El año viejo marcha presuroso
con el pelo cubierto por la nieve
y en el rostro, la marca de unos surcos
que le dicen que ya no es año nuevo.
El alma de recuerdos va impregnada
de este año que se aleja por la noche,
del día treinta y uno de diciembre,
con la espalda encorvada y dolorida.
Son muchos los sucesos ocurridos
a lo largo de doce bellos meses,
que al corazón le dieron alegría,
pero también un halo de tristeza.
El tiempo pasa como agua en el río
que nunca regresa al manantial,
y guarda los recuerdos de su vida,
mas no puede volverlos a vivir.
Un borriquillo va por el camino,
cargado de esperanzas e ilusiones
de que el año que viene sea mejor
y las noticias traigan cosas buenas.
En el cielo se escuchan las campanas
y los ángeles cantan villancicos,
en la tierra resuenan los tambores,
mientras un año marcha y otro llega.
Cuando un año se marcha y llega el nuevo,
renace la esperanza cual semilla
que da paso a las flores más hermosas
y borran la tristeza de las gentes.
Se aleja el año viejo presuroso
y llega el año nuevo muy sonriente,
a cuestas la promesa de brindarnos
doce meses de vida y esperanza.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California
Diciembre 27, 2017