero, el público escuchó silenciosamente y después arropó con aplausos interminables a uno de los grandes poetas de la lengua española.
“El Premio Internacional de Literatura ‘Carlos Fuentes’, por supuesto, me honra. Carlos Fuentes fue mi compañero, mi admirado amigo y nuestro gran novelista”, manifestó el día de su homenaje Eduardo Lizalde en entrevista con ZETA; asimismo rememoró sus primeras lecturas, confesó algunos detalles de su obra maestra “El tigre en la casa”, compartió algunas aproximaciones sobre la poesía y se expresó en torno a la generación de escritores mexicanos a la que pertenece y que es reconocida en el mundo de las letras por su prestigio.
LAS PRIMERAS LECTURAS
Con su imponente voz de tenor, Eduardo Lizalde reveló, para empezar, algunas lecturas esenciales de su niñez, realizadas antes de fundar el proyecto poeticista en 1948 con Enrique González Rojo, al que posteriormente se unieron Marco Antonio Montes de Oca, Arturo González Cosío y David Orozco Romo, movimiento del que da cuenta ampliamente en “Nueva memoria del tigre. Poesía (1949-2000)” (Fondo de Cultura Económica, 2005).
— ¿Qué fue determinante durante su niñez en su vocación como poeta antes del proyecto poeticista?
“Lo determinante en mi poesía fue el conocimiento que consumí desde muy joven, fui lector muy joven de toda la gran literatura española, mexicana, internacional; conocí en primer lugar a los grandes poetas mexicanos. Mi padre (Juan Ignacio Lizalde) era un gran lector de la etapa modernista; y luego a los grandes poetas posteriores, al extraordinario Ramón López Velarde, a los poetas contemporáneos, a los grandes poetas americanos y mexicanos del Siglo XX, los que han transformado la visión y la estética de la poesía en el mundo: Gorostiza, Pellicer, Neruda y Vallejo. La lectura de los grandes poetas es lo que conduce a un escritor a encontrar un camino para su literatura.
“El primer sueño del lector joven era escribir poemas de la calidad de los de Lorca o de los de López Velarde; y el camino personal de un escritor, no nada más de un poeta, se encuentra con dificultad, uno no sabe cuándo se va a encontrar”.
— Menciona que “la lectura de los grandes poetas es lo que conduce a un escritor a encontrar un camino para su literatura”. ¿Sus primeros poemas eran rimas o qué escribía?
“La rima y la métrica no tienen nada que ver con eso, sin la concepción estética. Yo fui lector, desde los seis años de edad, de novelas y libros poéticos, por supuesto; mis autores más influyentes, pues, eran los autores clásicos de la literatura infantil, los novelistas de la selva: ‘Los libros de la selva’ de Rudyard Kipling, Julio Verne, los autores primeros de las aventuras espaciales que ahora ya no son aventuras sino reales acontecimientos. Toda la literatura de ese período, la de Salgari, la novela de aventuras, de la selva, de animales, no son solo tigres sino lobos, osos, serpientes, son fascinantes para el lector infantil.
“Luego pasé a la lectura de grandes autores europeos y españoles; la lectura de las obras de Balzac, Zola, Dostoievski. En mi adolescencia fui un lector importante de toda esa literatura grande: rusa, inglesa, francesa, marcaron mi camino.
“Uno trata siempre de imitar y seguir la obra de los grandes autores, pero el principal problema de un autor joven es no hacer copias, poemas librescos que imiten la literatura de Darío, Nervo o la de Víctor Hugo. El problema es encontrar una voz personal y eso no lo sabe el poeta, lo saben sus críticos y sus lectores, y yo la conseguí tarde. Mis primeros poemas no tenían esas características, la conseguí con mis libros de los años 60, cuando tenía yo más de 30 años.
“Entonces, la literatura no es más que raramente producto de un talento infantil; la literatura es producto de la madurez cultural de un autor y del talento. Ya lo he dicho y lo cito muchas veces: el gran Aristóteles dice en su ‘Poética’: ‘se puede enseñar técnica, métrica, rima, estilo, se puede enseñar reglas a un escritor, pero hay una cosa que no se puede enseñar, el genio, el talento’; eso estalla, aparece de pronto. Entonces, autores mucho menos cultos que otros son los que producen la obra personal y eso lo determina la opinión generalizada de una comunidad informada y capacitada.
“Cuando yo publiqué mi primer libro (‘La mala hora’, 1956) no fue estimado ni parecía un libro que tuviera alguna importancia, tenía yo veintitantos años de edad cuando se publicó impreso y la crítica lo consideró más bien un libro bien escrito, pero desafortunado; mis libros posteriores son en la madurez, de los años 30 en adelante: ‘Cada cosa es Babel’ (1966) y luego ‘El tigre en la casa’ (1970), que escribí en los años 37, 38, pero se publicó en 1970, cumplía yo 40 años”.
SU OBRA MAESTRA
En su poemario “Cada cosa es Babel” de 1966, deambula la pantera, el perro, el lobo y el oso, por citar algunos animales, para abordar diversos temas; pero posteriormente fue el símbolo del tigre el que consumó su poemario capital.
— ¿Por qué en “El tigre en la casa” de 1970, la figura central es el tigre y no otro animal como en poemarios previos?
“Bueno, porque me pareció el más atractivo para desarrollar el tema, pero el de la pantera es un tema antiquísimo: es Rudyard Kipling, ‘El libro de la selva’, Emilio Salgari, y es la Biblia. La pantera es el signo de Cristo, precisamente es la pantera negra que tiene ese doble aspecto, el de la belleza y el de la fiereza. Entonces, la pantera es justiciera, el espíritu cristiano era también batalla, rebelión contra las religiones establecidas; decir que había un solo dios y no varios es una revolución, el período donde se mueve, no Cristo, sino todo un movimiento social, decir: ‘hay un solo dios’ era una rebeldía total, social, filosófica, política, por eso es perseguido el cristianismo en sus orígenes.
“El tigre es una referencia a toda una obsesión de la humanidad entera. La literatura del mundo tiene en el mundo animal, que son nuestros antecedentes, una referencia inmediata; hombres criaturas que no son como el hombre, pero son referencia inmediata, son parte del ambiente en el que vivimos.
“En fin, todo material natural, histórico, artístico, es un pretexto para desarrollar un texto literario que no siempre consigue el poeta, a veces lo consigue y otras veces no. Poemas con el mismo tema se han escrito cinco mil veces y no tienen siempre el mismo éxito, la misma respuesta del crítico y del lector”.
— ¿Cómo fueron sus primeros acercamientos a la figura del tigre?
“Fueron desde luego en el Zoológico de Chapultepec donde vi por primera vez los tigres vivos. El tigre es una figura internacional, está en toda la literatura, en toda la mitología del mundo, desde la Biblia hasta los tiempos presentes; es un personaje zoológico, universal y fascinante, una criatura de gran ferocidad y de gran belleza; así que todos los autores, poetas, han hablado del tigre.
“A mí se me ocurrió hacer un librito sobre el tigre en una casa, en un ambiente doméstico para hablar de violencia interna, pero no tiene una figura determinada, es la crueldad, el desconsuelo, la violencia, la soledad; es un libro sobre la desgracia amorosa en general, eso era realmente ‘El tigre en la casa’.
“‘El tigre en la casa’ interesó mucho como le interesa mucho a la gente los boleros y las canciones tristes más que las alegres; le interesó mucho a mis lectores y se supuso que había yo logrado literariamente un trabajo merecedor de ser reconocido; es el libro que más se ha editado entre los míos y que me llevó, por supuesto, un largo trabajo y que no es un libro de la juventud, es un libro ya en mis 35 años de edad, aunque escribí otros libros antes.
“Cuando escribí ‘El tigre en la casa’, que precisamente tuvo gran éxito, yo nunca pensé que llegaría a tener una respuesta como ésa, pero fue el libro que me consagró como un poeta reconocido por las autoridades literarias de mi tiempo.
“Entonces, pasa con la poesía lo que pasa con la ciencia: no es el estudiante en ciencia el que le dice a un escritor de un libro científico importante si ese libro es bueno o no, lo dicen las autoridades científicas de una comunidad; lo mismo pasa con la poesía: ¿quién aprueba o quién dice ‘éste es un libro que importa’?, los grandes poetas, las grandes personalidades literarias, los grandes maestros que son los que dicen ‘esto es el camino correcto de la literatura’; es la cabeza, no el ánimo personal de cualquiera el que determina el rumbo de una literatura; sin ese reconocimiento no es posible avanzar.
“Pero es la formación personal, la lectura de los clásicos latinoamericanos, americanos, mexicanos, argentinos, chilenos, y luego la lectura hasta de poetas en cuyo idioma no era yo un conocedor extraordinario, los grandes poetas franceses, ingleses, italianos, los que lo llevan a uno al conocimiento real de la literatura.
“Fui maestro durante mucho tiempo de literatura universal, mexicana, y el conocimiento de la gran literatura internacional es lo que permite orientarse a un escritor en esa selva tremenda que es la literatura; pero aun así, el poeta no sabe, cuando escribe un libro, qué tan afortunado, exitoso, admirado y reconocido por las autoridades literarias va a ser un libro; ése es un accidente que ocurre o no ocurre, pero ocurrió en mi caso, para mi favor”.
— ¿Quién habla en “El tigre en la casa”?
“¡Nadie! Habla el mundo que rodea al personaje, rodea la atmósfera en que nace una criatura especialísima como es, pero por supuesto hablo yo como autor de esos poemas violentos y hay pasiones personales expresadas a través de esos poemas.
“Octavio Paz ha dicho: ‘La biografía de un poeta no tiene por qué ser escrita, está escrita en sus libros’, en la lectura de esos libros como los de Darío, López Velarde, Díaz Mirón, los de Víctor Hugo, la biografía se entiende leyendo sus libros; claro, está el personaje del poeta ahí retratado involuntariamente al escribir esos textos y el estilo personal, el habla, la violencia, las características literarias que tienen éxito para el lector, pues no sabe el poeta cómo lo logra, se lo dicen sus críticos.
“‘El tigre en la casa’ fue un libro que yo intencionalmente y por el consejo de algunos amigos sabios y buenos escritores, se publicó como está; ‘es un libro negro -decían-, crítico, violento, no incorpores ningún poema optimista, ningún poema celebratorio’; ésa fue la idea de publicar ‘El tigre en la casa’, es un libro oscuro, negro, negativo”.
“DECIR QUÉ ES LA POESÍA ES IMPOSIBLE”
Aunque reconoció la imposibilidad de definir qué es la poesía, Eduardo Lizalde compartió también con este Semanario algunas aproximaciones al género; para empezar expresó qué es lo más importante cuando un autor busca su propia voz:
“Lo más importante es que se lo digan, que lo descubra alguien, el autor no sabe cuándo lo descubre; simplemente, el autor involuntariamente va imponiendo su timbre, su voz y sus experiencias a su literatura cuando consigue la manera literaria de hacerlo.
“La principal lucha de un escritor que quiere desarrollar un libro es no imitar a otros, no hacer lo que se llama literatura libresca que es la más fácil del mundo, imitar un libro de Dostoievski, Cervantes o de Dante, eso es lo más fácil; hacer algo que no esté dicho por ese autor, eso es un intento que no siempre consigue el autor, ni el poeta, ni el novelista, se consigue contra la propia voluntad del autor y lo descubren los críticos, no el poeta”.
— ¿Se puede llegar a una conclusión sobre qué es la poesía?
“No, tampoco, ¡nadie sabe con exactitud qué es la poesía!, ni qué es el gran arte; se da en la práctica. Si usted trata de explicar en qué consiste el arte de Beethoven, Chopin o el de Bach con palabras, no logrará hacerlo, ¿cuál es la única manera de entender qué es eso?, escuchar la obra. Eso mismo pasa con la literatura, primero que esté escrita, que esté expresada, eso es lo que prueba la existencia de la poesía. Decir qué es la poesía es imposible, ¡nadie ha definido qué es la poesía!”.
— ¿A qué se aproxima más la poesía entonces?
“A la acción religiosa, por ejemplo. El poeta, como dice Gorostiza, es hombre de dios, busca la belleza, la expresión de la belleza que produzca la satisfacción del lector y de los lectores cultos y no incultos. El poeta ilumina a los lectores, aún los incultos, cuando atina con un tipo de producción que conmueve a todos los lectores de todos los niveles.
“¿Por qué López Velarde es nuestro poeta nacional?, porque atinó en cosas que los demás poetas no habían logrado atinar, no resultaban convincentes. Hablar de la belleza de la provincia y hablar de la bondad no hace la literatura, hay que decir algo nuevo, algo que no esté dicho ni por los textos religiosos, ni por los demás poetas. En fin, es un camino difícil de explicar, lo explican los críticos cuando pueden, también la crítica no puede existir si no existe antes la literatura. El crítico más inteligente no puede existir si no existe qué criticar; el arte es anterior a la crítica”.
“NO ES FÁCIL SUPERAR NUESTRA ÉPOCA”
Para concluir la entrevista y como parte de una época gloriosa en que la literatura mexicana logró un reconocimiento mundial, se le cuestiona a Eduardo Lizalde:
— ¿Cómo describe Usted la época que le tocó vivir?
“Yo creo que esa generación, en que Fuentes juega un papel importantísimo, pues es una generación que marca un cambio de temperamento. La novela primera (‘La región más transparente’, 1959) de Carlos Fuentes rompía con los estilos, con el ánimo, con la tradición clásica de las grandes novelas que, enormemente culto, Carlos conocía.
“No se puede volver a escribir en el estilo de Dostoievski, pero no se puede desconocer su grandeza, hay que pasar a otra etapa, eso lo logran los autores originales y creo, modestia aparte, que eso fue lo que logró nuestra generación.
“Octavio Paz, que elogió mis poemas cuando se publicó ‘El tigre en la casa’, me decía: ‘Tu poesía es enemiga de la mía, no se parece en lo absoluto’, le dije: ‘¡claro que no!, porque tú ya habías agotado esa línea, igual que Neruda lo hizo en la suya. Imitar el estilo tuyo era no escribir, había que buscar otros caminos’, que es lo que logra Fuentes y lo que logra, creo, gran parte de mi generación; Jaime Sabines, con quien se me ha comparado, yo mismo, y José Emilio Pacheco, que era diez años menor que yo, pero también es un autor que pertenece a la etapa de una remodelación, de una recomposición, de una reconsideración del estilo.
“Hay movimientos, desde luego, no desconocimiento de la poesía anterior o de la literatura anterior, sino cambios que son capaces de producir generaciones con particular talento. No sabemos qué va a pasar todavía con la generación que nos sucedió, no es fácil superar nuestra época”.