Primer nicaragüense en ganar el Premio Cervantes, este año entregó “Antología personal. 50 años de cuentos”, publicado por Editorial Océano. “Yo aprendí a tener un oído hacia la poesía antes que hacia la prosa, que me ha servido muchísimo; la prosa tiene un ritmo, tiene una cadencia, tiene una música que necesariamente se tiene que ver en el párrafo que uno escribe”, expresó el narrador a ZETA
Una sorpresiva llamada a las siete de la mañana en Nicaragua despertó a Sergio Ramírez el jueves 16 de noviembre de 2017.
Era el ministro de Educación, Cultura y Deporte de España, Íñigo Méndez de Vigo, quien le llamaba para anunciarle que había sido ganador del Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes”.
“A partir de esa hora yo me tuve que preparar para el día que se me venía encima; sabía que en veinte minutos más se produciría en Madrid la conferencia de prensa, y a partir de ahí empezarían a sonar los teléfonos, como en efecto ocurrió; entonces, fue un día inolvidable de multiplicarme para contestar todas las llamadas en la medida que pudiera; fue un día de locura”, recordó Sergio Ramírez en entrevista con ZETA, el primer ganador nicaragüense del Premio Cervantes.
El Jurado del Premio Cervantes distinguió al escritor “por aunar en su obra la narración y la poesía y el rigor del observador y el actor, así como por reflejar la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte, todo ello con excepcional altura literaria y en pluralidad de géneros, como el cuento, la novela y el columnismo periodístico”.
Tras la tradición cervantina
Conocido también como el “Nobel español”, el Premio Cervantes ha sido concedido a autores como Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Sergio Pitol, Juan Gelman, Juan Marsé y José Emilio Pacheco; hasta llegar recientemente a Elena Poniatowska, Juan Goytisolo, Fernando del Paso y Eduardo Mendoza.
“Es una lista muy conspicua, y pues estar ahí en esa fila no se puede recibir sino con sencillez y con humildad, haber llegado formar parte de ese elenco y tratar de responder a las expectativas que algo así despierta; es decir, la única manera es escribiendo siempre con dedicación, disciplina, para poder producir una obra literaria de calidad, no escribir para que los libros se publiquen de inmediato y pensar que los lectores van a estar esperando cualquier cosa que yo escriba; yo creo que cualquier tiempo que uno se dedique en escribir un libro, es el tiempo que el libro necesita, no improvisar, no apresurarse, porque de ahí resulta la mala literatura”, manifestó el narrador a este Semanario.
“Yo siento que he recibido un impulso para seguir escribiendo, tengo muchas cosas que decir, que escribir todavía, y más bien debo aprovechar la plataforma que el Premio Cervantes me da para llegar a más lectores, eso es lo más importante; pero mi tarea de escribir está en el futuro, no en el pasado”.
— El momento álgido de la recepción del Premio Cervantes es el discurso que tradicionalmente ofrece el escritor distinguido. ¿Ya ha pensado de qué va discurrir en abril de 2018 en la Universidad de Alcalá de Henares?
“Bueno, tengo algunas ideas que voy apuntando de lo que quiero decir, hablar de América Latina, al fin y al cabo es mi patria; hablar de la literatura de la que gozamos, del vigor de la literatura latinoamericana, de la relación de Rubén Darío con Cervantes; el país pequeño de donde yo vengo viene también Rubén Darío, que fue un gran cervantino, renovador de la lengua igual que Cervantes, igual que Garcilaso; todas esas ideas las estoy madurando todavía, me falta sentarme a escribir este discurso”.
De las tiras cómicas a los cuentos
La maestría narrativa de Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942), por supuesto, tiene sus orígenes. En entrevista con ZETA, el Premio Cervantes evocó cómo descubrió primero las tiras cómicas que llegaban a su natal Masatepe cuando era niño:
“Yo leía más que nada historietas cómicas que venían de Argentina y de México, yo leía el ‘Capitán Marvel’, ‘El Fantasma’, ‘Dick Tracy’, ‘The Spirit’; tenía 8, 9, 10 años cuando me empecé a aficionar a los cómics, los leía en cantidades industriales.
“También oía radionovelas, dramatizaciones de cuentos en la radio, veía mucho cine; entonces, mi formación literaria como tal empieza cuando yo tenía 16 años, pero ya había leído ‘El conde de Montecristo’, ‘Los tres mosqueteros’, Dumas sobre todo, ‘Veinte años después’; tenía unos 13, 14 años”.
El autor confesó cómo después de las tiras cómicas, llegaban a sus manos las primeras lecturas en Masatepe:
“Había una señora en Masatepe que tenía una vitrina con libros, ella me los prestaba, me los llevaba a mi casa; también tuve la formación de que mi madre era mi profesora de literatura y sobre todo ella le daba mucho énfasis a la poesía, yo en la secundaria aprendí mucho de la poesía del Siglo de Oro, gracias a que ella era mi maestra literaria.
“Leía literatura del Siglo XIX: José Zorrilla, Gabriel y Galán, que estaban en los programas de estudio; luego Lorca, Neruda, Vallejo. Yo aprendí a tener un oído hacia la poesía antes que hacia la prosa, que me ha servido muchísimo; la prosa tiene un ritmo, tiene una cadencia, tiene una música que necesariamente se tiene que ver en el párrafo que uno escribe”, sentenció Ramírez.
La tradición oral nicaragüense
Las leyendas y otras tradiciones orales de Nicaragua fueron una influencia en la obra de Sergio Ramírez desde sus primeros cuentos.
— Su primer cuento, “La carreta de Nagua”, publicado el domingo 2 de septiembre en 1956 en el diario La Prensa, tiene mucho que ver con la oralidad de Nicaragua…
“Sí, claro, porque la literatura anónima, eso que llamábamos en Nicaragua ‘los cuentos de camino’ o ‘los cuentos de aparecidos’, era literatura oral que uno la oía contar en las empleadas domésticas, en las abuelas; tenía 6, 7 años cuando uno comienza a oír estos cuentos de aparecidos.
“En las noches, en los pueblos pequeños, los niños se congregaban con cierto temor a oír estas historias de frailes sin cabeza, carretas fantasmales, perros del demonio; es decir, la noche se poblaba con todos estos personajes, y eso lo va uno guardando en la memoria obviamente; la memoria es la gran correa de trasmisión de la literatura para un niño”.
— ¿Por qué ha sido importante en su vocación de escritor la tradición oral de Nicaragua? En todo caso, las leyendas fueron un primer acercamiento a la escritura, lo cual se refleja en su obra…
“Sí, primero la tradición oral, y depende de la lengua que uno viene; en mi pueblo la lengua oral de la que yo vengo es una mezcla de náhuatl; Masatepe, el pueblo que yo vengo es un pueblo mitad indígena mitad ladino, mestizo, donde primero se habían asentado los toltecas, chorotegas, después se asentaron los náhuatles, todavía había resquicios de términos toltecas muy antiguos, chorotegas, después náhuatles que eran abundantes en el idioma y siguen siendo abundantes en Nicaragua los términos del náhuatl, mexica; y luego los términos arcaicos del castellano se habían quedado represados, entonces es una lengua musical que yo escuchaba hablar, y eso también se va quedando en el oído del escritor”.
Primero fue el cuento
Narrador por excelencia, Sergio Ramírez es autor de novelas como “Castigo divino” (Premio Dashiell Hammett, 1990); “Un baile de máscaras” (Premio Laure Bataillon, 1998); “Margarita, está linda la mar” (Premio Alfaguara de Novela, 1998), entre otras obras de largo aliento; incluso, luego de su primer cuento “La carreta de Nagua” de 1956, en 1963 publicó su primer volumen de cuentos titulado “Cuentos”; le siguió “Nuevos cuentos” (1969).
— En “Antología Personal. 50 años de cuentos” (Océano, 2017), cuenta Usted que cuando tenía 14 años, en 1956, publicó su primer cuento, “La Carreta Nagua” en el diario La Prensa. ¿Podría recordar ese sentimiento “de horror” que describe al verlo publicado?
“Ver su nombre impreso a los 14 años que yo tenía en una página muy destacada no deja de causar primero sorpresa, y después miedo, de decir ‘a lo que me he metido’, ‘¿qué van a decir los que lean esta página?’, ‘es un atrevimiento’; entonces, todas esas ideas pasan por la cabeza de un niño, luego cuando mi abuela salió a proclamar por todo el pueblo, con el periódico en la mano, que había salido el cuento, me pidió que yo se lo fuera a leer, ¡más horrorizado todavía! Es la primera experiencia que yo tuve”.
— ¿Por qué siguió escribiendo cuento a pesar de incursionar en la novela?
“Porque el cuento me gustaba, y ahora alterno entre el cuento y la novela; el cuento es una manera de recordarme a mí mismo de que yo comencé como cuentista y que es una disciplina distinta la que se necesita para escribir un cuento”.
— ¿Por qué se cree que el cuento es menos comercial que la novela?
“Ésa es la vaina, hoy día un joven escritor que va a una editorial con un libro de cuento, primerizo, no le hacen tanto caso como si se presenta con una novela; es decir, en el tiempo que yo escribía cuento, el cuento tenía mucho más prestigio, se veía en las librerías libros solo de cuentos, los cuentos de Hemingway o los cuentos de Faulkner”.
50 años de cuentos
Aunque su primer cuento “La carreta de Nagua” apareció en 1956, no fue sino hasta 1963 cuando publicó su primer volumen de este género, titulado “Cuentos”.
En 2013, Sergio Ramírez entregó su octavo libro de cuento, titulado “Flores oscuras”, tras cumplir medio siglo entregado al cuento; entonces recibió la invitación de Editorial Océano para publicar una selección de su obra cuentística congregada en “Antología personal. 50 años de cuentos”.
“Me invitó Océano a hacer esta antología personal, yo me sentí encantado de aceptar la invitación porque me da la oportunidad de reflexionar sobre mi propia obra literaria y sobre lo que yo he sido como cuentista”, refirió a ZETA el narrador.
En “Antología personal. 50 años de cuentos”, Ramírez incluye veinte cuentos de todos sus libros de cuentos, entre ellos “Cuentos” (1963), “Nuevos cuentos” (1969), “De tropeles y tropelías” (1972), “Charles Atlas también muere” (1976), “Clave de sol” (1992), “Catalina y Catalina” (2001), “El reino animal” (2006) y “Flores oscuras” (2013).
“Es una antología personal porque yo escogí los cuentos personalmente, es una selección mía hecha a mi propio criterio, es una autoselección; entonces, de más de 100 cuentos que he escrito tenía que escoger veinte, que es el límite que me dio la editorial. De mi primer libro solo dejé uno; luego me fui a espulgar los otros a cuántos merecían la pena estar aquí en la antología; de algunos me tuve que deshacer con nostalgia y con pesar.
“Son los cuentos más representativos, los que yo siento que están mejor escritos, que tienen mejor calidad, los que yo considero los mejores; un lector podrá disentir, podrá decir: ‘mira, hace falta este otro cuento que a mí me gustó mucho’; pero bueno, por eso es una antología personal”.
— ¿Están publicados los cuentos tal como fueron dados a conocer originalmente?, o fueron reescritos para la antología.
“No, eso me parece un sacrilegio, es decir, reescribir un cuento 50 años después además es tramposo; los cuentos son como salieron en el momento en que se publicaron; si uno se pone a hacer correcciones y cambios de acuerdo con la madurez que ha adquirido después, ya es otra cosa; los cuentos son como se escribieron en determinado momento, con los defectos que tienen, y es una manera en que el lector puede ir apreciando cómo era el estilo, evolución o madurez del escritor”.
— Por último, ¿qué es el cuento a diferencia de la novela?
“Es una historia corta que se cierra por sí misma, que cuenta algo, una sola historia con pocos personajes y que tiene que tener un círculo que se cierra sobre sí mismo; en una novela efectivamente se pueden contar distintas historias, alternadas, de una u otra manera, es la manera cervantina de contar historias, pero cuando uno se propone contar un cuento tiene que cerrarlo y sabe que dispone con pocas páginas para contar el cuento; y porque tienen pocas páginas, no puede meter muchos personajes porque entonces se enreda el lector. Tampoco puede contar más de una historia, el cuento es una historia en singular”.